Sofía Torrubia Vera, excolaboradora de la Defensoría de la UAM, vivió acoso laboral y múltiples violencias ejercidas por su exjefa, lo que por poco le cuesta la vida de su bebé
Texto: Isabel Briseño
Foto: Isabel Briseño / Archivo Pie de Página
CIUDAD DE MÉXICO.— La titularidad de la Defensoría de la Universidad Autónoma Metropolitana está en manos de una mujer que ejerce violencia, dice Sofía Vera, quien vivió acoso laboral ejercido por la responsable de velar por los derechos humanos de la comunidad universitaria de la UAM: la doctora Walkiria Torres.
“En manos inhumanas están los casos de la comunidad estudiantil”, lamenta la trabajadora.
Esta es la historia.
Sofía llevaba tres años en la Defensoría y cuenta que con su anterior jefa la relación laboral era adecuada: “Me delegaba trabajos acordes a mi profesión, enfocados en analizar los casos que llegaban”, comparte la abogada.
Sin embargo, tras la conclusión de la gestión de la ex titular Huitrago en abril del año pasado, se abrió una convocatoria para elegir a su sucesora.
La Defensoría de la UAM, que recientemente cumplió una década, es la encargada de vigilar el respeto a los derechos universitarios y promover la cultura de los derechos humanos en la comunidad.
El Colegio Académico aceptó la petición de la doctora Walkiria para que asumiera el cargo, al ser la única aspirante.
La profesora de la UAM Azcapotzalco se presentó como una defensora de la justicia y la igualdad de género, pero “nada más alejado de la realidad”, relata Sofía.
Las hostilidades comenzaron desde el primer día, cuenta Sofía. Ella era recién egresada de su maestría, y fue relegada de sus responsabilidades en servicio social y análisis de casos. En su lugar, la doctora Walkiria Torres solo le asignó la elaboración de minutas, una tarea para la que estaba sobrecalificada.
“Al principio me encargaba de todas las minutas; luego, solo de las de reuniones generales. Terminé trabajando un día a la semana”, denuncia.
Pasaron meses sin que recibiera nuevas asignaciones. Cada vez que entregaba las minutas, su jefa la tachaba de “deficiente” e “incapaz”, sin darle retroalimentación.
En una ocasión, la defensora le dijo: “No sirves para nada, eres una persona tonta”, refiriéndose a una carta de servicio social que, en realidad, no se entregó porque la solicitante estaba embarazada y se ausentó.
En octubre del año pasado, Sofía descubrió que estaba embarazada, pero no se atrevió a informar a su jefa por el trato hostil que recibía.
En diciembre, en presencia del defensor adjunto, el doctor Arturo, la doctora Walkiria la citó para decirle:
“No me caes bien. He decidido que ya no trabajarás conmigo”.
Ocho días antes de esa reunión, Sofía le había comunicado su embarazo. Sin embargo, la defensora insistió mediante mensaje: “Quiero que renuncies. Tú decides si las hostilidades paran o aumentan”.
Cuando Sofía preguntó si era una amenaza, la respuesta fue: “No, pero tu trabajo es malo y perderás igual”.
Tras su negativa a renunciar, el acoso escaló. Le asignaron una investigación filosófica compleja sin proporcionarle el expediente. Aunque Sofía la resolvió, fue acusada falsamente de usar inteligencia artificial.
La doctora Walkiria volvió a exigir su renuncia. Ante la negativa de Sofía, le advirtió:
“Te atendrás a las consecuencias. Ahora deberás estar disponible para lo que ordene, incluso limpiar ventanas”.
En otra ocasión, la defensora la humilló frente a colegas y falsificó un acta acusándola de groserías. Ese día, Sofía terminó en el hospital con amenaza de aborto por el estrés.
Aunque el médico le ordenó reposo, la Defensoría rechazó su incapacidad y la obligó a tramitarla en el ISSSTE, donde confirmaron el diagnóstico: “Amenaza de aborto por acoso laboral”.
Sofía buscó asesoría legal e interpuso una queja en la Comisión de Derechos Humanos de la CDMX. Para enero, el acoso era insoportable: sus compañeros, aliados con la jefa, hacían comentarios como “qué asco estar embarazada” o “¿cómo puede crecer algo en tu vientre?”.
Los abogados le recomendaron no abandonar el trabajo, pues podrían acusarla de abandono laboral.
La doctora Walkiria también ignoró una denuncia por acoso de una alumna, exigiendo que corrigiera faltas de ortografía antes de atenderla. “Dijo que su ortografía era asquerosa”, recuerda Sofía.
Además, parece tener prejuicios contra la maternidad, como ocurrió con la Secretaria Técnica de la Defensoría, la doctora Patricia, quien será relegada a un puesto menor tras su licencia por maternidad. “En una minuta se escucha a la doctora Walkiria decir que no podrá con el puesto por ser mamá”, revela Sofía.
Tras presentar evidencias, el área de género de la UAM determinó que hubo violencia de género y ordenó medidas precautorias: Sofía trabajaría desde casa y sería reubicada.
El 1 de marzo, fue transferida a la Unidad Xochimilco, donde finalmente encontró un ambiente laboral digno.
Sin embargo, aunque Sofía está a salvo, le preocupa que no haya garantías de no repetición. Las autoridades alegaron: “Ella ya tiene todos los estudios; no sabemos cómo evitar que repita su conducta”.
Solo se emitió un recordatorio general contra la violencia laboral, medida insuficiente.
Sofía comparte su testimonio para exponer a quien está a cargo de los derechos universitarios: “Como víctima, tienes que probar todo. Ella, como agresora, no repara nada y sigue libre de repetirlo”.
Aún enfrenta secuelas psicológicas, preguntándose “¿Qué hice mal?”, aunque la respuesta es clara: nunca tuvo la oportunidad de aportar.
Hoy, en su nueva área, le sorprende recibir trato humano. “Me afectó que me invisibilizaran”, confiesa. Su lucha sigue: que la Dra. Walkiria Torres Falcón rinda cuentas por violentar los derechos que juró proteger.
Nunca me ha gustado que las historias felices se acaben por eso las preservo con mi cámara, y las historias dolorosas las registro para buscarles una respuesta.
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