Buscadoras y cuidadoras

24 enero, 2024

Esta es la historia de Leti, una buscadora que se transformó, como le sucede a cientos de miles de familiares, en su mayoría mujeres, madres, hermanas, hijas. No solo la vida de la madre cambió, toda la dinámica familiar se vió trastocada. A más de seis años de la desaparición de Marco Antonio, a la par de ser buscadora Leti es cuidadora de sus nietas y nietos, y esa es una parte de su historia que rara vez cuenta

Por Celia Guerrero / X: @celiawarrior

Leticia Sandoval Zúñiga —señora Leti, de cariño— va acompañada por su nieta Edith, de 13 años, a casi cualquier lado. A la niña le gusta estar con su abuelita y a Leti le gusta cuidar de su nieta. Pero eso a veces se complica, sobretodo cuando Leti tiene reuniones largas, búsquedas riesgosas o algún asunto jurídico que resolver sobre el caso de su hijo, Marco Antonio Márquez Sandoval, desaparecido el 13 de junio de 2017 en Guadalajara, Jalisco.

A partir de la desaparición y búsqueda de su hijo, la existencia de Leti se transformó, como le sucede a cientos de miles de familiares, en su mayoría mujeres, madres, hermanas, hijas. No solo la vida de la madre cambió, toda la dinámica familiar se vió trastocada. Sus nietos quedaron bajo su cuidado y de su esposo, quien falleció tiempo después por problemas de salud que, piensa Leti, no atendió por estar trabajando extra para sostenerlos económicamente.

A más de seis años de la desaparición de Marco Antonio, a la par de ser buscadora Leti es cuidadora de sus nietas y nietos, y esa es una parte de su historia que rara vez cuenta. Por ello decidió participar en un evento del Centro de Justicia para la Paz y Desarrollo (CEPAD), una asociación civil que la acompaña no solo a ella, sino a varios miembros de su familia, incluida su nieta, Edith.

En diciembre de 2023, Leti habló en la presentación de Las infancias como principio rector. Diagnóstico sobre los impactos y necesidades de niñas, niños y adolescentes que viven la desaparición de su familiar en Jalisco. Edith, por su lado, decidió mejor escribir una carta que fue leída al público. En ella expuso un poco de su experiencia: cuando acompaña a su abuela a marchas, cómo la pone triste ver a las mamás gritar; cómo vivió la noticia de la desaparición de su tío, Marco Antonio.

“Él era como mi papá y sí me dolió mucho porque el día que se lo llevaron yo todavía no me enteraba. Cuando me dijeron me sentí demasiado mal porque yo lo quería mucho […] Yo veo llorar a mi mamá Leti y me da tanta tristeza […] Yo quisiera que esta navidad estemos todos en familia. También quisiera que él estuviera aquí, que vea cómo crecí, que me vea en mis quince años […]”, escribió Edith.

Sofía Virgen, acompañante de personas víctimas de violaciones a sus derechos humanos e integrante del área de atención psicosocial en el CEPAD, explicó que durante años muchas de las personas que se acercaban para pedir apoyo a la organización acudían en compañía de niñas, niños y adolescentes. De ahí que la organización se planteó comenzar a desarrollar estrategias de atención integrales, que les incluyeran.

Uno de los primeros ejercicios que realizaron fue el fanzine Infancias sonoras. Nuestra voz, nuestros derechos, una publicación que aborda las emociones, impactos, herramientas, derechos y necesidades de niñas, niños y adolescentes familiares de desaparecidos.

En la última sección, la de las necesidades, se puede leer: “Necesito que el maestro entienda que no me puedo concentrar”, “Necesito sentirme segura”, “Que le ayuden a mi abuelita con las cosas que yo y mis hermanitos necesitamos”, “Necesito que me pregunten si quiero hablar”, “Que nos apoyen en las marchas”, “Que respondan mis preguntas”, “A veces que me dejen sola”.

Con el fanzine y el diagnóstico CEPAD pone el dedo sobre una arista de la problemática que tiende a estar invisibilizada: el impacto diferenciado en niñas, niños y adolescentes de la desaparición de un familiar. En ellos están presentes las consecuencias en su salud física y emocional que “se reflejan en su motivación, desarrollo emocional, trastornos de sueño, cambios de alimentación, rendimiento escolar, conductas autodestructivas o problemas en las relaciones sociales”. A la par, rescatan experiencias generalizadas que alumbran hacia una preocupante mezcla de estigma social y falta de sensibilidad en espacios escolares y comunitarios. Y, en el fondo de ese escenario de por sí preocupante, subyace también la invisibilización de las buscadoras y cuidadoras.