9 noviembre, 2021
Frente a la crisis climática, la única salida que se presenta es transformar la economía, liberar y recuperar la política y construir una nueva relación entre sociedades y planeta
Twitter: @eugeniofv
Lo que se ha visto en los últimos días en Glasgow, Escocia, durante la cumbre mundial sobre cambio climático debería avergonzar a toda la humanidad, pero sobre todo a sus gobiernos. Los que sí enviaron representantes de alto nivel han mostrado una enorme incapacidad para comprometerse a los mínimos indispensables para evitar una catástrofe, además de poner en evidencia su corrupción y complicidad con los grandes contaminadores del mundo, que son también los dueños de los grandes capitales que lo destruyen. Los que no han ido, por su parte, parecen preferir esconderse del tema y optaron por que otros se hagan cargo. Así las cosas, no hay más remedio que emprender movilizaciones y acciones en todos los ámbitos de la sociedad, desde la construcción de una nueva economía a la acción política para democratizar las políticas públicas y hacerlas más eficientes.
La tierra tiene una cantidad finita de materias primas y una capacidad limitada para absorber desechos. El capitalismo necesita crecer constantemente para mantenerse en pie -el corazón mismo del sistema está en la inversión privada de dinero y recursos para obtener una ganancia, es decir, más de lo que se invirtió, y eso es, en pocas palabras, crecer-. Las leyes, los paradigmas económicos, las políticas públicas de todo el mundo están mal que bien alineadas a esa meta económica. La suma de estas tres condiciones -la lógica económica del crecimiento, la incapacidad natural de sostener una economía así y el sometimiento de la política a la economía- hace que la situación sea explosiva, y la principal muestra de eso es la crisis climática que los gobiernos deberían estar resolviendo en Glasgow. Ninguno de esos gobiernos, sin embargo, parece dispuesto a aceptar que así son las cosas y todos están tratando de impedir que se queme la casa pero sin dejar atizar el fuego.
Así las cosas, la única salida que se presenta es transformar la economía, liberar y recuperar la política y construir una nueva relación entre sociedades y planeta. Para lograrlo hará falta un esfuerzo de base mucho más amplio y fuerte que lo registrado hasta ahora, y urge actuar en todos los ámbitos posibles.
Por lo pronto, el trabajo de cooperativas y organizaciones que buscan una nueva relación con los consumidores y con el entorno es importantísimo en ese sentido. Esos esfuerzos solidarios entre todos los actores de una cadena productiva, el trabajo por mantener cadenas cortas, la apuesta por la ética y la dignidad en las relaciones de producción marcan el camino a seguir y son experimentos e innovaciones que señalan la dirección por la que avanzar. En ese mismo sentido apuntan las iniciativas amigables con el medio ambiente, y de hecho muchas veces son las mismas. Sin embargo, y con todo y lo necesarias que son, estas iniciativas no son suficientes.
Como señala el geógrafo marxista David Harvey, estas acciones pequeñas y múltiples asemejan a termitas que debilitan una viga agujero por agujero, pero antes de que terminen de romperla siempre llega el propietario a rociarlas con insecticida, o las limita a espacios y escalas en las que no hacen daño. Por eso hace falta también trabajar en los ámbitos políticos, de gobierno y de regulación.
Los neoliberales nos han dejado muchas lecciones valiosas al respecto. Por ejemplo, ellos son muy conscientes de que hace falta un Estado fuerte al menos en ciertas materias, porque sin Estado no hay mercado, y para ser eficaz ese Estado debe ser también eficiente. En ese sentido es muy lamentable el proceso de debilitamiento de las instituciones estatales mexicanas provocado por la austeridad impuesta por este gobierno para favorecer grandes proyectos que difícilmente servirán para nada.
Los neoliberales nos mostraron también lo importante de controlar esos aparatos estatales y de usarlos en forma articulada y con un proyecto claro. De hecho, ésa es quizá su principal lección: las transformaciones de fondo son posibles, y así como se desmontó el aparato desarrollista en los años noventa del siglo pasado, podrá desmontarse el neoliberal en los años veinte de este siglo.
Si aprendemos esas lecciones y emprendemos un esfuerzo de igual envergadura, pero en una dirección nueva y distinta -democratizando el Estado, transformando la economía, movilizando a la sociedad- lograremos salvar el planeta y construir un mundo más justo y más libre.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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