2 noviembre, 2020
El uso de variedades genéticamente modificadas favorece sobre todo a las empresas dueñas de esas patentes. Políticas como la que permitiría el decreto de Julio Scherer y Víctor Villalobos nos han llevado a la crisis de salud alimentaria que vivimos. La pregunta que el debate sobre los transgénicos plantea a la 4T es muy clara
Twitter: @eugeniofv
En los últimos días, Greenpeace México, la Campaña Nacional sin Maíz no hay País y otras doscientas organizaciones denunciaron que el titular de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), Víctor Villalobos, y el consejero jurídico de la Presidencia, Julio Scherer, buscan “engañar al presidente de la República” al impulsar la publicación de un decreto que no prohibiría el uso del glifosato en México ni la siembra de maíz transgénico, traicionando con ello una promesa de López Obrador. Más allá de otras terribles implicaciones culturales y ambientales de lo que pretenden hacer Scherer y Villalobos, es también muy importante —y muy grave— ver a quiénes quieren beneficiar los autores del proyecto de decreto.
En torno del glifosato, de los transgénicos y de la agricultura industrial se han dicho muchas mentiras, casi todas para tratar de defenderlos. Quizá la más dañina, porque parecería más o menos lógica, es que el uso de ese pesticida que acaba con todo y de los organismos genéticamente modificados para resistirlo ha servido para alimentar mejor a la población del mundo y para combatir el hambre. Se trata de una afirmación que ha quedado desmentida una y otra vez.
Baste para muestra el botón del reporte anual sobre el Estado de la Agricultura y la Alimentación de 2014 de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), que con toda claridad explicó que 500 millones de familias (algo así como la tercera parte de la población global o más) manejan la mayor parte de las tierras agrícolas y producen la mayor parte de los alimentos del mundo. Se trata de productores que en su gran mayoría sustituyen los insumos y la tecnología con trabajo y con un conocimiento milenario sobre las interacciones entre la naturaleza, las semillas y las exigencias del mercado. Se trata, también, de productores pobres en su mayoría. El impulso de políticas públicas que favorezcan el desarrollo de mercados agropecuarios locales y que beneficien a los pequeños productores abona por ello y por otras razones al combate a la pobreza y a que todos tengamos más y mejores alimentos sobre nuestras mesas.
En contraste con ello, el uso de variedades genéticamente modificadas favorece sobre todo a las empresas dueñas de las patentes sobre dichas variedades y, en el caso específico del maíz transgénico, a las empresas que producen los pesticidas que lo acompañan. Además, quien quiera usar esas variedades en forma rentable debe controlar vastas superficies agrícolas y tener acceso al capital suficiente para comprar esa semilla y los insumos necesarios. Políticas como la que pretenden impulsar Villalobos y Scherer, por tanto, terminan beneficiando necesariamente a los productores agroindustriales, que son los más ricos del campo.
Políticas como la que permitiría el decreto Scherer-Villalobos tienen también la desgracia de que están entre los factores que nos han llevado a la crisis de salud alimentaria que vivimos hoy en día. El uso de la fructosa en tantos alimentos y la presencia desmedida y oculta de almidones en alimentos que no deberían tenerlos (como ocurrió con los quesos o los yogures) no parece obedecer principalmente a la demanda de alimentos baratos, sino a la oferta de maíz agroindustrial que es muy difícil colocar en el mercado y al que se le ha encontrado acomodo degradando la calidad de otros productos alimenticios, beneficiando una vez más a las grandes compañías alimentarias a costa del resto del planeta.
La pregunta que el debate sobre los transgénicos plantea a la 4T es por eso muy clara y no tiene medias tintas: ¿con quién están? ¿Con la vasta mayoría de los productores, que no usan transgénicos, y con los consumidores que necesitan productos alimenticios de calidad, o con los ricos que degradan el entorno y que nos quieren dar fructosa en lugar de miel y almidón en lugar de queso?
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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