Este mes se cumplen 64 años de que Ernesto Ché Guevara y Fidel Castro se conocieron en la Ciudad de México. En el par de años que estuvieron en la capital del país los guerrilleros hicieron los preparativos para la Revolución Cubana, realizaron mítines en Chapultepec, escalaron el Popocatépetl y comieron pipián
Ernesto Ché Guevara llegó a la Ciudad de México cuando tenía 26 años y ya había recorrido casi todo el continente americano. El viaje por nuestro país estaba planeado como una larga escala técnica parta llegar — si conseguía la visa — a Estados Unidos, donde se reuniría con familiares. De no lograrlo viajaría a Francia. Pero dos años después el médico rosarino estaría embarcado en la aventura más grande de su vida.
En México, el Ché leyó las memorias de Pancho Villa y “México Insurgente” de John Reed. Sobre todo, se dedicó a ganarse la vida. En un primer momento, el argentino de melena alborotada buscó hacer dinero como doble de cine, pero acabó tomando retratos a los paseantes de la Alameda.
La idea de recorrer el país fue uno de los sueños no realizados de Guevara. Entre los lugares que sí logró conocer están Uxmal, y las pirámides de Teotihuacán.
La Agencia Latina, con sede en Argentina, lo contrató como fotógrafo en México. Al Ché le toco cubrir los juegos Panamericanos de 1955. Meses después, la agencia cerró y Guevara quedó desempleado de nuevo, pero se presentó una oportunidad para volver a la medicina: ese año, el Ché asistió a un congreso de medicina en la ciudad de León, Guanajuato, donde expuso parte del trabajo que había realizado en sus años de estudiante.
A su regreso a la Ciudad de México consiguió un trabajo en el Hospital General. En esos años, Guevara vivió en la calle Rhin 42, de la colonia Cuauhtémoc.
El México de los años cincuenta vivía un dinamismo cultural y político tremendo. El país fue el protagonista de la primera revolución del siglo XX; además, el presidente Lázaro Cárdenas expropió la industria petrolera, promovió una Reforma Agraria que benefició al campesinado mexicano y estableció una educación socialista.
Cárdenas logró una política exterior firme frente a Washington. Durante su administración, México se pronunció en contra del fascismo y dio acogida a refugiados de todo el mundo.
El Ché Guevara reactivó los contactos hechos en sus viajes por América Latina, sobre todo en Guatemala, donde apoyó a Jacobo Árbenz, un presidente de izquierda que fue derrocado. Esa red de amigos lo llevó a conocer a la cubana María Antonia, que sería el vínculo de Fidel Castro en México.
Antonia y su esposo, el luchador profesional Arsacio el Kid Vanegas, vivían en la calle José Emparán 49, en la colonia Tabacalera (a unos metros del Monumento a la Revolución). Ese departamento se convirtió en centro de reunión de cubanos y era muy frecuentado por Guevara.
Ahí fueron presentados, en junio de 1955, Ernesto Guevara y Raúl Castro. Días después, el 7 de julio, el Ché conoció al hermano menor de Raúl. Fidel Castro y Guevara congeniaron rápidamente; los unía un profundo sentimiento antiyanqui. El lugar donde se conocieron sigue siendo un edificio de departamentos y tiene una placa rememora el histórico momento.
Los hermanos Castro y el Ché Guevara realizaron un mitin para conmemorar la toma del Cuartel Moncada en el parque de Chapultepec, frente a la estatua de José Martí, que aún existe. Por esos días, Guevara fue invitado a unirse a la causa rebelde que viajaría a Cuba; sería el único médico de la expedición.
Entre los entrenamientos que se impusieron los revolucionarios estuvieron incluidas varias jornadas de remo (en el lago de Chapultepec), largas caminatas por la ciudad, asistieron a un gimnasio ubicado en la calle de Bucareli, además de las prácticas de lucha libre con el Kid Venegas. Un sobrino del luchador asegura que el Ché se rehusó a las prácticas de lucha hasta que el Kid le aplicó una tremebunda llave.
La familia de Vanegas se envolvió a tal punto con la causa de los cubanos que en su casa guarecieron armas y guerrilleros. La madre preparó ollas con frijoles para los combatientes. De ahí sacó Fidel su gusto por el pipián y el huitlacoche.
Los revolucionarios jugaban básquetbol, subieron al cerro del Chiquihuite y al Popocatépetl. También se formó un grupo en el rancho San Miguel, ubicado en Chalco, donde realizaron simulacros de combates. Incluso, dice una la leyenda que en esa hacienda un Consejo de Guerra ejecutó y enterró a insubordinados y espías.
Por esos días, el Ché se casó con la peruana Hilda Gadea en el pueblo de Tepotzotlán, en el Estado de México. Ambos se mudaron a una casa en calle de Nápoles 40, en la colonia Juárez.
La estadía en México de los revolucionarios acabó el 25 de noviembre de 1956, cuando zarparon desde Tuxpan, Veracruz, rumbo a Cuba, en el famoso Granma. En la embarcación, con capacidad para 10 personas, cupieron unos 82 guerrilleros —bien sentaditos—; muchos de ellos nunca volverían al país.
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Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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