Todos los días cruzan cientos de migrantes de diversas nacionalidades, idiomas y culturas en el Istmo de Tehuantepec. Los hay cubanos, colombianos, egipcios, chinos, rusos, senegaleses, egipcios, afganos, árabes, de Centroamérica, entre otros
Texto: Diana Manzo / Istmo Press
Fotos: Diana manzo
OAXACA. – “Hola soy Venezolano, estoy de paso por tu país, por favor apóyame, Dios te bendiga”, se lee en un pedazo de cartón que carga Smiling, un migrante venezolano a las afueras de una tienda departamental. Él y su novia que tiene 3 meses de embarazo llegaron a Juchitán, Oaxaca y se detuvieron para pedir unas monedas y completar para sus boletos y seguir su camino en busca del sueño americano.
Así como Smiling, todos los días cruzan cientos de migrantes de diversas nacionalidades, idiomas y culturas en el Istmo de Tehuantepec. Los hay cubanos, colombianos, egipcios, chinos, rusos, senegaleses, egipcios, afganos, árabes, de Centroamérica, entre otros, algunos hablan español, otros intentan hacerlo y hay otros que para comunicarse usan las manos y las señas.
“Yo hablo poco español” dice un hombre negro con una túnica de color gris. Él es originario de Senegal y está siendo fila para comprar su boleto de autobús. Yoni como dice que se llama y que apenas se entiende, explica que comprará su boleto para llegar a Oaxaca y posteriormente irse a la Ciudad de México y así llegar a la frontera norte.
A su lado está parado Cristián, un joven de 18 años y originario de Cuba. Cristián llegó solo, pero en el camino se ha encontrado a otros jovenes como él y ahora juntos caminan como apoyo.
“Cuando te ven solo es más fácil que te asalten, te quiten tu dinero y te deporten, en cambio cuanto te ven en bola, lo piensan más”, relató Cristián, quién asegura que conseguir un permiso para continuar su camino ha sido complicado, porque no hay y aunque le han ofrecido a cambio de dinero, algunos son falsos y prefiere esperarse.
Johan de 27 años de edad viaja con su esposa, dos hijos de 5 y 7 años de edad , su suegra y sus cuñadas. “En ese arbolito que usted ve, ahí nos estamos quedando, llevamos tres días tratando de juntar para los pasajes y después ya avanzamos”.
Para llegar a Juchitán, Oaxaca, Johan de origen venezolano cruzó seis países “Colombia , Panamá , Costa Rica , Nicaragua , Honduras y Guatemala” más la selva del Darién, donde imaginó no salir vivo.
“Cruzar el Darién ha sido lo peor que pude haber hecho, pero no había otra opción, es una selva muy traicionera, porque piensas que todo está bien, sin embargo en el camino te encuentras con deslaves, ríos, selva, animales peligrosos, y sí te desvías tantito, ya lo perdiste todo, pero acá seguimos vivos por nuestro sueño”, recalcó.
Pero no todo ha sido color de rosa para Johan, mientras avanza los días, el dinero ya se le terminó y aunque ha pedido trabajo, se le niega.
“He pedido trabajo pero se nos niega, la gente desconfía mucho y lo que hacemos es limpiar parabrisas del carro, ayudar a abrir la puerta de las tiendas y ahí que nos den monedas, o ayudar en los supermercados a vaciar las mercancías que compran, nada más, y de eso nos pagan muy poco”.
Johan y su familia añoran llegar a Carolina del Norte porque allá viven sus dos hermanos, que cruzaron en agosto del año pasado y ya trabajan.
“Allá en Venezuela trabajaba como pintor de coches, todo iba muy bien, pero con la violencia y las agresiones, además de la falta de dinero decidí migrar con mi familia, allá solo se quedaron mis padres, porque mis dos hermanos ya están en los Estados Unidos, que ahora lo vemos más difícil”, señaló.
María y sus dos hijas vienen desde Nicaragua y anhelan llegar a Estados Unidos para reencontrase con su esposo y padre respectivamente. Cruzaron en lancha, la cual tomaron en Chiapas para llegar a Juchitán, Oaxaca y consideran que ha sido una travesía muy peligrosa, pero además han vivido el rechazo y la discriminación de personas.
Y es que en las redes sociales, se leen comentarios de rechazo ante el crecimiento acelerado de personas migrantes en la terminal de autobuses de primera clase, lo que ha provocado que boletos de viajes se agoten muy rápido.
“Mucha gente cuando nos ve, se aleja, y más porque la mayoría llevamos días caminando, sin bañarnos y en nuestro caso estábamos paradas comprando boletos y cuando la gente ve las enormes filas, comienza a decir que por nuestra culpa ya no alcanza sus pasajes, y eso ha sido muy recurrente, llevamos 5 días acá esperando juntar el dinero y aún no llevamos ni la mitad”, señaló.
El sacerdote Alejandro Solalinde Guerra, director del Albergue Hermanos en el Camino coincidió con el aumento acelerado de personas migrantes, en el refugio que coordina también está lleno.
El defensor de los derechos humanos de los migrantes refirió que la migración no se detiene y que en los últimos meses han llegado personas de diversas nacionalidades, especialmente africanos, y hasta asiáticos.
Solalinde Guerra dijo que la migración no se detendrá, y que es necesario atender el problema de raíz, mejorando las políticas publicas.
Por último recalcó que el xenofobia y el racismo siguen estando vigentes hoy en días en la gran mayoría de los espacios públicos, y un ejemplo han sido las unidades de salud, donde tardan en atender a las personas migrantes que llegan a urgencias.
Esta nota fue publicada originalmente en ISTMO PRESS, que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes ver la publicación original.
Reportera en Unión Hidalgo, Oaxaca.
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