Al filo de la Agrícola Oriental

21 junio, 2022

Microfilme Postal, columna de opinión por Daliri Oropeza Alvarez

La Psicología Social de la Liberación abrió campo para imaginar otro tipo de acompañamientos en pos de la salud mental desde una perspectiva crítica, inspira por sostener la labor de luchadores sociales desde la propuesta de Ignacio Martín Baró 

Twitter: @Dal_air

Esta es una profesión muy exigente. 

Todas lo son, pero la nuestra de manera particular. 

El motivo es que nosotros convivimos 

con ella veinticuatro horas al día. 

(…) ocupa toda nuestra vida, 

no hay otro modo de ejercitarlo. 

O, al menos, de hacerlo de un modo perfecto.

Ryszard Kapuściński

A mis colegas periodistas

¿Cómo nombrar el crimen que no lograron cometer?

Son las nueve de la noche y voy manejando. Me acompaña una amiga, es plena pandemia, agosto 2020. Voy a visitar a mi familia y ella, a regresar a su tierra. 

A la entrada de la autopista Puebla-Ciudad de México un auto me choca. Es de color gris, seminuevo. En su interior van dos batos. Después de chocar, el copiloto me exige con señas y gritos bajar, pagarle, y yo pienso: estás mal. Tú te estampaste y, me vale que me pagues. Acelero sin imaginar que ese sería el inicio de una persecución. 

Creo que con velocidad y habilidad los podría burlar pero más adelante se suma una combi blanca, y ya son dos en la persecución. Ahí me doy cuenta que la velocidad no me servirá de nada. Decido hacer lo opuesto. Detenerme por completo a la altura de la Agrícola Oriental sobre la avenida Zaragoza. Así de tajo.

El gris no pudo parar. Se sigue. La combi insiste. Meto reversa. Me sigue de reversa. Bajo la ventanilla y le digo a mi amiga: Grita.

—¡Auxilio. Nos vienen siguiendo. Ayuda!

Una trabajadora sexual trans llama a la patrulla con un botón de pánico que está en un poste. Lo miró todo. Dos autos, una familia y un taxi nos escoltan a la lateral de la avenida. Respiro. 

Esto que pudo ser un asalto, secuestro o lo que sea que sea que suceda en este país… Lo denuncié. Y le toca a las autoridades competentes investigar. Pues hay crímenes similares que suceden, del mismo modus operandi, hasta la fecha. 

Hay un antecedente al incidente: El ataque de sicarios en la caravana de Marichuy al salir de Ostula, del cual fuimos víctimas junto con dos colegas con quienes documentaba en 2018. Nos persiguieron, obligaron a detener y apuntaron con armas largas. Nos quitaron las cámaras. Ese día, yo manejaba el mismo coche del segundo incidente. Lo peor es normalizar las secuelas y afectaciones del estrés y el trauma que esto provoca. Ahí fue la primera vez que la Red de Periodistas de a Pie me acuerpó, en la parte de mayor soledad de freelance.

No tengo la certeza de que esta doble persecución haya sido en particular por ejercer el periodismo. Lo que sí, es que provocó un clima y sensación de incertidumbre, en medio de un ambiente de inseguridad generalizado, en medio de la pandemia, y sentí que le podía pasar a cualquiera. No era capaz de caminar y salir sin verificar que no me siguieran.

De alguna manera, la palabra miedo describe lo que sentía días e incluso meses después del incidente. Todo esto sucede meses después de un año de asesinato a personas que he entrevistado como el luchador social Samir Flores, La antropóloga Raquel Padilla o del rapero TíoBad amigo y con quien hice a tesis de maestría. 

Además, sucede en un entorno de reiterados asesinatos u agresiones a periodistas y luchadores ambientales, y se incrementan. Es muy impactante conocerles y después saber que les asesinaron. Ese entorno aviva el miedo, no solo el propio sino el de las personas de tu comunidad o entorno.

Las palabras oportunidad y privilegio describen la experiencia que tuve después del incidente: la posibilidad de contar con un espacio de sanación y de escucha con una dupla de acompañadoras de Aluna. 

Yo no creía que las terapias de psicología o acompañamientos con enfoque psicosocial fueran necesarios en la vida. Aunque después de ambos incidentes comencé a acercarme. Fue a través de la Red de Periodistas de a Pie que convocaron a Aluna por mi caso. La colega Jade Ramírez hizo la conexión.

Lo que me hizo aceptar y dejar el prejuicio atrás es que sería un acompañamiento colectivo por mujeres y cuyas prácticas tienen influencia de la Psicología Social de la Liberación. 

Lo primero que pensé fue en Teología de la Liberación y por eso, la sesión informativa se convirtió en una entrevista sobre la raíz de esta rama de la psicología. Laura Espinosa de Aluna me guió para conocer y entender el planteamiento de Ignacio Martín Baró, un jesuita filósofo y psicólgo, además de investigador y catedrático, que impulsó esta corriente desde El Salvador, durante los tiempos de la guerrilla.

“Martín Baró propone dos rutas posibles para este ejercicio, mismas que dejan ver un aspecto profundo de su planteamiento doblemente liberador: la liberación de la psicología misma y la liberación como horizonte de la psicología”, escribe Mariana Robles Rendón en el ensayo donde describe su planteamiento teórico, enfocado en carácter histórico de las creaciones de las personas y la vinculación entre psicología y política. 

“El enfoque psicosocial es una perspectiva crítica de la Psicología Política sobre las relaciones de opresión y violencia de la sociedad y busca fortalecer las estrategias políticas y sociales de resistencia y de autonomía de los sujetos políticos para la liberación de esas relaciones de opresión, violencia e injusticia”, describen las integrantes en el libro sobre el Modelo de acompañamiento de Aluna.

Parece que tres sesiones de emergencia fueron poco sin embargo para mí marcan el camino a fortalecerme y procurar mi salud mental. Destaco un punto el cual considero fortaleza del acompañamiento de Aluna, descrito en su modelo:

“El acompañamiento intenta visualizar todas las dimensiones de la experiencia,lo que incluye el análisis del contexto sociopolítico que origina la violencia y de los hechos concretos sufridos, así como el reconocimiento de las distintas formas y niveles en que se expresa el daño y los propios recursos de las víctimas para hacerles frente y fortalecerse”. 

Fueron tres sesiones espaciadas por dos o tres semanas y algunas coberturas que tuve durante esos días de septiembre a noviembre del 2020. Las charlas no solo sirvieron de contención de emociones o  para dimensionar la inseguridad, abonaron a que yo pudiera hacer mi reporteo con más seguridad. Poco a poco dejé de mirar atrás con la certeza de que no me persiguen. Comencé a buscar terapias, y la primera en sugerirme fue la colega Lydiette Carrión. Probé danza y psicoanálisis. Mi principal problema fue el darles seguimiento por la precarización del periodismo en México. Realmente no está dentro de mis posibilidades económicas pagar por terapias, es un lujo.

Y de ahí, fue que me animé a aplicar a la beca de la Taula. Considero que me permitió hacer periodismo con mayor potencia. Pero esa sanación ya es otra historia. Lo que sí, es que no suelto las terapias de enfoque psicosocial aunque trabaje talachas extras para intentarlo con una terapeuta solidaria.

Queridas, queridos colegas, no lo dejemos pasar, busquemos apoyo. Gracias una vez más a las redes de periodistas que hacen posibles estos acompañamientos.

Botas llenas de Tierra. Tejedora de relatos. Narro sublevaciones, grietas, sanaciones, Pueblos. #CaminamosPreguntando De oficio, periodista. Maestra en Comunicación y cambio social. #Edición #Crónica #Foto #Investigación