Cuando colocamos la fotografía como herramienta de extracción, hablamos a partir de una relación de poder que: refuerza estereotipos, romantiza la pobreza, expone una población/territorio a una historia única
Por: Colectiva Mamana y Vist Projects
El 7 de diciembre, el periódico Folha de São Paulo publicó una nota sobre la exposición más reciente del fotógrafo brasilero Miguel Rio Branco. En ella, el reconocido artista asegura que dejó de hacer fotografías porque, dada la forma en la que actualmente se producen, las imágenes se convirtieron en algo banal.
La Colectiva Mamana le contestó en una serie de publicaciones en Instagram y finalmente con un Manifiesto y la invitación a firmarlo. Para las siete mujeres que hacen parte de la colectiva, fotógrafos como Miguel Rio Branco no son los únicos referentes. Mamana nació con la idea de acoger a fotógrafas que querían documentar su realidad, y que se dieron cuenta de que el protagonismo en el mundo de la imagen seguía siendo masculino. La colectiva está constituida por fotógrafas brasileñas a quienes les interesa dialogar con otras mujeres para poder crear con autonomía, con seguridad, y sobre todo para cuestionar un sistema narrativo que se fundamenta en una sola historia construida con una única perspectiva.
“Yo creo que los referentes sí cambiaron y están en constante cambio”, dice Nay Jinknss de la Colectiva Mamana. “Es necesario repensar lo que fue dicho, cómo fue dicho, por quién fue dicho, qué es arte, a partir de qué momento algo se convierte en arte, quién dijo que era arte o quién dijo que era imagen y por qué”.
Pensar alrededor de esos interrogantes es parte de la propuesta de la colectiva, que también plantea un diálogo con los personajes que han sido los grandes referentes de la fotografía brasilera y con los medios tradicionales para que intenten responder esas preguntas o al menos sean más cuidadosos con sus creaciones.
La forma en que hasta ahora ha sido representada “la Amazonia, el Pelourinho, o la imagen del negro”, dice Nay, “ha reproducido la misma imagen. Esa documentación desenfrenada sí es una banalización de la imagen porque es viciosa, es perezosa, es una mirada del negro, por ejemplo, siempre marginalizado, del indígena como estereotipo desnudo con pinturas. Entonces, esas manifestaciones, esas frases como la de Rio Branco necesitan ser puntuadas y también necesitan ser repensadas”.
Y para ello la Colectiva Mamana propone el Manifiesto contrarreferencia.
Vivimos un momento histórico. Los referentes cambiaron. ¡Y ese cambio es urgente!
Las poblaciones marginalizadas y vistas socialmente como minoritarias han pasado a ocupar lugares antes asignados a las élites. Proponer una reflexión a partir de la mirada de quien ha tenido una imagen explotada y robada masivamente es impostergable. El pasado lunes 7 de diciembre de 2020, el periódico Folha de São Paulo publicó la nota titulada: “Miguel Rio Branco, un fotógrafo gigante, dice que las imágenes se volvieron banales”. Y nosotras nos preguntamos: ¿banales para quién? ¿Para los comunicadores/multiartistas populares que están comenzando a tener visibilidad? ¿Para aquellos que están usando cámaras de celular, tablets y equipos semiprofesionales para retratar su propio lugar? Lo que los fotógrafos que incentivan este tipo de discurso tienen para perder afirmando eso es: su privilegio.
Hasta ahora, las poblaciones originarias y tradicionales, los cuerpos negros, las mujeres, los cuerpos con discapacidades, gordos, LGBTIQA+ han estado, mayoritariamente, frente a las cámaras como objetivo y no como cuerpos pensantes parte de esas narrativas. Fueron marginalizados, sufrieron con el borramiento y el abuso de una profesión esencialmente colonialista, machista, misógina y hegemónicamente protagonizada por hombres blancos y de clase media/alta. Hombres que ocupan y protagonizan historias a partir de sus percepciones, de una mirada domesticadora: la salvación de un lugar, un cuerpo, una raza, un género desde su origen.
Quitarle la posibilidad a quien no tuvo acceso a las mismas oportunidades, institucionaliza el discurso y la producción imagética, perpetuando una mirada colonizadora, viciada y violenta. Cuando colocamos la fotografía como herramienta de extracción, hablamos a partir de una relación de poder que: refuerza estereotipos, romantiza la pobreza, expone una población/territorio a una historia única. Las historias únicas ya no son bienvenidas porque reducen a grupos y personas a caricaturas que no corresponden con la realidad diversa y compleja. Las poblaciones marginalizadas están más allá de la fantasía y del imaginario popular, casi siempre prejuiciosos. Hacer accesible la fotografía es posibilitar que todos cuenten sus realidades, denunciando lo que perciben de acuerdo con sus demandas. Posibilitar que el indígena pueda documentar a su propio pueblo, que el quilombola comunique cómo se ve frente al mundo, es ampliar las narrativas y repensar lo que ya fue contado, cómo y por quién. Popularizar el discurso de que todos pueden documentar sus realidades pone en riesgo un lugar históricamente ocupado por hombres armados con sus teleobjetivos, apuntados hacia lo “exótico” y/o hacia la “tierra inexplorada”, deshumanizando todo en nombre del arte/estética, transformando todo en producto.
Aliarse a la lucha por los derechos también es cuestionar esa producción de imágenes que rotula existencias. La fotografía no es neutra y cuando ella se escapa para narrar las diversas facetas de una historia es salvaje. No es posible seguir narrando las historias a partir de una única perspectiva, desde una óptica explícitamente blanqueada. Los referentes cambiaron.
Invitamos a otras colectivas, otras mujeres y hombres alineades con nuestro posicionamiento para construir juntas alternativas a ese modelo fallido de la fotografía, las artes y los medios, en general. ¡Vamos a construir nuevos caminos y nuevos referentes!
*Esta traducción del manifiesto fue tomada de la publicación original de Vist Projects con permiso de los autores
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