El “artivismo” es una herramienta de transformación social que busca sensibilizar sobre violaciones a los derechos humanos de una manera digna a través del arte. Se trata de un método implementado por Documenta, organización civil acompañante de personas afectadas por la injusticia
Texto y fotos: Mónica Cruz y Luz Cecilia Andrade
CIUDAD DE MÉXICO. – Parada en algún lugar del norte de México con los ojos vendados y sin poder hacer nada más que temblar, Miriam pudo percibir a su alrededor gritos de dolor. Obligada a caminar al interior de un recinto por los hombres con traje militar, que solo logró ver cuando sin explicación la levantaron en las calles de Tijuana aquel día de 2006, no pensó inmediatamente que su suerte sería la misma que la de las estremecedoras quejas. De alguna forma, su primer pensamiento fue esperanzador: “no me van a hacer nada, soy mujer”. Pero se equivocó. Después de sobrevivir a este episodio, Miriam López intenta continuar con su vida, luchando por obtener justicia. Sin embargo, su caso no es el primero ni fue el último.
Por su parte, Gil Samaniego, mujer trabajadora y madre de dos hijas y un niño, conoció esos actos de abuso por parte de la policía a través de las palabras entrecortadas de su esposa Juana Padilla en aquella visita al CERESO de Saltillo seis meses después de haber sido privada de su libertad el 23 en marzo de 2020.
Tras varios traslados arbitrarios, intimidación y falta de comunicación con su familia, Juana le comentó a su esposa la tortura física y sexual que vivió en su estancia en el penal de Piedras Negras. Con dificultad y un nudo en la garganta, Gil señala que lo ocurrido fue un acto intimidatorio por parte de las autoridades del lugar para “hacerle ver” a Juana cómo eran las cosas ahí. “Es un tema que hasta ahora no quiere recordar”, expresa con lentitud.
Según el Artículo 1 de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes de la ONU, “tortura es todo acto que inflija intencionalmente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o un tercero información, confesión o castigarla”.
A la fecha, tanto el caso de Juana Padilla como de Miriam López siguen sin resolverse del todo. No obstante, la búsqueda de justicia las mantiene con esperanza. Ahora, ambas mujeres son acompañadas en su proceso por sanar y sus exigencias de justicia por Documenta, una organización civil que ante este panorama de violaciones a los derechos humanos ha optado por denunciar de una manera particular: con el arte.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad (ENPOL) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) publicada en 2021, el 45.8% de las personas consultadas refirieron haber sido incomunicadas y aisladas después de su detención y hasta antes de llegar al Ministerio Público. El 64.5% aseguró haber sufrido algún acto de violencia, realizado o permitido por la policía o autoridad.
“Lo que queremos es llevar a estas comunidades invadidas por la injusticia, la violencia social, iniciativas artísticas que sean dignificantes, que sean constructivas, que sean reivindicativas y todas, creo que esto es importante, todas nuestras propuestas parten de la creatividad para articular respuestas que estén de acuerdo con necesidades específicas del entorno”, afirma Ángel María Salvador Ferrer, coordinador del programa de Prevención de la Tortura en Documenta.
La campaña “Arte contra la Tortura” bajo su dirección, busca sensibilizar sobre lo que vive una persona víctima durante y después de un caso de tortura. Consta de cuatro microobras de teatro en colaboración con La Mancha Producciones, cuatro relatos sonoros en Spotify y un cortometraje de ficción.
De esa forma, a través del “artivismo”, herramienta de transformación social que ha formado parte del ADN de Documenta desde un inicio, como menciona Ángel, la campaña tiene el objetivo de invitar a la gente a ser socialmente más activa y generar, de una manera respetuosa con quienes fueron víctimas de tortura, conciencia política incentivando a la movilización, a la exigencia de justicia.
El coordinador de Prevención de la Tortura resalta la importancia que tiene para la organización no solo llevar a cabo las iniciativas propias, sino escuchar a las personas que lo han vivido en carne propia que ya tienen intenciones de visibilizarlo: “Nosotros muchas veces no somos los que motivamos las obras, sino más bien somos vehículo, le damos un poco la parte creativa, pero tenemos un impulso que viene desde desde las propias comunidades”, expresa.
Tanto el caso de Juana como el de Miriam inspiran las historias contenidas en estas producciones, que aunque en ocasiones son ficción, ejemplifican la crisis de derechos humanos que vive México:
“Imaginen que su cara está pegada al piso, que sus brazos están en su espalda, que sus muñecas están esposadas, que tienen encima a una persona que pesa el doble que ustedes, que se les está yendo el aire, que no pueden respirar y que lo único que les preocupa es que su cámara está tirada lejos de ustedes”.
Ella es Leslie Pérez, quien se dedica al fotoperiodismo desde hace 12 años. El 8 de marzo de 2021, mientras cubría una protesta feminista, fue agredida por un grupo de policías en la inmediaciones del Metro de la Ciudad de México, en donde le ocasionaron una lesión cervical y la mantuvieron incomunicada largo rato junto con varias colegas, esto a pesar de haber mencionado a gritos que eran prensa.
Al contar su historia, la joven aún se siente vulnerable, pero se muestra abierta a hablar de su vivencia después de no haberla compartido un tiempo con medios de comunicación y organizaciones civiles por temor a la revictimización que ya ha experimentado. Es una de las invitadas a la presentación de “La Nota”, un cortometraje que integra la campaña “Arte vs la tortura” a cargo de Documenta.
Leslie se ve reflejada en la producción que ella y otras 130 personas acaban de ver. Dice entender la incertidumbre, la desesperación, el miedo y concuerda con los directores de la cinta al pecibir en la trama una de las peores situaciones que viven muchos periodistas solo por ejercer su trabajo, una violencia aún muy invisibilizada: la tortura psicológica.
“Lo que buscábamos era abordar la tortura desde un sentido humano, no nos interesaba abordar la tortura física y mostrar algo sumamente grotesco, lo que queríamos era humanizar a la periodista que quiere cambiar al país… Buscamos también trabajar con la tortura psicológica, todo lo que hay alrededor de la parnoía tras el echo”, menciona Tania Ángeles Begún, codirectora del corto junto con Juan Pablo Rivas.
En parte, Leslie decidió compartir su vivencia porque considera al arte como un medio fuera de lo convencional para comunicar. Cree que si las formas tradicionales no están haciendo llegar el dolor y la seriedad implícitas en estas violaciones a los derechos humanos, el arte puede ser una herramienta perfecta para llegar al corazón de más gente y hacer perdurar la petición de justicia.
Osvaldo Diaz, estuvo cerca de convertirse en periodista, pero la vida y algunos miedos completamente justificados, lo llevaron por otro camino: la actuación. En esta ocasión, habría de tomar un retorno que le hizo pasar cerca de lo que pudo haber sido. Osvaldo interpreta a “El Rajas”, el compañero camarógrafo de la protagonista de “La Nota”.
El joven actor, no se toma a la ligera producciones como esta sino que asume su trabajo con compromiso. Como él mismo menciona, busca plantar en el público la semilla de la inquietud y la conciencia, por ello trata de participar en iniciativas que defiendan la igualdad, la justicia, la libertad, la solidaridad y las posibilidades de una mejora colectiva e individual.
Revela que no había participado antes en un proyecto como el que lidera Documenta, pues ha percibido que regularmente las producciones sobre temas sensibles no son genuinas al haber algún propósito comercial para obtener una ganancia. Esta vez no lo sintió así.
“No creo ni espero que todo mundo se conmueva o cambie su perspectiva, pero sí pocas personas. Con que pocos entiendan el mensaje para mí es más que suficiente, seguiré haciendo esta labor… Creo que siempre va a haber este sentimiento de inconformidad, de tristeza, pero hay que seguir haciéndolo, es parte de nuestro trabajo. Tenemos que contar la verdad de alguna manera”, comenta con esperanza.
A varios años de una violación a sus derechos humanos que las cambió para siempre, Miriam y Gil intentan continuar con sus vidas como mujeres sobrevivientes. Los culpables de sus detenciones arbitrarias no han sido juzgados ni sus casos, investigados del todo, sin embargo, no pierden la esperanza.
En 2022, el Registro Nacional del Delito de Tortura (RENADET) de la Fiscalía Especial en Investigación del Delito de Tortura (FEIDT), identificó 2 mil 736 expedientes abiertos por el delito de tortura. Esto contrasta gravemente con los datos del Observatorio contra la Tortura, que en ese mismo año señaló que hubo únicamente 4 sentencias condenatorias y absolutorias dictadas por los Poderes Judiciales Estatales y Federal por ese delito.
Ellas, como Leslie continúan luchando porque su voz sea escuchada, pero escuchada de una manera digna, sin juicios y con sensibilidad ante la magnitud de lo que fue para ellas un parteaguas en su existencia. En el arte ven una posibilidad para que el mundo pueda entenderlas y evitar que más personas experimenten en carne y mente propia las deficiencias de un sistema sordo ante quienes fueron víctimas.
Los relatos sonoros, las microobras de teatro, así como el cortometraje “La Nota” de la campaña “Arte contra la Tortura”, están disponibles para cualquier persona que desee consultarlos en la página web de Documenta, documenta.org.mx así como en sus redes sociales Spotify, Facebook, Instagram, Twitter y Youtube.
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