Abuela caníbal

17 agosto, 2019

La vieja no es otra que la madre tierra. Aquella que da vida, de la que provenimos, la que nos da alimento. Es Nakawé, nuestra abuela, y la que nos espera al final del camino, para, al momento de encontrar nuestra muerte, devorarnos

@lydicar

Este es un cuento que se repite, con variantes y finales distintos, en varios pueblos de lo que ahora es México. La protagonistas es Nakawé. Dice, más o menos así: 

Nakawé es una anciana caníbal, que se come a los hombres solos, a las mujeres, a los hijos que se quedan solos. A veces, a los hombres, se les aparece bajo la forma de una mujer bella y seductora. Primero se acuestan juntos; luego, cuando el hombre queda dormido, ella “crece y crece”. Y lo devora.

A veces, Nakawé queda con hambre. Entonces quizá tome la forma de un hombre para seducir y luego devorar a una mujer. Aunque Nakawé es mujer; o mejor dicho es la mujer, la mujer vieja. Es la abuela.

En las historias que se narran a lo largo y ancho de México, a Nakawé la matan los hombres; los pueblos. Están cansados de que la vieja atraiga y devore hombres, mujeres, niños solos. Entonces hay alguno o varios que deciden “invitarla a una fiesta”. La llevan con engaños, le dan mezcal, la hacen bailar.

Y la mujer se emborracha y va olvidando, tirando por el camino, sus bolas de hilos, el huso para hilar, el cardador para la lana. El molcajete para preparar alimentos. Así, borracha “va perdiendo todas sus poderes y artimañas”.

Cuando ya está muy borracha, cae al suelo. Entonces el pueblo la mata, la devora.

A su esposo (la vieja tiene un marido) le dan de comer la sopa. El esposo la regresa a la vida, pero la regaña por comerse a los hombres…

O en otra historia, la vieja es engañada por unos niños a los que lleva a su casa para comérselos (mucha similitud con Hansel y Gretel).

En muchos casos la vieja queda sin poder. En otros, sus restos son dispersados  por el monte… Ahí donde quedan sus vísceras crecen plantas, jícamas, hierbas que alimentan…

Y es que la vieja, la abuela caníbal no es otra que la madre tierra. Aquella que da vida, de la que provenimos, la que nos da alimento. Es Nakawé nuestra abuela, y la que nos espera al final del camino, para, al momento de encontrar nuestra muerte, devorarnos.

La historia recuerda al Cronos griego que devora a sus hijos; al patriarca que Freud describe en Tótem y Tabú, el cual es asesinado por la tribu entera para obtener el poder. Pero en este caso no es ningún patriarca, sino una mujer: una mujer vieja desdentada, llena de artimañas y poderes, que nos dio vida a todos y nos la quitará. 

Referencia: Elisa Ramírez Castañeda. “Héroes fundadores, reyes subterráneos y seres extraordinarios”, Editorial Pluralia–Conaculta. México.

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Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).

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