Con la escritura, mujeres cruzan los muros de la prisión

22 diciembre, 2020

Mujeres detenidas en prisiones de la ciudad de México escriben sus historias en primera persona a través de recuerdos, cuentos, poemas, teatro. Un concurso convocado por la Comisión de Derechos Humanos de esta ciudad es la posibilidad de que ellas hablen en sus propios términos y su voz, como dice una de las autoras, cruce muros y llegue hasta nuestras casas

Texto Daniela Rea

Fotos: Tomadas del video Desde adentro: libertad a través de la escritura

Soy cascada que fluye

entre las piernas de una, de otra mujer como yo.

Soy obra de Dios

y del diablo.

Soy la que creció alas y cortó camino.

Soy la que no anda en pies y vuela en mente.

Soy la que ama y odia

y besa a diario los recuerdos.

Soy canción de cuna

e Himno Nacional..

Autorretrato, de Sara Aldrete

“Ahora que tengo oportunidad de llegar más allá de los muros, ahora que permiten que una mujer encarcelada, presa, persona privada de su libertad, puedo entrar con autorización a sus hogares, jamás habría imaginado esto…”, escribe Sara Aldrete en su texto que forma parte de la antología Desde adentro: libertad a través de la escritura.

La Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México (CDHCM) convocó al concurso literario para mujeres internas con el objetivo de escuchar su experiencia sobre los centros penitenciarios: cómo fue el proceso de su detención, sus juicios, cómo es la vida cotidiana, el amor, las violencias contra ellas de un sistema que castiga la pobreza.

“Los sistemas penitenciarios tienen deuda con las mujeres”, dice a Pie de Página Nashieli Ramírez, titular de la Comisión. “De entrada una primera deuda tiene que ver con el ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos. También hay deuda en su derecho a la maternidad y en lo laboral”.

Se recibieron 76 textos que se pueden leer aquí. En ellos las mujeres nos aercan “los relatos hablan del infortunio”; nos cuentan de su detención y la forma en que se les fabricó un delito, como Miriam, acusada del secuestro de su propio hijo a quien extravió mientras trabajaba como payasita en los vagones del tren;  o la activista trans Daniela Abrielle Arzaba Escobar, detenida durante un supuesto operativo contra trata de personas; o como Brenda Elena Ruiz Ruiz que por no tener abogado, pasó de testigo a acusada de secuestro.

Escriben sobre  la vida ahí, (comida mala, maltrato, falta de medicamentos, extorsión), sobre sus comunidades dentro y fuera del penal, sobre la violencia intrafamiliar que les marcó su infancia y juventud y que nos recuerda que las vidas de las mujeres tienen muchas violencias traslapadas, como palimpsestos. Esperanza, por ejemplo, cuenta la historia de una niña cuyo padre la golpeaba y su padrastro intentó violarla.

O escriben también sobre el estar embarazada y dormir en el piso; sobre sus recuerdos de las vidas fuera de prisión que traen una clase de ballet o los sándwiches de la mamá, de aprendizajes en la cárcel, de amistades y amores; de unos frijolitos que germinan en un frasco y de lo cual, María Enriqueta Hawk Hernández, aprendió lo que es la vida.

O escribir sobre la necesidad de una redención, reivindicación frente a sus familias, a la sociedad y a las víctimas y la poca imaginación de un sistema judicial y penitenciario para pensar en estas otras posibilidades que ellas reclaman, más allá del castigo.

Mujeres detenidas

“Aun en la privación de la libertad y pese a que prácticamente todo lo que pasa en la vida de la persona privada de la libertad lo decide el Estado”, dice el libro, “hay un pequeño espacio de autono­mía para decidir quién se quiere ser y cómo se quiere ser en la vida cotidiana cuando se cumple una sentencia. Una vida co­tidiana en la que si bien no se puede decidir el color de la ropa que se va usar ni a qué hora comer, sí se puede elegir una iden­tidad sexual, qué tipo de relación sexoafectiva quiere tenerse y casarse o divorciarse. En la cárcel, con todas las limitantes, se puede decidir y hacer proyectos y planes de vida”.

En 2019, la Comisión Nacional de Derechos Humanos publicó el Informe especial de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos sobre las mujeres internas en los centros de reclusión de la República Mexicana en el que señala que para ese año había 11 mil 107 internas en el país y las condiciones de vida de las mujeres violaban sus derechos pues había maltrato, sobrepoblación, autogobierno, cobros, privilegios, insuficiencia en alimentos.

En la Ciudad de México son mil 430 las mujeres detenidas (cifras al año 2018) de las cuales el 80 por ciento son madres.

La libertad

El pasado 17 de diciembre la CDHCM presentó el libro con un enlace a las mujeres detenidas en Tepepan; no se logró la conexión con Santa Martha por problemas técnicos.

“Deseo ser escuchada y que todas seamos escuchadas. Somos lo último de toda la población, de toda la sociedad”. “Me gusta escribir, leer, contar mis emociones”. “Escribir es guardar muchas cosas que guardas en el corazón, en la mente”. “Tenía muchas ganas de que me leyeran sin juzgarme”. “Hice mi texto para hacerle llegar a la sociedad que no es fácil estar en un penal, hay gente inocente en este lugar”. “Quiero que nos quiten los estereotipos, somos personas”, dijeron una a una en un video que se transmitió durante la presentación.

Y luego, en vivo, algunas de las autoras tomaron la palabra:

“Sufrimos revictimización antes de llegar acá. El 95 por ciento de mujeres que llegamos acá sufrimos violencia de género. Cuando una mujer se va se desintegra la familia y después de tantos años acá perdimos nuestro lugar en la familia”, dijo María Enriqueta Hernández Hawk.

Desde hace más de 32 años he podido vivir la evolución del sistema penitenciario y su transformación. La transformación es tarea del gobierno y la sociedad”, dijo en la presentación Sara Aldrete.

“A través del tiempo se dieron cuenta que todos hemos venido al mundo para adaptarnos y readaptarnos a las circunstancias de vida. Todos, no sólo las personas privadas de la libertad porque el estar privada de la libertad se puede dar aun viviendo en ella”, agregó. “Perdimos derecho al debido proceso, perdimos la identidad cuando decidieron que éramos solo un expediente. Mis palabras por fin cruzaron los muros”.

Contra el punitivismo y por la reivindicación

“Los relatos muestran dos realidades frente a la procuración y administración de justicia. Por un lado, nos hablan de las problemáticas que se presentan para hacer efectiva una defensa adecuada o de la forma en que la justicia se parcializa y se vuelve en contra de una persona inocente, destrozando vidas individuales y familiares”, se explica en el libro.

“Por otro lado, también muestran que no necesariamente es la justicia la que falla. Hay quien recono­ce que está ahí porque rompió las reglas y asume la responsa­bilidad y la sanción. En esos casos, más que ser reinsertada, la persona quiere redimirse y reivindicarse frente a sus víctimas, su familia o la sociedad”.

María Enriqueta Hernández Hawk apeló durante su participación  a terminar con el punitivismo.  “Dejen como última opción la privación de libertad, no ayuda ni a la víctima ni a la persona que está privada de la libertad. Debe haber un castigo para los delitos que se comenten, planten alguna otra propuesta con perspectiva de género para plantear una alternativa a las mujeres en reclusión”.

Durante la ceremonia se hizo una mención especial a Lourdes Camacho, ganadora del tercer lugar, quien murió días antes de la presentación del libro.

¿Dónde estoy? ¡Éste no es mi cielo!

Mis alas tiradas en el pavimento, mis lágrimas reposan en lo oscuro de una furgoneta. Gritos y golpes apagan la luz de mi rostro, la vida recorre mis piernas y un vacío se apodera de mi vientre, un agujero

hoy cobija mi ser, lleno de flores que luchan por no perecer…

Taylín

Reportera. Autora del libro “Nadie les pidió perdón”; y coautora del libro La Tropa. Por qué mata un soldado”. Dirigió el documental “No sucumbió la eternidad”. Escribe sobre el impacto social de la violencia y los cuidados. Quería ser marinera.