31 marzo, 2020
El Valle de México será la región del país más golpeada por el COVID-19. Suspendida por la contingencia sanitaria, esta zona metropolitana con más de 20 millones de personas tiene su sostén alimenticio en la Central de Abasto, una pequeña ciudad en la que sus comerciantes piden a la clientela que acate las medidas preventivas contra la pandemia. Temen que el contagio llegue a la Central
Texto y fotos: María Ruiz
Al otro día de que el subsecretario de Salud Hugo López-Gatell pidió desesperadamente que la gente se quede en casa la Central de Abastos de la Ciudad de México (CEDA) estaba llena de familias que salieron como cualquier domingo a hacer sus compras. Para algunos vendedores fueron compras de pánico; para otros, irresponsabilidad.
“No acatan las medidas de que salga solo una persona. Ayer estaba llenísimo. El mexicano es terco, le dicen quédate en casa y sale. Como buen mexicano no hace caso a las cosas hasta que todo está mal”, menciona Alberto Díaz, empleado de la taquería La Copia, dentro de la CEDA.
Alberto Díaz se encarga de hacer las compras de insumos para la taquería. Le toca recorrer toda la Central de Abastos y a veces ir al centro de la ciudad o a La Merced. En sus ires y venires, se ha dado cuenta que hay negocios que acatan las medidas y otros donde ni siquiera creen que exista el virus.
Alberto destaca la importancia de la Central de Abastos como punto estratégico de la economía mexicana pero también un espacio de fácil contagio:
“Si llega el virus a la central, a la central la paran. ¿Por qué? Porque con uno basta por la cantidad de gente que hay, nada más con que ande paseando de allá para acá. No le conviene ni al gobierno que pare, ni a la gente. Es el centro que distribuye a todo el país, trabajamos miles, es una ciudad dentro de otra y se mueve mucho dinero. No conviene cerrarla. Pero en determinado caso tendrán que tomar decisiones más fuertes y uno tiene la culpa. Ahora si uno les dice, lo tiran de loco, ‘que aquí no existe’, ¿si están viendo que es una pandemia a nivel mundial? No nos cuesta nada ser conscientes”, advierte.
Uno de los negocios que está esforzándose por implantar medidas de sana distancia en la Central de Abastos es La Molinera. Se trata de una distribuidora de chiles secos, abarrotes, especias, semillas, materias primas y “su mero mole”: el mole. En todas sus sucursales alguna de sus empleadas recibe a los clientes con gel antibacterial y luego les da un turno para que no excedan el número de personas juntas en un espacio cerrado y, así, cumplan con la “sana distancia” de al menos un metro entre clientes.
Eduardo García, empleado de la distribuidora de alimentos, cuenta que hay clientes que se han ido por las medidas que implementaron:
“Hay gente que no está de acuerdo y prefiere irse a otro lado y hay mucha gente que nos felicita por hacerlo. Pensamos que igual es molesto para el cliente porque quieren recorrer la tienda, sobre todo si es la primera vez que vienen, pero se les hace entender que la ayuda sea mutua”, cuenta el vendedor.
Eduardo, sin embargo, no ve posible que las medidas que están implementando se activen en toda la Central de Abasto:
“La gente como que cree que es un mito. La gente se da cuenta cuando el amigo de un amigo lo cuenta. ¿Qué es lo que dicen? Yo no he visto a nadie y tengo que verlo para creer”, recuerda García.
Uno de ellos es Mario Encarnación, vendedor de verduras en el pasillo M. La próxima semana cumple 60 años y tiene diabetes desde que tenía 25. Cuando se le pregunta que si le preocupa el coronavirus responde que le preocupan más los niños con cáncer y que no deberíamos tener miedo: “cuando te toca, te toca”, suelta.
Unos puestos antes que él la señora Susi López vende verduras con su esposo. A ella le distribuyen de Puebla y de zonas rurales de la Ciudad de México, como Milpa Alta y Mixquic. Tranquila responde que no dejará de trabajar y que no se preocupa por el virus, aunque no tienen seguro médico.
“Con el H1N1 sí nos espantamos más, como fue la primera epidemia, nos asustamos; pero como no pasó nada, pues consideramos que esto también pasará”, expresa.
Tanto a Encarnación como a López no les han bajado las ventas. Tampoco en la taquería La Copia han dejado de vender. En cambio a Gerardo Damazo, empleado de una carnicería, sí le está pegando.
“En promedio un 50 por ciento han bajado las ventas. Muchos de nuestros clientes son proveedores de restaurantes, que son los que se han visto más afectados”, explica.
Por la disminución de ventas están decidiendo si rolarán turnos en la carnicería, para que nadie se quede sin trabajo.
Alberto Díaz, empleado de La Copia, explica cómo no todos en la CEDA han salido afectados pero que conforme más espacios y lugares cierren, el impacto también llegará a la Central:
“Aquí es una cadena. El de afuera vende, el de adentro vende. El de afuera no vende, la central se para”, sentencia.
Alberto Díaz cuenta que aunque la Central de Abastos no ha parado un solo día, hay negocios que dejaron de abrir porque no tienen a quién distribuirles.
“Al cerrarlas es obvio que nadie les pide. Son de los que siempre tenían trabajo pero dependen de los de afuera. Si no te cierra el gobierno, tú cierras. Aquí ha habido gente por la gente que viene de sus casas. Y vienen a surtirse, se llevan sus cosas para una semana o hasta para un mes. Algunos lo hacen porque saben que esto se va a poner más caro”.
El comerciante lamenta que el futuro próximo ya revela un ascenso en los precios y advierte que la ayuda del gobierno capitalino de 10 mil resultará insuficiente para los dueños de los negocios.
Cuenta que alguno de los productos con precios más elevados son el arroz, el huevo, el aceite y el gel antibacterial.
El día que declararon el primer caso de COVID-19 los tapabocas se acabaron. Al otro día el gel antibacterial subió de precio. Cuatro litros de gel que costaban 160 pesos al otro día del anuncio estaban en 400 pesos y a la semana en 600.
“Los cubrebocas los daban a 100 pesos, un paquetito. Hubo un señor que se llevó 100 paquetes para vender en la Roma en 150 pesos y los vendió todos”, recuerda.
La familia Moreno vende cubrebocas y gel antibacterial. Cuenta que subieron los precios por el alza en los precios de insumos y la alta demanda.
“El cubrebocas antes estaba barato y ahora está caro, cuando nos lo mandan caro lo damos caro”, explica.
Para ellos, a pesar de que venden gel antibacterial y cubrebocas, la venta no aumentó el domingo pasado. Solo vieron como llegaron muchas familias:
“Vino toda la familia, vienen hasta con niños, luego solo una está comprando y hay como cuatro atrás de ella. Nos espantamos, ayer hasta use guantes porque vi mucha gente” relata la señora Angélica Moreno.
“Parece que vienen de paseo, pasan niños con triciclos, como si estuvieran en el parque” añade Raúl Moreno.
A ellos no les ha ido bien en sus ventas. Sus productos principales son los desechables y han bajado un 50 por ciento porque distribuyen principalmente a restaurantes y escuelas.
Entre los vendedores de la Central de Abasto hay un sentimiento agridulce, no quieren ni pueden dejar de vender. Por un lado les agrada la afluencia de clientela pero simultáneamente les preocupa que esa cantidad amplíe el foco de contagio. En uno de los letreros de La Molinera se alcanza a leer:
“*Si es indispensable salir a comprar, hágalo SOLO UNA PERSONA por familia.
*Favor de entrar solo la persona que va a comprar.
*Evite ir a comprar si tiene algún síntoma de los siguientes: fiebre, fatiga, tos.
*Guarde al menos un metro de distancia con los demás.
*Si tose o estornuda, tape su boca con la parte interna del brazo a la altura del codo.
*Recuerde que los negocios abarroteros que representamos NO PUEDEN bajar la cortina, debido a que se tiene que seguir abasteciendo a la población. Contamos con su ayuda para seguir haciendo esta labor lo mejor posible, pensando en la salud de todos”.
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