Durante cientos de años, las mujeres fueron confinadas al semianalfabetismo. Aún hoy, en el siglo XXI, casi dos tercios de las personas analfabetas que hay en el mundo son mujeres. Hasta el siglo XX comenzó a vislumbrarse una perspectiva distinta para las mujeres sobre la vieja disyuntiva entre escribir o tener hijos
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¿Qué llevó a Sor Juana a firmar con su propia sangre la promesa de no volver a escribir? ¿Cuáles fueron las motivaciones de Sylvia Plath para poner fin a su vida en el invierno del 63?
O María Moliner… la mujer que escribió el Diccionario de uso del español y lo redactaba a mano, muy despacio, tomando notas lentas sobre cada palabra.
Se dedicaba con pasión a ello en las horas libres que le dejaba su empleo de bibliotecaria -había estudiado Historia- y el que ella consideraba su verdadero oficio: remendar calcetines.
Cuando a uno de sus hijos le preguntaron cuántos hermanos tenía, contestó: «Dos varones, una mujer y el diccionario». A pesar de su enorme talento, disciplina y genialidad, nunca entró a la Academia. Quince años dedicó a su ‘Diccionario’ que aún hoy sigue siendo obra de referencia. La Academia, pese a la magnitud de su obra, no la dejó entrar a su institución por el hecho de ser mujer.
Así que cuando la Real Academia de la Lengua Española quiso darle en junio de 1973 el Premio Lorenzo Nieto López «por sus trabajos en pro de la lengua», lo rechazó.
Durante siglos, la lecto-escritura quedó prohibida a las mujeres. Madres, siervas, esclavas, nodrizas, hijas, esposas… mujeres de todas las épocas y condiciones sociales: no sabían leer ni escribir.
Para algunas mujeres, sin embargo, había espacios reservados para la caligrafía y la lectura. Y también, para el arte de la conversación. En China durante el siglo XIX, las mujeres ilustradas crearon un código secreto de escritura usado sólo por ellas. Este lenguaje secreto se conoció como el arte del Nu Shu. Dotadas por una extraordinaria capacidad para el arte de la caligrafía secreta.
Aquel idioma sellaba la amistad entre jóvenes que usaban este lenguaje para liberarse del encierro y de las limitaciones de la época.
Esta práctica permaneció oculta durante décadas y significó una forma de liberación y resistencia de las mujeres chinas de aquella época, ante un mundo que las oprimía.
El escritor alemán Stefan Bollmann, autor del libro Las mujeres que escriben son peligrosas, aborda la trascendencia histórica de la escritura en la vida de las mujeres.
Bollmann señala: “No es casual que ninguna de las cuatro grandes novelistas inglesas del siglo XIX no tuviera hijos, o que Santa Teresa, una de las escritoras más notables de la lengua castellana, fuera religiosa.”
Bollmann se refiere a George Eliot, Jane Austen y a las hermanas Emily y Charlotte Brontë: las escritoras inglesas más destacadas del siglo XIX.
Además de la consideración histórica, Bollmann destaca el riesgo que implica escribir en países como Irán, Afganistán y algunas regiones de África, donde las mujeres viven severas prohibiciones por aventurarse a realizar actividades consideradas “masculinas” como manejar, estudiar y por supuesto… escribir.
En Occidente, sólo cuando las familias empezaron a limitar el número de hijos, las mujeres, ya con menos tareas y sin cuidar a sus hermanitos, pudieron dedicar espacio a otras actividades.
Uno de los rasgos de la literatura femenina del siglo XIX fue la práctica de la escritura secreta y de la firma con seudónimo. Las novelas de Jane Austen llevarían como referencia el seudónimo: “By a Lady”. Las hermanas Brontë se cambiarían el nombre… y Aurore Dupin tomaría el nombre de George Sand.
Es hasta el siglo XX cuando las mujeres comienzan a escribir a gran escala en diversos ámbitos del arte, la ciencia y las humanidades. Poco a poco, ser “escritora” deja de considerarse impropio para las mujeres.
Cien años después de que Jane Austen relatara una historia donde las mujeres eligen su propio destino, Virginia Woolf escribe uno de los ensayos más importantes en la historia de la escritura moderna: Una Habitación Propia, en 1929, y casi diez años después: Tres Guineas, en 1938.
Cuando Virginia Woolf reclamaba una esfera privada y la independencia material de las escritoras, se refería también a un modelo económico y cultural que les impedía acceder al conocimiento y a la libertad de decidir sobre su cuerpo y sus pensamientos.
Hasta la invención de la imprenta, el mandato de la Edad Media establecía que quien deseara leer y escribir debía encerrarse en un convento, porque ése era el único sitio donde se podían realizar estas actividades.
Esto explica la historia de mujeres como Santa Teresa, Hildegard von Bingen y Sor Juana: notables escritoras confinadas al encierro como una forma de liberación del pensamiento y de la palabra.
Es hasta el siglo XX que comienza a vislumbrarse una perspectiva distinta sobre la vieja disyuntiva entre escribir o tener hijos. Durante cientos de años, las mujeres fueron confinadas al semianalfabetismo.
Estudios de la Unesco señalan que aún hoy, en el siglo XXI, casi dos tercios de las personas analfabetas que hay en el mundo son mujeres, la mayoría de ellas, residentes en las regiones más pobres.
Las niñas siguen siendo las primeras a quienes se les niega el derecho a la educación, a pesar de los grandes logros de los últimos 20 años. Regiones como el África subsahariana y el Asia Meridional y Occidental concentran un mayor número de niñas analfabetas.
Hoy día, 16 millones de niñas entre 6 y 11 años nunca asistirán a la escuela. El analfabetismo impide el acceso de las mujeres al mercado laboral y constituye un mayor riesgo de enfermedades como el sida, la malaria o el cólera, además del incremento de embarazos no deseados como el caso de México.
En nuestro país hay 5 millones 800 mil personas mayores de 15 años analfabetas, de las cuales 3.5 millones son mujeres, la mayoría de ellas viven en comunidades indígenas de Veracruz, Oaxaca, Guerrero y Chiapas.
Desde la memoria histórica, destacan mujeres como Ana Frank, jovencita de 14 años que describió los horrores del fascismo; o la escritora afroamericana Toni Morrison, quien comenzó a publicar hacia la cuarta década de vida, o Assia Djebar, escritora argelina que desafió al mundo con su escritura rebelde.
En México Rosario Castellanos fue una de las primeras escritoras que supo retratar el sistema de castas imperante, o la gran Elena Garro, ahora reivindicada junto con su obra.
Hoy en pleno siglo XXI, escritoras indígenas como Natalia Toledo, Marisol Ceh Moo, Celerina Patricia y otras grandes creadoras indígenas contemporáneas ilustran la diversidad de la experiencia literaria de las mujeres.
Guionista, reportera, radialista. Cubre temas culturales, sexualidad, salud, género y memoria histórica. En sus ratos libres explora el mundo gastronómico y literario. Cofundadora de Periodistas de a Pie.
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