Humboldt y su colega Bonpland estuvieron casi cinco años en México, pero su frenético ritmo de trabajo logró que su travesía se convirtiera en la primera gran referencia científica sobre el “Nuevo Mundo”
@ignaciodealba
La realidad es que Alexander Humboldt no tenía pensado conocer especialmente la Nueva España, la idea del científico alemán era conocer Egipto y viajar alrededor del mundo. Pero la campaña napoleónica en el norte de África frustró su viaje. Pero no hay mal que por bien no venga, como dicen los díceres.
Entonces Humboldt cruzó los pirineos y en España fue bien acogido, cosa increíble; el hombre no era católico y además era ciudadano de una potencia extranjera. A sus 29 años era un científico más o menos conocido, lo que ayudó a que fuera bien recibido por el marquesado de Urquijo, quien ayudo a Humboldt a planear la aventura más importante de su vida.
El científico decidió conocer la Nueva España, aquel territorito que Europa había arrebatado a los indios y que era la capital de las ambiciones “civilizadoras”. Carlos IV dio amplísimas credenciales para que el explorador viajara por los territorios americanos, pero no fue una licencia gratuita; la corona española recibiría a cambio información que le ayudaría a mejorar la eficiencia de su poderosa industria minera.
Otro atractivo para entregar permisos a Humboldt era que el alemán financiaría el viaje. El científico provenía de una familia aristocrática de Alemania, tanto que Humboldt y su hermano crecieron en el Palacio de Tegel, en Berlín.
La familia decidió que Alexander fuera educado en su propia casa, ahí aprendió francés, griego y latín. El muchacho además conoció París, en plena Revolución Francesa; ahí se convirtió en un republicano.
Los padres de Humboldt mueren cuando él apenas era un joven, por lo que el muchacho decidió invertir su herencia en expediciones. El viaje por América le costó buena parte de su fortuna.
El naturalista viajó con un su amigo Aimé Bonpland, además de que cargó con una gran cantidad de instrumentos científicos. Primero visitó Venezuela, Cuba, Colombia y Perú. Cuando finalmente llegaron a México ya estaban acompañados por Carlos de Montufar, un joven ecuatoriano que años después se convirtió en revolucionario.
A nuestro país llegaron en 1799 por Acapulco, Guerrero, en la fragata Guayaquil. En las expediciones Humboldt se encarga de hacer excavaciones para establecer el tipo de composición de la tierra, a las plantas se les clasifica; pero además se establecen relaciones no estudiadas en la época, por ejemplo, la latitud y altura sobre el nivel del mar a la que germinan.
Se hacen los primeros registros de cómo es que las plantas migran de un lugar a otro. Humboldt estudió las especies, pero también sus entornos, lo que convirtió sus investigaciones en un nuevo paradigma de estudio. Las plantas son quizá el corazón de su trabajo, el hombre logró que se registraran más de 900 especies nuevas. El trabajo del explorador es muy equiparable al de Darwin.
Los viajes minerológicos de Humboldt lo llevaron a recorrer las minas más importantes del Virreinato; en Real del Monte, la Valenciana de Guanajuato y Taxco. Los estudios geológicos que realizó el naturalista serían el referente para investigaciones posteriores.
En Michoacán Humboldt visitó el recién nacido volcán del Jorullo, del cual quedó impresionado. También escaló el Nevado de Toluca e hizo dibujos y planos de varias montañas en su viaje por América. Algunas de sus ilustraciones sirven aún para comprobar la migración de plantas, debido al calentamiento global.
En su paso por la Ciudad de México, Humboldt acudió a la inauguración de la Estatua Ecuestre de Carlos IV, acompañado de la Ignacia Rodríguez de Velasco, conocida como “la Güera Rodríguez”. En la capital se mezcló con algunas de las familias más connotadas de la colonia.
En la Ciudad de México, a la que llamó “la ciudad de los palacios”, Humboldt terminó de comprobar la riqueza de la colonia española, equiparable a muchas ciudades europeas. También atestiguó que en ninguna ciudad de Europa había una desigualad tan terrible, el científico relató de la capital: «Son al menos 30 mil o 40 mil personas indígenas que duermen, a veces incluso sin ningún tipo de ropaje, en la calle, tan solo con una cobija, un aspecto triste y espantoso al mismo tiempo: ¡La desigualdad de la riqueza!».
El explorador concluyó: “México es el país de la desigualdad. En ninguna parte existe una desigualdad más espantosa en la distribución de la fortuna, de la civilización.” Algunos años después de la visita del científico iniciciaría la Guerra de Independencia. Más de doscientos años después la desigualdad permanece, cada vez más honda.
En México se recolectaron miles de especies y se mandaron colecciones a varios jardines botánicos y centros científicos en Europa, donde aún se conservan.
Humboldt no fue el primer científico en llegar a América, pero su trabajo interdisciplinario logró una visión única sobre la Nueva España. Para muchos el viaje de Humboldt fue el descubrimiento científico de América. El trabajo del explorador en la Nueva España lo consolidó como uno los exploradores más importantes de su tiempo.
En la Alameda Central de la Ciudad de México existe una pequeña estatua del científico, bajo sus pies se encuentran instrumentos de medición y una de sus obras más célebres: “Cosmos”.
*Recomiendo para estos días de asueto el documental “Humboldt en México, la Mirada del Explorador”, de la directora Ana Cruz.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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