Sequía, plagas e incendios son cada vez más recurrentes en las zonas forestales. Las comunidades que realizan manejo forestal desarrollan estrategias para proteger a sus bosques, ecosistemas que son prioritarios para la mitigación del cambio climático.
Texto: Pablo Hernández Mares / Mongabay
En algunas lenguas indígenas no son suficientes dos palabras para expresar todo lo que significa “cambio climático”.
Alejo López, hablante de una de las variantes del chinanteco, explica que para referirse al cambio climático él usa una expresión más extensa:
“Ni ka li seen ja lee ee lï´ mïï hui´”.
Algo así como: “conservemos lo que tenemos y hagamos buen uso de nuestro bosque, nuestra agua, nuestro aire”.
Los chinantecos, habitantes de la Sierra Juárez de Oaxaca, se llaman a sí mismos “tsa ju jmí’”, que significa “gente de palabra antigua”.
Alejo López es presidente del consejo de administración de la Unión de Comunidades Productoras Forestales Zapotecos-Chinantecos de la Sierra Juárez (UZACHI).
Años atrás, cuenta Alejo López, la lluvia era constante, pero ahora ha bajado por la deforestación.
En México, se conoce aún poco cuáles son los efectos específicos del cambio climático, advierte Julián Andrés Velasco Vinasco del Grupo de Cambio Climático y Radiación Solar de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Se estima que algunos grupos de plantas podrían desaparecer, “pero no tenemos la información detallada de cuáles son las especies más susceptibles por este fenómeno”.
Quienes, como Alejo, viven de los bosques comunitarios ya observan algunas consecuencias por los cambios en el clima, y buscan estrategias para combatirlo.
En chinanteco, Mo´ significa bosque y ´Mah es árbol.
Los bosques de la Sierra Juárez, en Oaxaca, se enfrentan a una población de insectos que crece cada vez más. Tal es el caso del descortezador (Dendroctonus adjunctus) y el defoliador (Zdiprino haudeni). Éstos se convierten en plagas por el daño que provocan a los árboles.
“Anteriormente la temporada de lluvias era más marcada; con las temperaturas bajas estas plagas declinaban su población y los bosques mantenían su vigor. Ahora con temporadas de calor más prolongadas y las sequías, estas plagas tienen mayores capacidades de crecimiento y obviamente de afectación a los bosques”.
Salvador Anta Fonseca, miembro del Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS).
Así lo resume Salvador Anta Fonseca, miembro del Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS) y responsable del área forestal de la organización Política y Legislación Ambiental (Polea).
Además, hace cuatro años apareció una nueva plaga que no se había presentado en Oaxaca: el defoliador. Comenzó en un pueblo y ahora ya hay 20 mil hectáreas afectadas, agrega Salvador Anta.
Manuel Herrera, director técnico de la UZACHI, explica que las montañas boscosas templadas ahora tienen temperaturas más altas. Eso beneficia la proliferación de plagas. Por ejemplo, antes los defoliadores no tenían presencia arriba de los 2 mil 200 metros sobre el nivel del mar; ahora se presentan hasta los 2 mil 800 metros.
“Las comunidades [no están] preparadas para afrontar una plaga que aparece de la noche a la mañana, es algo que pega muy fuerte”, explica Herrera.
Para las comunidades que son dueñas de estos bosques y que realizan un aprovechamiento sustentable de ellos, los insecticidas (orgánicos), arrojados desde el aire y rociados en la tierra, implican costos y procesos que antes no tenían contemplados.
Manuel Herrera explica que las comunidades están innovando en su lucha contra las plagas con algunas alternativas: desde la aplicación de tratamientos mecánicos como la clarificación de zonas boscosas, quemas controladas o hasta el combate directo al gusano para eliminarlo manualmente.
Desde mediados de abril y durante los primeros días de mayo, en la Sierra Juárez, el humo de los incendios forestales saturó el aire, o “gih”, como se le dice en chinanteco.
En el estado de Oaxaca se llegaron a tener 40 incendios simultáneos.
Enrique Jardel, especialista en ecología del fuego, menciona que en 2019 se registraron las temperaturas más altas históricamente, propiciando con ello una mayor incidencia de incendios en México. En los últimos tres años, la superficie incendiada fue superior al promedio de los últimos 50 años.
Esto no ocurre sólo en México. A escala global, explica Jardel, se observan cambios en la estacionalidad: temporadas de sequía más largas que favorecen la propagación de incendios.
Manuel Herrera, de la UZACHI, advierte que el manejo forestal comunitario —el aprovechamiento planificado y sustentable de los recursos maderables y no maderables del bosque— tiene tres áreas de acción: social, económica y ecológica.
“Los incendios forestales nos pegan en las tres áreas”, resalta Herrera, y menciona algunos ejemplos: en la ecológica, un incendio puede afectar zonas de reforestación de cinco, diez o veinte años; en la parte económica, se pierden los recursos que se invirtieron, “porque no tiene el mismo valor una madera quemada que una madera buena”; y en la parte social están los riesgos que implica combatir un incendio.
Además, “si se pierde el bosque, se pierde el empleo lo que impacta la economía de las personas”.
“E mianaa ih mo´ kii naa” es la forma de nombrar el manejo forestal en chinanteco.
Hace poco más de 30 años, las comunidades de la Sierra de Juárez lograron que el Estado ya no entregara a empresas privadas las concesiones para aprovechar la madera de los bosques de sus territorios. Ahora las comunidades tienen a su cargo el manejo forestal comunitario.
Laura Jimenez Bautista, subdirectora técnica de la UZACHI, menciona que las comunidades de la región ya reconocen que sus bosques no solamente son madera, sino que proveen servicios ambientales y que el manejo forestal contribuye a la mitigación del cambio climático.
Agrega que las comunidades que forman parte de la UZACHI son parte del “Mecanismo Dedicado Específico para Pueblos Indígenas y Comunidades Locales”. Esta es una iniciativa global para apoyar a poblaciones indígenas que conservan bosques y realizan actividades de mitigación del cambio climático.
El MDE es financiado por el Programa de Inversión Forestal (FIP, por sus siglas en inglés) y da financiamiento a 97 subproyectos de actividades productivas relacionándolas con el manejo forestal sustentable, sistemas agroforestales, ecoturismo, agricultura climáticamente inteligente, sistemas silvopastoriles y promoción e inclusión de la gobernanza local en ejidos, comunidades, empresas comunitarias y sociales en Jalisco, Campeche, Quintana Roo, Oaxaca y Yucatán.
En noviembre 2010, el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS) publicó el estudio titulado El manejo forestal sostenible como estrategia de combate al cambio climático: las comunidades nos muestran el camino. Ahí se menciona que en aquellas zonas donde predomina el manejo forestal comunitario, el bosque se conserva e incluso se expande.
En ese estudio se recalca que el aprovechamiento forestal comunitario es eficaz porque promueve el desarrollo de las comunidades locales, al mismo tiempo que conserva la biodiversidad y captura de carbono.
“Los bosques no sólo generan beneficios a sus propietarios sino que producen servicios ecosistémicos al resto de la sociedad: la captación de agua, la captura de dióxido de carbono de la atmósfera y diferentes bienes que son muy importantes para la economía”, resalta Salvador Anta.
En estas comunidades una parte del bosque se destina a producir madera sustentable. Pero, desafortunadamente, de las 64 millones de hectáreas de bosques y selvas que tiene el país, solo en 5.5 millones se realiza una producción forestal maderable, resalta Anta.
El CCMSS propone reorientar las políticas públicas del campo para fortalecer el manejo forestal comunitario, el cual ha demostrado frenar la deforestación y degradación de los bosques. Así lo explica Enrique Jardel, profesor investigador del Departamento de Ecología y Recursos Naturales de la Universidad de Guadalajara.
Jardel también reconoce que las empresas forestales comunitarias enfrentan una serie de problemas, entre ellos la crisis económica y la presencia del crimen organizado en el control de la tala ilegal.
Alejo López creció entre árboles y aprendió con la gente de su comunidad a realizar manejo forestal.
En otras tierras del país, en el estado de Jalisco, Eduardo Sánchez Guizar, busca aprender a manejar en forma sustantable ese bosque que hace un lustro comenzó a cuidar.
“Es como un bosque chiquito. Todo alrededor está sembrado de maíz y es el único lugar donde hay más árboles; se ven nidos de pájaros y pisadas de venados que se refugian allí”, cuenta Eduardo Sánchez Guizar, dueño de ocho hectáreas en el municipio de Atoyac, Jalisco, dentro de la Sierra del Tigre, perteneciente a la Sierra Madre Occidental en México.
Eduardo, de 57 años de edad, reforestó su predio con 5 mil árboles de una especie local conocida como rosa panal (Viguiera quinqueradiata). Con esta madera se fabrican los equipales, un mueble típico mexicano. La reforestación fue parte del Programa Especial para la Restauración de las Microcuencas en Zonas Prioritarias Lerma-Chapala, de la Comisión Nacional Forestal (Conafor). Su caso fue uno de los más exitosos porque sobrevivió el 80 % de los árboles que plantó.
A los 18 años, Eduardo migró a Estados Unidos para trabajar en las plantaciones de almendras y duraznos cerca de Sacramento, California. Desde entonces soñaba con una tierra llena de árboles. “A mí me gusta mucho ver los árboles grandes, mis compañeros del Ejido dicen que está muy bonito. Todos deberíamos sembrar muchos árboles, si nos sumamos todos a lo mejor sí podríamos hacer algún tipo de cambio, si nos lo proponemos”.
Eduardo es consciente de que el cambio climático ya está generando efectos en los ecosistemas.
“Si ponemos más árboles, éstos atraen el agua; nosotros no podemos decidir sobre el clima, pero lo que nosotros hicimos es una pequeña ayuda. No es lo mismo que digas que hay 4 mil árboles a que no haya ninguno. A lo mejor son poquitos, pero a la hora de la hora ayudan en algo”.
Los equipales, cómodas sillas y sillones de estilo rústico campestre, requieren que la madera de la rosa panal tenga un ancho que se alcanza cuando el árbol tiene al menos 5 años de edad. Por eso, ahora Eduardo planea impulsar el aprovechamiento forestal. Eso sí, dice, cuidando que su bosque se mantenga.
* Este texto fue publicado originalmente en Mongabay y puede consultarse aquí https://es.mongabay.com/2020/05/mexico-bosques-comunitarios-cambio-climatico/
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