La vieja no es otra que la madre tierra. Aquella que da vida, de la que provenimos, la que nos da alimento. Es Nakawé, nuestra abuela, y la que nos espera al final del camino, para, al momento de encontrar nuestra muerte, devorarnos
Este es un cuento que se repite, con variantes y finales distintos, en varios pueblos de lo que ahora es México. La protagonistas es Nakawé. Dice, más o menos así:
Nakawé es una anciana caníbal, que se come a los hombres solos, a las mujeres, a los hijos que se quedan solos. A veces, a los hombres, se les aparece bajo la forma de una mujer bella y seductora. Primero se acuestan juntos; luego, cuando el hombre queda dormido, ella “crece y crece”. Y lo devora.
A veces, Nakawé queda con hambre. Entonces quizá tome la forma de un hombre para seducir y luego devorar a una mujer. Aunque Nakawé es mujer; o mejor dicho es la mujer, la mujer vieja. Es la abuela.
En las historias que se narran a lo largo y ancho de México, a Nakawé la matan los hombres; los pueblos. Están cansados de que la vieja atraiga y devore hombres, mujeres, niños solos. Entonces hay alguno o varios que deciden “invitarla a una fiesta”. La llevan con engaños, le dan mezcal, la hacen bailar.
Y la mujer se emborracha y va olvidando, tirando por el camino, sus bolas de hilos, el huso para hilar, el cardador para la lana. El molcajete para preparar alimentos. Así, borracha “va perdiendo todas sus poderes y artimañas”.
Cuando ya está muy borracha, cae al suelo. Entonces el pueblo la mata, la devora.
A su esposo (la vieja tiene un marido) le dan de comer la sopa. El esposo la regresa a la vida, pero la regaña por comerse a los hombres…
O en otra historia, la vieja es engañada por unos niños a los que lleva a su casa para comérselos (mucha similitud con Hansel y Gretel).
En muchos casos la vieja queda sin poder. En otros, sus restos son dispersados por el monte… Ahí donde quedan sus vísceras crecen plantas, jícamas, hierbas que alimentan…
Y es que la vieja, la abuela caníbal no es otra que la madre tierra. Aquella que da vida, de la que provenimos, la que nos da alimento. Es Nakawé nuestra abuela, y la que nos espera al final del camino, para, al momento de encontrar nuestra muerte, devorarnos.
La historia recuerda al Cronos griego que devora a sus hijos; al patriarca que Freud describe en Tótem y Tabú, el cual es asesinado por la tribu entera para obtener el poder. Pero en este caso no es ningún patriarca, sino una mujer: una mujer vieja desdentada, llena de artimañas y poderes, que nos dio vida a todos y nos la quitará.
Referencia: Elisa Ramírez Castañeda. “Héroes fundadores, reyes subterráneos y seres extraordinarios”, Editorial Pluralia–Conaculta. México.
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Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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