5 agosto, 2023
El ave aún está en riesgo por la intoxicación generada por el plomo que reciben cuando ingieren carne de animales muertos por cacería
Texto: Mariana Recamier / Mongabay Latam
Fotos: Juan Vargas Velasco
Gum es el nombre que unos niños le dieron al ave que posa sobre una roca mientras come carroña. El imponente animal lleva una etiqueta amarilla con el número 675 que destaca entre su plumaje negro, para que los biólogos encargados de su cuidado puedan distinguirlo de los otros 44 cóndores de California (Gymnogyps californianus) que crecen bajo la protección del Programa Binacional México-Estados Unidos de Recuperación y Conservación del Cóndor de California, y hoy viven en el Parque Nacional Sierra de San Pedro Mártir, en Baja California, en el norte de México.
Este macho carroñero estuvo cerca de no existir. Antes de que el programa fuera creado en 2002, el cóndor de California, que se puede identificar por el gran tamaño de sus alas, había sido eliminado de México. En 1939, en el cielo mexicano ya no había ningún ave de esta especie y quedaban muy pocas en el mundo. Desde entonces y hasta finales de la década de los ochenta, sólo una reducida población sobrevivía en un área limitada de California, en Estados Unidos.
Antes del nacimiento de Gum, que salió del huevo en 2012 y es el primer cóndor macho que llegó a la edad adulta en la Sierra de San Pedro Mártir, se recorrió todo un camino para el rescate de esta especie que es considerada el ave más grande de Norteamérica.
Entre 1960 y 1988, moría un número mayor de cóndores de los que nacían, de acuerdo con datos del informe “Programa de acción para conservación de la especie: cóndor de California (Gymnogyps californianus)” de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).
Según diversos investigadores citados en ese reporte, las causas conocidas de muerte de cóndores incluyen la caza accidental, como principal factor antes de 1971, el envenenamiento al alimentarse de carroña de coyotes envenenados deliberadamente, y la colecta de huevos y especímenes. Sin embargo, la razón más frecuente de mortalidad de cóndores de California fue y sigue siendo la intoxicación por plomo cuando ingieren carne de animales muertos por cacería.
Fernando Gual Sill, director general de la Zoológicos y Conservación de la Fauna Silvestre, dependencia de la Secretaría de Medio Ambiente del gobierno de la Ciudad de México, cuenta que en los años cincuenta el zoológico de San Diego propuso iniciar un programa para cuidar a los cóndores en zoológicos, pero sólo en 1974 se establecieron medidas legales para la protección del ave, bajo la dirección y supervisión del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos (USFWS, por sus siglas en inglés).https://flo.uri.sh/visualisation/14247631/embed
El objetivo era aumentar tanto el número de nacimientos, como la sobrevivencia de polluelos, a través de cuidados intensivos, especialmente durante las etapas críticas; es decir, incubación de huevos, pollos recién nacidos y en crecimiento. Estas medidas fueron, a finales de los ochenta y principios de los noventa, el componente fundamental del Plan de Recuperación del Cóndor de California (California Condor Recovery Plan).
Una de las medidas más importantes fue atrapar a todos los condores con vida, protegerlos y reproducirlos en zoológicos. De esta forma, de existir únicamente veinticinco aves en 1983, para 1995 se contaba con poco más de cien, de los cuales algunos habían sido devueltos al ambiente silvestre en Estados Unidos.
“Este es uno de los programas de conservación en los que gracias a los zoológicos existe la especie. De no haber sido por zoológicos ayudándolo a reproducirse y protegiéndolo de las amenazas de vida silvestre, el cóndor de California estaría extinto definitivamente. Es uno de los programas más representativos de la labor de zoológicos en la conservación de especies”, explica Gual Sill.
México comenzó a participar en el programa como un hogar para aquellas aves que habían nacido en los zoológicos estadounidenses, pero poco a poco se convirtió en un país donde también se les reproduce, cría y cuida. El 12 de agosto de 2002 se realizó la primera reintroducción de seis cóndores de California criados en el Zoológico de Los Ángeles a la Sierra de San Pedro Mártir, al norte de México, con ello se oficializó el plan de acción binacional y cinco años después nacieron ahí pequeños polluelos en vida silvestre.
Luego, en junio de 2007, el zoológico de Chapultepec, de Ciudad de México, solicitó formar parte del esfuerzo binacional y recibió dos cóndores machos provenientes del zoológico de San Diego. Durante siete años, las dos aves formaron parte de un programa de educación para que los visitantes conocieran que hay cóndores en México y que es una especie que casi se pierde.
Gracias al proyecto pedagógico, los visitantes del zoológico aprenden datos sobre el ave como que tiene una franja de plumas blancas en la parte interna de sus alas o que anida en cavernas de acantilados, donde incuba sus huevos —de un tono azul grisáceo— sobre un sustrato arenoso. O información sobre su historia, como que hace 10 000 años esta ave extendía sus alas en la mayor parte de América del Norte, desde el suroeste de Canadá, el centro y sur de los Estados Unidos, hasta el norte de México.
Fue hasta 2014 cuando el zoológico de Chapultepec recibió dos hembras para hacer pareja reproductiva con los dos machos. Dos años después de que se formaron las parejas, comenzaron a reproducirse y los biólogos encargados del programa criaron a algunos de los polluelos de forma artificial para asegurar su supervivencia. Para ello utilizaron un títere que tiene la forma de un cóndor de California adulto.
“Bien dicen que cría cuervos y te sacarán los ojos”, bromea Gual Sill, mientras coloca en su mano la marioneta marrón que perdió uno de sus ojos de canica mientras alimentaba y cuidaba a las crías que nacieron en el zoológico de Chapultepec. Los alimentan con carne y pescado —no con carroña—, alimentos similares a los que pueden conseguir en vida silvestre.
Cuatro polluelos que nacieron en el zoológico de Ciudad de México ya fueron trasladados a la Sierra de San Pedro Mártir para terminar allá su crianza en un aviario de preliberación. Fueron enviados en julio del 2022 para reunirse con otros dos jóvenes que llegaron de California, Estados Unidos. Los seis viven con una cóndor mentora que les enseña los códigos de socialización de la especie, ya que son gregarios, es decir, viven en grupos. También hay dos crías en el zoológico de Chapultepec que nacieron en el 2022 y que se trasladarán al área protegida.
El zoológico de Chapultepec fue el encargado de reproducir esta ave porque su equipo tenía la experiencia de incubar y hacer crianza artificial del cóndor de los Andes, una especie muy similar al de California.
“Las personas cuestionan el que se tengan especies exóticas en un zoológico”, menciona Gual Sill. El funcionario y biólogo argumenta que en estos espacios se estudia a estas especies y se trabaja en programas de conservación. Y recuerda el trabajo que en el zoológico de Chapultepec se ha realizado con el panda gigante: “Lo reprodujimos, lo estudiamos durante muchos años y escribimos capítulos de libros de la biología del panda. Gracias a que trabajamos durante muchos años con cóndor de los Andes, que es la especie más cercana, logramos que nos escogieran como un zoológico que podían manejar cóndor de California en México”.
El hecho de que ya se pueda reproducir el cóndor de California en México ayuda a la conservación de la especie, sobre todo porque el traslado de animales entre fronteras políticas puede complicarse por los permisos que pueden tardar meses o años, por cuestiones sanitarias o por brotes de enfermedades, en este caso, relacionadas con las aves como la influenza aviar.
Después de que las crías nacen en el zoológico de Chapultepec, sigue la etapa del programa de conservación en San Pedro Mártir.
Cucapá, una hembra, se para cerca de lo que parecen ser las costillas de un animal como también hace Gum cerca de ella. Lleva una etiqueta azul con el número 20 y se trata de la cuarta cóndor de California que nació en el zoológico de Chapultepec y que ahora vive con las otras aves liberadas al norte de México.
Su nombre significa “pueblo del río” o “gente de agua” en cucapá o kuapá, una lengua que pertenece a la familia cochimí-yumana y que también da nombre a un pueblo indígena que vive en el municipio de Mexicali, al norte de Baja California. Varios cóndores que viven en la reserva han sido bautizados con vocablos de una lengua de los pueblos indígenas de Baja California, para que de esa forma también se conserven algunas palabras en diversas lenguas indígenas en peligro de desaparecer.
Cucapá y Gum son cuidados por Juan Julián Vargas Velasco, jefe de campo de la reintroducción del cóndor de California en el Parque Nacional Sierra de San Pedro Mártir. Él trabajaba con el águila real en las Islas del Canal, con un equipo de la Universidad de California, Santa Cruz, en Estados Unidos, cuando ellos le comentaron que Estados Unidos iba a entregar cóndores de California a México y estaban buscando a un profesional que supiera trabajar con aves carroñeras.
Desde entonces, es el encargado de cuidar a los cóndores junto con José Hiram Licona Hernández, oficial de campo del Parque Nacional Sierra de San Pedro Mártir, quien hacía su tesis sobre un modelo de distribución de águila real en la Reserva de la Biosfera Tehuacán – Cuicatlán, ubicada en los estados de Oaxaca y Puebla, en México, cuando fue invitado al proyecto para monitorear a éstas aves de plumaje negro.
El Parque Nacional Sierra de San Pedro Mártir, donde trabajan ambos, es un oasis para el cuidado de especies en peligro de extinción. Fue declarado Área Natural Protegida el 26 de abril de 1947 y alberga importantes reservas forestales que contribuyen a regular el clima de la región como los ecosistemas de chaparral, bosque de pino piñonero y bosque mixto de coníferas. Es hogar del puma (Puma concolor), gato montés (Lynx rufus), borrego cimarrón (Ovis canadensis cremnobates), coyote (Canis latrans), tejón (Taxidea taxus) y zorro (Urocyon cinereoargenteus), algunos en categoría de riesgo según la norma mexicana sobre especies en riesgo.
Lo primero que hacen Vargas Velasco y Licona Hernández cuando reciben a un cóndor en el parque proveniente de un zoológico es colocarlo en cuarentena para hacerle estudios y asegurarse de que cumple con todos los lineamientos de sanidad y está libre de enfermedades. Luego lo liberan en un aviario donde puede ver a la distancia cómo se comporta el resto de la fauna del lugar.
Vargas Velasco asegura que la estrategia es sencilla: colocan comida dentro y fuera del aviario y de esa forma, los cóndores observan cómo se comportan los carroñeros —coyotes, zorros, zopilotes y cuervos— que están libres cuando se alimentan.
“Ellos van a tener un aprendizaje visual. Cuando los animales salvajes se están alimentando y llega un depredador que posiblemente es un lince o un puma ellos vuelan o corren. Los cóndores que tenemos en cautiverio al ver que los que están salvajes se espantan, ellos también suben a los árboles que están en el aviario”.
El aviario es muy grande, mide entre 12 y 15 metros de altura y todo su techo está cubierto con una malla. Los biólogos tienen un pequeño escondite donde entran de noche o madrugada para hacer la observación de los cóndores, mediante ventanas polarizadas. Las aves no los ven, de esa forma no se relacionan con los humanos y no desarrollan conductas de domesticación. Los investigadores sí puedan vigilar su comportamiento y notar qué necesitan aprender antes de ser liberados.
En ese aviario, los cóndores más jóvenes que llegan desde zoológicos conocen a la hembra adulta cuyo número es 35 y funciona como mentora. Les enseña los códigos de comportamiento, ya que son una especie gregaria, como buscar comida juntos. Les enseña las jerarquías. Como sucede con los lobos, por ejemplo, los líderes se encargan de buscar el alimento y procurar que sea seguro el lugar donde van a comer.
“Les va marcando sus jerarquías para que sepan que ellos van a empezar a luchar por ganar su lugar dentro de la parvada. Lo importante es que los cóndores que tienen bastante experiencia sepan que cuando bajan a comer puede haber algún depredador que también busca alimentarse, entonces los cóndores ya viejos con experiencia primero sobrevuelan el lugar y hasta que ven que es seguro empiezan a bajar. Si un cóndor joven baja y no tiene experiencia, lo puede matar un puma o un lince y eso ya nos ha ocurrido aquí”, describe Vargas Velasco.
Antes de liberarlos les colocan varios dispositivos para vigilar cómo se comportan fuera del aviario. El oficial de campo, Licona Hernández, explica que utilizan dos sistemas: en una de las alas les ponen un chip con GPS que puede dar toda la información sobre los polígonos donde se mueven, en la otra ala les colocan una radio con telemetría VHF que les permite saber dónde se encuentran en tiempo real.
“Con los dos sistemas estamos ubicando las áreas donde se mueven, donde duermen, qué comen, si encuentran comida salvaje, si se integran al grupo. Es muy importante toda esta tecnología y si no contáramos con esto no podríamos saber qué es lo que está pasando” complementa Vargas Velasco.
Cucapá y Pa’ ipai (un macho que también nació en Chapultepec) son los cóndores que más se alejan del aviario, se encuentran bien al igual que los otros más de 40 cóndores que viven en el parque nacional. Los biólogos mantienen en constante vigilancia a todas las aves. Las capturan en primavera o verano y en otoño o invierno para cambiar sus dispositivos de rastreo y realizarles exámenes médicos para descartar cualquier enfermedad.
La parte del Programa Binacional México-Estados Unidos de Recuperación y Conservación del Cóndor de California que corresponde a México se puede considerar exitosa por cuatro razones: muchas personas han aprendido sobre esta ave en el zoológico de Chapultepec, los biólogos que participan en él han adquirido experiencia en la conservación de especies en peligro, el parque San Pedro Mártir es un buen hábitat y de cero cóndores vistos en libertad en México en 1939 ahora hay un aproximado de 45, Con ello pasó de ser una especie que ya no volaba en el territorio mexicano a estar en el listado en la categoría “En Peligro de Extinción”, de acuerdo con la norma mexicana. Además, el USFWS tiene un registro de una población mundial de 561 cóndores de California, en comparación con los 25 que había en 1983.
“Si no hubiera sido por los zoológicos, no existiría el cóndor, estaría extinto… Es uno de los casos de éxito de la reproducción bajo cuidado humano en zoológicos, esa reproducción ha permitido que una cuarta parte de las especies que estaban casi en extinción estemos recuperándolas”, comenta el director General de Zoológicos y Conservación de la Fauna Silvestre de la Ciudad de México.
Vargas Velasco agrega que parte del éxito del programa es que se cuenta con un buen hábitat para las aves. Él ha visitado las áreas naturales donde hay condor en California, Arizona y Utah y considera que el mejor lugar es el parque en Baja California por las condiciones de la zona.
“Toda la parte de la de las montañas de aquí de Baja California es muy extensa y hay bastante alimento para ellos: hay venados, borregos, ganado salvaje, burros salvajes, entonces es un lugar favorable para un animal como este”, dice el jefe de campo de la reintroducción del cóndor.
No obstante, el plomo sigue siendo un problema para los cóndores de California. Vargas Velasco explica que cuando en el campo los cazadores les disparan a animales como venados y no logran recuperar el cuerpo, estas aves van y comen dónde está la herida de la bala e ingieren partículas de plomo y se les acumula en su organismo.
“Esas partículas de plomo se van a su buche, con los jugos gástricos se van al torrente sanguíneo, luego se van a los músculos y del músculo al hueso y eso le empieza a causar una descoordinación motriz hasta que mueren”.
En San Pedro han habido varios casos de cóndores que consumen plomo. En las revisiones que se hacen dos veces al año les toman muestras de sangre y es así cómo han detectado a tiempo los niveles altos de plomo. En esos casos, los cóndores intoxicados son atendidos en el zoológico de San Diego o en la facultad de veterinaria en Mexicali.
“Es un proceso largo y es un proceso muy peligroso, si no te das cuenta a tiempo pueden morir los cóndores y eran cóndores que habían sido criados en cautiverio y luego liberados”, asegura el jefe de campo.
Uno de los cóndores que vivía en San Pedro no pudo recuperarse y falleció. No tenía síntomas, pero cuando le tomaron la muestra de sangre se dieron cuenta que sus niveles de plomo eran muy altos. En Estados Unidos, este problema es más grave debido a que más personas cazan y no siempre recuperan los cuerpos de los animales a los que les disparan.
Desde 1992 hasta 2023 ha habido 126 muertes documentadas por envenenamiento por plomo en la población que vuela libremente, de acuerdo con los registros del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos. La agencia también revela que el envenenamiento por plomo es responsable del 49.8 % de las 253 muertes de cóndores donde se ha determinado una causa de muerte.
Es importante el trabajo del Programa Binacional México-Estados Unidos de Recuperación y Conservación del Cóndor de California y la preservación de esta ave. En los lugares donde habita su función es parecida a la de un servicio de limpieza. Permite que esas zonas se mantengan libres de enfermedades y epidemias, porque acelera el proceso de degradación de los cadáveres.
“Los carroñeros son muy importantes. Aunque lo primero que dice la gente es: ‘ay qué feo animal’. Lo cierto es que cumple una función sanitaria, es como el servicio de limpieza. Ellos están diseñados especialmente para alimentarse del cadáver y todo se lo comen, lo que queda lo voltean como un calcetín, esos restos se exponen al sol y con la radiación ultravioleta se esterilizan. Lo que tardaría semanas en que se degrade, el cóndor cumple la función de que elimina el riesgo de que se propaguen enfermedades”, explica el jefe de campo de la reintroducción del cóndor.
Este trabajo fue publicado inicialmente en MONGABAY LATAM. Aquí puedes consultar la versión original.
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