Cuando la universidad desmantela la defensa de las mujeres: el caso de la UAM Cuajimalpa

8 diciembre, 2023

Alumnas de los 5 planteles de la UAM están organizadas en conjunto. Foto: Daliri Oropeza Alvarez

La ex titular de la Unidad de Género de la UAM Cuajimalpa denuncia que la Universidad simula el interés en erradicar la violencia de género de sus aulas. Tras su despido injustificado, decide hablar sobre su experiencia pero también sobre la vulnerabilidad en la que dice, continuarán las mujeres

Texto: Isabel Briseño

Foto: Daliri Oropeza / Archivo. Isabel Briseño.

CIUDAD DE MÉXICO. – Cuando Kemberly García Barrera llegó a la Unidad de Género de la UAM Cuajimalpa tenía una misión: construir un espacio seguro para las mujeres víctimas de violencia de género en la universidad. Sin embargo, esta misión le costó su trabajo.

Ahí estuvo tres años, después de que renunciara a su puesto frente al programa de género en el Instituto Nacional de Bellas Artes. Se fue de ahí denunciando la violencia laboral, pero al llegar a la UAM Cuajimalpa no se encontró con algo distinto, sino al parecer peor.  

Ahora, tras su salida, y con una Universidad golpeada por las múltiples acusaciones de violencia de género al interior, la esperanza de cambio y los “acuerdos” a los que se comprometieron las autoridades de la UAM quedaron prácticamente como una simulación.

En entrevista con Pie de Página, la ex titular de la Unidad de Género de la UAM Cuajimalpa detalla cómo, de forma aparentemente sistemática, la institución parece no tener interés en atender las denuncias y erradicar la violencia al interior de la universidad.

“Incomodé a quien quería que las cosas siguieran igual, pero también a quienes ejercían violencia y se veían evidenciados o evidenciadas”, acusa.

Construir desde la nada

Kemberly relata que durante su estancia al frente de la Unidad de Género de la UAM Cuajimalpa, creó toda una metodología para empoderar a las alumnas que habían sido violentadas.

Sin embargo, acusa, “me entregaron la Unidad sin nada de personal”.

Ante esto, ella formó un equipo que fortaleció cada área de la Unidad.  Llamó a gente clave, como una psicóloga especialista en atención a víctimas con perspectiva de género, y un psicólogo especialista en trabajo con hombres.

Su eje de trabajo, además de la reacción a las denuncias y el trabajo con personas de la diversidad, disidencias sexuales y las mujeres trans, era la prevención. Para esto, por ejemplo, propuso un eje en el que se trabajara con los hombres, que son los que ejercen las violencias.

El trabajo y la confianza de las alumnas en Kemberly, comenzaron a destapar una cloaca: la violencia silenciada en la UAM Cuajimalpa. Las denuncias comenzaron a ser más y más constantes, al grado de que literalmente le llegaban por debajo de la puerta. Pero su esfuerzo para cambiar las cosas generó incomodidad, y acusa, le quitaron herramientas para atender los casos.

Un ejemplo, su presencia en la comisión de faltas (quienes emiten sanciones a la comunidad universitaria). Ahí, aunque su Unidad era estratégica, a Kembery sólo la invitaban como asesora, es decir, no tenía voz ni voto en esa comisión.

En esas reuniones, ella observó que no querían reconocer las violencias por supuesta falta de pruebas. Entonces, señala que implementó una metodología de análisis con perspectiva de género de los casos y se los hacía llegar por oficio a las autoridades, fue gracias a esa metodología que se lograron algunas medidas serias como la suspensión o expulsión de algunos violentadores.

Pese a esto, Kemberly lamenta que “la sensibilidad era hacia el hombre, hacia los agresores y no hacia las víctimas”.

El antecedente del paro

Hay un área de salud mental con quien también interfirió Kemberly pues señala, re victimizaban a las alumnas, comparte el caso de una estudiante que no quiso tomar las terapias en esa área porque el psicólogo le dijo a la víctima que le faltaba más experiencia sexual para superar su abuso sexual.

En el caso cero que detonó el paro de marzo de este año, Kemberly notificó por escrito a la comisión de faltas porque ya no la invitaba a participar de manera presencial.

Ella señala que advirtió sobre los hechos de violencia sexual que las alumnas refirieron pero nuevamente encontró enojo.

Habló con el rector y le dijo que la vida de la alumna estaba en vulnerabilidad al no querer expulsar al alumno, el rector le respondió que el órgano era autónomo; al mes estalló el paro.

Las mesas de trabajo que se realizaron durante el paro, las fueron dirigiendo hacia un cambio de la estructura de la Unidad de Género pero para la Ex Titular de la Unidad de Género, no fue un cambio real.

Indica que las personas que votaron a favor del agresor y todas las personas que revictimizaron a las alumnas siguen formando parte de la estructura, incluso el director de división de Sociales y Humanidades quien fue señalado de agresión sexual.

En esa comisión encargada de la reestructuración, varias profesoras fueron confrontadas por la alumnas paristas por prácticas machistas.

Kemberly fue despedida el 15 de agosto, usando de pretexto el sentir que García había expresado previamente, presión, malestar en su cuerpo y demeritar su trabajo.

El rector le dijo que era buen momento para buscar otras formas de trabajo  porque sentía la presión de la División de Diseño y Comunicación y de la División de Ciencias Sociales y Humanidades diciéndole que ya no estaban contentos con el trabajo de Kemberly.

“No estaban contentos, porque les confrontaba. Empezaba a tener confianza de las alumnas, empezaba a hacer alianzas y eso ya no les gustó. No querían tomar talleres, no querían incorporar materias, no querían expulsar alumnos agresores, querían que las cosas siguieran igual y que la Unidad de Género sólo fuera una palmadita en la espalda a las víctimas para que aprendieran a sobrevivir con la violencia”.

Una comisión sin cabeza, pero con las denuncias a tope

Hasta ahora no hay encargada de la Unidad de Género desde que la renuncia de ex titular, fue solicitada en agosto.

“El rector prefirió despedirme que confrontar porque al final el rector cuando deje de ser rector vuelve a ser docente, son las mismas personas que ocupan puestos diferentes, pero siguen ahí y van a seguir ahí por años”.

García recuerda que el Secretario de Unidad le dijo que ella engrandeció a las víctimas y las víctimas también le hacían mucho daño a la Universidad.

Kemberly comparte que durante el paro, todas las alumnas usuarias de la Unidad de Género siguieron siendo atendidas en línea pero las autoridades nunca preguntaron por ellas.

“Nunca me preguntaron: cómo están las alumnas, qué necesitan. No les importa la vida de las víctimas”.

De la misma forma cuando fue despedida, señala que le pidieron ir a entregar las cosas que estaban a su cargo pero nunca le preguntaron por los expedientes de las alumnas, ni preguntaron en qué iba cada proceso de cada alumna o si había pendientes con alguna estudiante.

Kemberly decidió aceptar el convenio con su renuncia y su finiquito al cien por ciento, pero cuando la llamaron para recoger su cheque hubo un descuento considerable por unos supuestos libros que no entregó a la biblioteca. Cantidad que hasta el momento no le ha sido entregada.

Kemberly decide hablar sobre su experiencia en la UAM Cuajimalpa porque dice, siempre le dijo a las alumnas que era importante decir lo que les pasaba en sus vidas.

“Hay muchas académicas que lucran con el feminismo y el feminismo se ha vuelto un discurso para ganar un puesto, para ganar más dinero, para tener becas, para tener prestigio, pero yo apuesto por la congruencia, no puedo negociar mis principios”.

Kemberly, expresa su desilusión.

“Creo que también idealice la Universidad por su historia; tenía una expectativa diferente de ella porque me parece que se creó para dar respuesta al movimiento del 68. Me da decepción y coraje y rabia, porque es con el erario público que se sostiene a quienes viven en sus privilegios con sueldos muy altos de 80 mil, 60 mil pesos”.

Kemberly tiene la impresión de que el nepotismo sigue y seguirá.

Su preocupación siguen siendo las alumnas, a quienes estaba atendiendo pero también se preocupa por las que llegarán a esa Universidad y a quienes les tocará vivir esas violencias que permanecen enquistadas.

“Pienso en ellas y me da mucha decepción y rabia y coraje saber que que el sistema patriarcal continúa en la Universidad y que no hay ni una esperanza de cambio. Me voy rota por cómo me trataron y sin ganas de querer regresar a ninguna institución y es triste porque al final nos siguen quitando espacios”.

El último mensaje

La motivación de Kemberly al hacer público su caso es que su voz cuente, la motiva el poder resonar con otras mujeres y lo está logrando porque ya le han escrito otras personas y le dicen que aunque no la conocen, se identifican con ella. Otras mujeres a quienes sí conoce le muestran su admiración y agradecimiento a su valía.

“Lo hago como un acto de justicia y también para decir que no van a tener nuestra comodidad, si querían callarme no lo van a lograr. Soy una persona que tiene historia y tiene dignidad y lo hago también por mi  historia de vida, por todas las veces que yo no pude hablar”.

Desde hace 20 años como alumna de una vocacional, Kemberly observó prácticas incorrectas como que el profesor se casaba con su alumna o el acoso sexual que vivió por parte de su director de tesis de la maestría.

A las estudiantes:

“Ellas me inspiraron para tener valentía para hacer esto, agradezco mucho la confianza que tuvieron en mí y les digo que antes de poder ayudar a otras es necesario que ellas mismas alcen la voz, es prioridad que se cuiden mucho que generen una red de apoyo, que se bien traten, que tengan muchas actividades que las puedan sostener porque es muy duro vivir violencia y es muy duro hablar y si están listas para hacer lo que lo hagan, pero sobre todo,  les agradezco la confianza que tuvieron en mí y espero que que tengan una vida libre de violencia”.

Kemberly señala que el riesgo de que las cosas no cambien dentro de las instituciones educativas viene cuando los agresores ven que no hay repercusiones para sus actos.

«El riesgo es que a las mujeres se les tiene debilitadas, vulneradas. El riesgo es que el techo de cristal baje cada vez y que sea más difícil que las mujeres puedan acceder a puestos de poder o de tomar decisiones importantes. El riesgo es que haya una sociedad en la cual se siga normalizando la violencia de género y con ella todas las violencias y que no haya apertura para que las personas seamos libres y felices en la forma que queramos expresarnos. El riesgo es que las mujeres no puedan incorporarse a las Universidades, que deserten de ellas por las violencias. El riesgo es que estos niveles de feminicidio en México aumenten porque así empiezan los feminicidios, con la normalización de la violencias que suceden dentro de las Universidades».

Finalmente Kemberly expresa que hace responsable a la Universidad por cualquier represalia en su contra.

Nunca me ha gustado que las historias felices se acaben por eso las preservo con mi cámara, y las historias dolorosas las registro para buscarles una respuesta.