La nueva presidenta del Consejo Nacional para Prevenir las Discriminación habla con Pie de Página de su historia y de su pueblo, uno de los que más arraigo mantiene a su cultura. Cuenta cómo ha llegado a cargos de liderazgo, primero, en una comunidad gobernada por hombres y, luego, como wixárika en un país racista
Texto: Daniela Pastrana
Fotos y video: Isabel Briseño
CIUDAD DE MÉXICO.- Su nombre, en lengua wixárika, es Utlama. Significa la señalada o la marcada por las deidades.
“Así me gustaría iniciar esta plática” dice Claudia Morales Reza. “Porque en la cosmovisión wixárika nos queda muy claro que cada wixaritari que llega al mundo llega con una misión”.
La nueva presidenta del Consejo Nacional para Prevenirla Discriminación (Conapred) es hija única. Su padre, ya fallecido, nació en una comunidad wixárika de Nayarit, y su madre en una comunidad wixárika de Jalisco Ella se asume del pueblo wixárika, sin diferencias entre un estado y otro. Pero esa combinación, de una madre guardiana de tradiciones y un padre “de costumbres más occidentales” le ayudó a ser educada en actividades para hombres y mujeres.
“Nunca diferenciaron. Siempre me enseñaron que podía realizar cualquier actividad y que siempre había una forma de salir adelante”, dice, en una charla con Pie de Página. Luego concluye:
Creo que la fortaleza de quien soy emana de la cosmovisión de mis usos y costumbres del pueblo wixárica”.
Aunque nació en Mictlan del Río, una comunidad no indígena de Nayarit a donde su papá había conseguido trabajo, ella considera su hogar el pueblo de su madre, en el que vivió desde los 9 años: San Andrés Cohamiata TayeiKie, en Mezquitic, en Jalisco.
“Quienes vivimos ahí le llamamos la capital de la cultura wixárika”, dice con una sonrisa. “Su nombre significa la morada de la madre tierra, porque año con año, en diferentes ceremonias, recibimos a hermanas y hermanos wixaritari y también tepehuanas y coras que van a ofrendar a los lugares sagrados. Está en la sierra madre occidental, en una meseta, la vegetación… ¡ay, hasta siento que el aire me llegó hasta acá! Es una vegetación de pinos y robles, hace mucho viento, el clima es cálido-frío, porque puedes tener calor y te poner en la sombrita y quieres abrigarte, porque es un aire muy fresco”
El pueblo wixárika asentado en Jalisco tiene sus territorios, pero muchos de sus pobladores se desplazaron durante la guerra cristera hacia los estados de Durango, Nayarit y Zacatecas.
“Somos un pueblo muy grande. Y con certeza lo digo: somos uno de los pueblos que mantienen sus usos y costumbres, por ejemplo, como me ven ahorita es como nos vestimos en nuestras comunidades. No es un traje típico, es nuestra forma de vivir. También somos hablantes de la lengua wixárika. Un 70 por ciento también domina la lengua española, no con toda la complejidad que ésta significa, pero si puede mantener una conversación”.
“Quienes trabajan la técnica en estambre y enchaquirado narran pasajes de la cosmovisión del pueblo wixárika, desde la creación del mundo, la concepción que tenemos de la vida, la relación tan estrecha con la tierra, y los recursos naturales, que para nosotros son nuestras deidades. Algo muy importantes es que todavía tenemos esta comunicación ancestral que no puedo explicar cómo, pero la tenemos, porque es el Marakame en su canto, quien se comunica en este otro universo para consultar nuestro caminar en la vida”.
Eso, dice, es algo que no se hizo y que aún tiene pendiente.
Yo entiendo que los cargos políticos no fueron pensados en esta diversidad de identidades, pero es necesario en mi caso hacer este ritual. Necesito presentarme y solicitar que siempre tenga la sabiduría y esa luz para que en mi boca pongan las palabras adecuadas para llevar este mensaje de la no discriminación, este mensaje de abrazar la diversidad de identidades”.
“Yo, por vocación elegí la docencia, pero por falta de recursos no pude terminar la carrera”, dice la funcionaria.
La historia que cuenta podría ser la de miles de mujeres indígenas en México: se inscribió en la Normal de Maestros, pero sus papás estaban sin solvencia económica y era difícil mantener su estancia en la ciudad. Había cursado el segundo grado del bachillerato pedagógico y consiguió un trabajo de suplencia, que se fue extendiendo con contratos temporales, hasta que llegó a la escuela intercultural que está en mi comunidad, donde daba clases de “expresión” (por lo que explica, es una mezcla de español y lengua materna) a estudiantes de bachillerato. Y así fue ascendiendo hasta que llegó a ser responsable del plantel.
“Si vi que era necesario terminar una carrera, pero luego una vez que tuve trabajo me encontraba con la tarea de atender mi familia y la manutención o estudiar, que también implicaba dejar a mi familia, trasladarme, entonces, pues no, obvio que ya teniendo familia le di prioridad y dejé de lado el terminar una carrera”, dice ahora.
En 2013, su vida dio un vuelco. Después de 16 años dejó la docencia para acompañar a su madre en una actividad insólita para una mujer de su comunidad.
“Mi mamá fue elegida gobernadora suplente del Tatoani, que es nuestra máxima autoridad en los pueblos wixarixari. Es un designio divino que tiene que ver con el linaje, no todos nacimos para gobernar, no es como la política. La otra forma de llegar ahí es la aplicación en los usos y costumbres. Fue algo inédito que a mi mamá la hayan elegido, porque ese era un cargo solo para hombres. Entonces el Consejo de Mayores le dio esa distinción y yo la acompañé y me fui adentrando en ese activismo de llevar ese mensaje del pueblo wixárika, traducirlo al español y proyectarlo en una necesidad pública, en gestión. Me gustó. Ella estuvo solo por un año, pero yo pude reconocer que era parte de eso, que ahí estaba mi misión también y ya me enfoqué más en hacer ese acompañamiento, acudir a las asambleas, hablar”
Después de tres años la eligieron consejera y luego fue parte del consejo de vigilancia, un cargo que también había tenido su madre.
Todos esos pasajes, esa experiencia, ese caminar que he visto en mi madre es la que me ha impulsado a esto. Ella es la que ha roto los estereotipos que había en la comunidad, la que me abrió paso. Y me dice: ‘sí, yo caminé, pero tú me acompañaste. Aquí lo bonito es que tú ya viste, aprendiste, y te ha tocado abrir más esa pequeña brecha’.
En esas estaba cuando, en julio de 2020, ocurrió la renuncia de Mónica Macisse al Conapred y el presidente anunció, una conferencia matutina, de que la sustituta sería una mujer indígena. En febrero de ese año, Claudia había terminado su gestión como autoridad agraria y tenía pensado conseguir un trabajo que le permitiera seguir fortaleciendo el liderazgo de las mujeres. Entonces la buscaron del gobierno federal. Entonces habló con su madre.
“Le dije: ‘yo no quiero vivir en la ciudad’. Y ella me dijo: ‘hija, acuérdate que todos tenemos una misión. No es cuestión de que tú decidas o que yo no quiera dejarte ir. Yo desde donde este te voy a apoyar. Ve’”:
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La entrevista ocurre el 14 de julio, un día después de que fue nombrada presidenta del Conapred. Es una conversación larga, en la que hablamos del largo camino que ha tenido para llegar a este puesto, que es el segundo nombramiento de una persona indígena en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Fueron dos años de espera, porque ninguna de las tres candidatas estaba titulada.
—¿Qué ha sido lo más difícil aquí?
— Ha sido un choque muy fuerte venir a la ciudad. Y creo que aquí, en la función pública el reto es que las demás personas puedan reconocer que hay esa diversidad de liderazgos, porque ahorita es muy marcado que para llegar a estos espacios se requiere una formación académica. Pero nosotras tenemos la certeza de que nuestro activismo en nuestras comunidades también es una carrera y también tiene sus complejidades, no es nada fácil, y no todos tenemos acceso, igual que en la educación. ¿Como sería nuestro título? Creo que somos maestros de la vida y de la gestión.
—Decía en su columna Kau Sirenio, que tristemente las principales críticas vendrían de otras personas que vienen en pueblos que se han asimilado a la cultura dominante…
—En esta lucha por la igualdad hay que abrazar esa diferencia de las carreras comunitarias y académicas. Una vez alguien me decía: ‘tienes que hablar muy bien para poder desempeñarte en un cargo así’. Pero si en un momento empiezo a hablar wixárika ¿quién me va a entender? ¿Por qué tendría que hacer lo posible para que me entiendan? El mal llamado analfabetismo es lo que más dificultad nos ha costado enfrentar aquí. Porque no incluye esa diversidad de aprendizajes del ámbito comunitario y académico. Cuando decimos analfabeta, es como si estuviéramos en cero, pero no, esa persona tiene un camino también y ha tenido sus aprendizajes.
Hay que encontrar un punto medio, insiste Claudia, pero eso sólo puede lograrse de una manera:
“Quienes somos considerados diferentes, necesitamos tener ese valor de ser quienes somos. Por eso decidí ser como soy aquí, no me transformé. Y siempre que puedo trato de hablar mi lengua y aunque me dicen: ‘traduce, por favor’, son cosas que quiero decir en mi lengua y que no necesariamente tengo que traducir. Cosas que quiero que ustedes entiendan, porque comunicarnos como somos lo que hace es que abre otros ojos, que son los del alma, y abre los oídos de los ojos, porque tú tratas de ver y entender lo que no está dentro de tu código”
Un buen ejemplo de lo que dice llega cuando le preguntamos qué es un Marakame. La respuesta es de lo más imprevista: “más bien te puedo decir qué hace: es el comunicador, el intermediario el intermediario que envía un mensaje de una persona a la otra… como el celular”.
Claudia insiste: muchas veces no hay las palabras adecuadas para traducir, a veces por eso son malempleadas, “Me imagino que así se creó la palabra huichol”.
—¿Es muy difícil hablar español?
—Anteriormente estudiar, no era opción, era más bien un sacrilegio a la cultura, porque los wixaritari nacimos para dedicarnos a nuestros usos y costumbres y perpetuar nuestra identidad. Entonces mi mamá se fugó a un internado católico y dice que no entendía nada cuando las monjitas le daban indicaciones. Una vez la mandaron a la cena a buscar un puré, pues mi mamá no sabía que era y llevó un cucharón… creo que sí es difícil. En mi caso fue de manera diferente porque yo nací fuera de la comunidad y primero aprendí a hablar español y después wixárika. Pero el vocabulario de la lengua española es muy complejo. El wixárika es más conceptual, nosotros con poco decimos mucho y la lengua española no, es muy compleja.
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Claudia tiene dos hijos. El mayor, de 23 años, es maestro de telesecundaria en una comunidad no indígena, aún no tiene plaza. El menor tiene 21 y está estudiando. “Iban a estudiar los dos al mismo tiempo, pero como no tenía un empleo, pues era muy pesado para mi solventar los gastos de ellos dos, entonces le dije al menor: ‘lo siento mucho, quiero que estudies, pero no estoy en posibilidades de poderles ayudar a los dos al mismo tiempo. Esperemos a que tu hermano concluya para que podamos ayudarte’. Y apenas va a empezar en este ciclo escolar a estudiar veterinaria”.
Esperar dos años el nombramiento, dice, les permitió a las tres candidatas (las otras eran la cucapá Mónica González y la o’dam Olga Santillán) conocer al Conapred desde una posición de observadoras. Y su entendimiento del mundo les permitió establecer una relación de no competencia.
“Creo que tiene que ver mucho como concebimos el universo, la vida la comunidad. Vivimos este proceso como una familia, sabíamos que en determinado momento iba a haber un nombramiento y pactamos: quien quede las demás se tendrán que sumar, tendrán que apoyar donde le toque estar, así llegamos a este momento. me atrevo a hablar por la cultura cucapá, la o’dam, pues hay esa comunión, siempre nuestras oraciones son por el bien común y no hay un límite, cuando haces una plegaria, es por el universo”.
—Conapred ha tenido diferentes etapas. Fue fundado por un hombre político con una discapacidad, luego dio un giro a la atención de los temas de la diversidad sexual y las identidades étnicas no estaban mucho en la agenda, ¿Cómo te imaginas el trabajo que puede ser?
—Ese es el otro reto manejar la agenda de Conapred de una manera equilibrada en que ninguna se vea más atendida que otra. No hay una sola cara de la discriminación, es tan diversa y nuestro compromiso es atenderla como todo.
—En el mensaje que diste al asumir el cargo hablabas de ir a la calle y romper el pensamiento hegemónico ¿cuál es la idea central de lo que te gustaría lograr en estos cuatro años?:
—Tengo esa misión de llevar este mensaje de prevención de la discriminación y otros conceptos: el racismo homofobia, clasismo, que es necesario también irlos socializando, desde lo local. Y digo que vamos a tener presencia, no porque vamos a poner oficinas en cada estado, pero sí a buscar ese acercamiento con los gobiernos para poder trabajar la agenda del Conapred. Esa es mi firme convicción ir y que me conozcan, no estar enfrascada en responder oficios y acudir a actos protocolarios, sino también ir a trabajar, conocer, enfrentar, debatir, en estos ámbitos donde prolifera la discriminación, que es en lo local. Mucha gente ha normalizado demasiado los actos discriminatorios y no tiene idea de que existe el Conapred.
La SEP, por ejemplo, es un gran aliado, ahora que se esta trabajando esto de la educación inclusiva le decíamos que nos den la oportunidad de sumarnos a ese trabajo. Es una de las formas de hacer redes y no duplicar un trabajo, porque ¿para que la SEP va a buscar a otros expertos o empezar desde cero cuando aquí es un trabajo que ya se hace. Es una tarea que me voy a dar: tocar la puerta de las secretarias para formar esas redes y que, a través de sus programas territoriales, podamos sumarnos y llegar al ámbito local. Hablamos de una inclusión de las diferentes diversidades en la política. El presidente Andrés Manuel López Obrador ha tenido esta apertura a las poblaciones más vulneradas y estamos llegando a esos espacios, las mujeres y ahora ya estamos dos personas indígenas. Creo que desde la gobernanza se debe de abrazar esta diversidad.
—¿Te da miedo?
—No, de hecho, hace un momento alguien me decía: ‘yo he hecho estudios en este tema de la discriminación, el tema de las mujeres’. Y le dije: ‘bueno, tú la has estudiado, yo la he vivido y la he enfrentado y por eso estoy aquí’. Se que encontraré a las personas adecuadas que me ayudaran a analizar la situación y que juntos encontraremos la forma para poder abordarla. Y la crítica es buena también, aunque no sea constructiva, te hace ubicarte también en donde estás… No, no tengo miedo, venir de un pueblo originario y ser líder, me da la fortaleza para estar aquí.
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