El 22 de abril de 1992 una explosión en un barrio del centro histórico de Guadalajara cambió por completo la historia de la ciudad; sin embargo, a 30 años de este horrible suceso, la memoria parece esfumarse entre sus habitantes. Un grupo de artistas y escritores luchan, a través de un libro, para no olvidar
Texto: Alejandro Ruiz
Fotos: María Ruiz y Archivo Alfredo López Casanova
CIUDAD DE MÉXICO.- Alfredo Casanova es escultor. Hace 30 años, el 22 de abril de 1992, vivió de cerca la explosión de un gasoducto en el barrio de Analco, Guadalajara. Como él, cientos de personas de la ciudad acudieron a las labores de rescate. El saldo oficial de esta tragedia es de, al menos, 212 personas fallecidas; otros cálculos hablan de alrededor de mil 700.
La tragedia de abril ha sido narrada en varias ocasiones y desde muchos frentes; sin embargo, para Alfredo, la justicia no ha llegado para las familias tapatías.
Hasta la fecha no hay responsables de este hecho, y las autoridades gubernamentales se han encargado de “borrar” de la memoria colectiva el sufrimiento de la sociedad tapatía.
“Para cerrar la cicatriz hace falta la justicia”.
Advierte Alfredo Casanova.
Ante esto, él, junto a otros artistas y fotógrafos de Guadalajara, decidieron aportar su trabajo para la creación de Abril en la memoria: 30 años, un libro colectivo coordinado por Jorge Verástegui que retoma las voces de familias y artistas que han luchado por tres décadas exigiendo justicia.
“Pensamos en un libro como objeto, un libro que tuviera un equilibrio entre testimonio e imagen. Un libro que fuera muy atractivo en términos documentales. También el objetivo era buscar que las personas que fueron entrevistadas no hubieran sido las figuras públicas visibles de la tragedia”, puntualiza el escultor.
Alfredo tiene el libro sobre la mesa. Lo abre. Comienza a hojearlo. Busca una foto en particular. En ella aparecen dos mujeres cargando un retrato familiar.
“Esta familia vivía en la calle de Gante, donde explotó más fuerte. Ellas nos contaron que su hermana y su hijo perdieron la vida en la explosión. Que yo recuerde nunca habían sido documentadas”, refiere.
Para el escultor, faltan muchos datos por esclarecer sobre aquel 22 de abril. Hace falta, recalca, la escucha hacia las víctimas directas, e indirectas, de la explosión. Pero también preguntarle a las y los fotógrafos de aquella época el contexto en el que trabajaron.
“También queríamos rescatar el testimonio, aunque fuera breve, de los fotógrafos. Me parece que no es muy común preguntarle a un fotógrafo qué hay detrás de esta foto, o en qué momento tomaron esta foto. Los fotógrafos de la tragedia son muy importantes porque si algo queda al paso de los años es el testimonio gráfico de la tragedia”.
En el libro, un par de textos armados a partir de entrevistas con las víctimas se ilustran con el trabajo de quienes documentaron aquellos días. Las imágenes, por sí solas, son impactantes. Casas destruidas, gente removiendo escombros, personas cargado a sus seres queridos mientras caminan entre las ruinas.
“Últimamente sabemos, muchas veces, quién es el fotógrafo que tomó esa imagen; pero había medios en Guadalajara que, todavía en la época de la tragedia, les hacían firmar a los fotógrafos un contrato en donde les obligaban a que no aparecieran sus créditos; y había otros medios, como Siglo XXI, en donde le dan mucho el valor al peso de la imagen”, explica Alfredo.
Para lograr recuperar el material gráfico de la tragedia, los aportes de Humberto Muñiz y Antonio Romero, fotoperiodistas del Siglo XXI, fueron fundamentales. Asimismo, el archivo de Alfredo Casanova, quien mantenía sus fotografías en negativos.
“Otro elemento importante del libro es documentar el desbordamiento de la solidaridad en la tragedia, donde la sociedad civil tapatía, o de Guadalajara, se vuelca al rescate”, explica el escultor.
Y agrega:
“Hay una especie de despertar ciudadano que permite que, en medio del desastre de 13 kilómetros de calle, de explosión, la gente se organice de manera más eficiente que el Estado y lo rebase”.
Para Alfredo Casanova este hecho es fundamental; sin embargo, enfatiza en que existe un antes y un después de la explosión. Un gran recuento de pérdidas que van más allá de lo material.
Analco es un barrio popular, de tradiciones, habitado, en su mayoría, por gente trabajadora. Esto, recuerda Alfredo, daba un espíritu de cooperación y ayuda mutua en ese lugar. La gente hacía colectas para quienes atravesaban una difícil situación económica. También organizaban fiestas y eventos comunitarios. Analco y su gente estaban estrechamente vinculados a su territorio y sus vivencias.
“Ahora esto cambio”, lamenta Alfredo.
Tras la explosión, las calles que antes albergaban casas y familias se fueron vaciando; “ahora ves cortinas de negocios, de talleres, pero quienes vivían ahí antes de la explosión, la mayoría se han ido”.
En las fotografías del libro, así como en sus testimonios, se pueden ver las vivencias de cientos de personas afectadas. Los rostros, además de dignidad, también reflejan miedo; pues la tragedia nunca se esclareció.
El testimonio gráfico da cuenta de la opacidad gubernamental. Alfredo resalta una imagen en particular: Una pila de cuerpos amontonados en un centro deportivo. Están marcados con números, que, hasta donde puede verse en la imagen, pero son más que 200.
El escultor relata que, desde un incido, el gobierno del estado y del municipio de Guadalajara ocultaron las muertes tras la explosión. Tampoco hicieron una investigación exhaustiva para dar con los responsables.
Para Alfredo, los responsables de la tragedia van desde el ex gobernador de Jalisco, el priísta Guillermo Cosío Viadurri, hasta personal de bomberos y protección civil. Esto, pese a que la tragedia obligó a que el mandatario renunciara, e implicó el arribo del PAN a la gubernatura “por un voto de castigo”.
Pese a esto, resalta el escultor, esto no ha motivado a que la justicia llegue hacia los damnificados. Como ejemplo, resalta, está el poco apoyo que han recibido las organizaciones de lesionados que, por derecho, reciben apoyos económicos a través de fideicomisos estatales.
Otra muestra de la nula voluntad política, dice Alfredo, está en que el gobierno le ha apostado a una estrategia de olvido. Sin embargo, la potencia del arte, es el arma que muchas personas han usado para resistir esto.
En 1993, un año después de la explosión, Alfredo y la comunidad cultural que apoyó las labores de rescate comenzaron a planificar un memorial. La acción no avanzó en ese entonces.
Diez años después de la tragedia, en 2002, la necesidad de combatir el olvido volvió a poner el tema sobre la mesa.
Alfredo fue el encargado de realizar la escultura, la cual, haciendo moldes con rostros y manos de sobrevivientes, implicó un proceso de concientización y dialogo directo con las personas.
“Para nosotros también era importante trabajar con niños, pues muchos acababan de nacer, o aún no nacían, cuando sucedió la explosión. No sabían esta parte de la historia”.
“Estela contra el olvido” es el nombre que llevó el memorial. Su proceso de creación también es parte de la historia de este libro. Fue hecho con llaves donadas por habitantes de Guadalajara. Actualmente, lamenta Alfredo, se encuentra en abandono.
Además de esta escultura, más artistas se han volcado en defender la memoria. Poetas, pintores, escritores y fotógrafos son parte de ello. Sus obras han completado una amplia enciclopedia que aborda, desde diferentes ángulos, las narrativas entorno al 22 de abril de 1992-
Para Alfredo, su obra, y el relato que de ella se hace en el libro, son muestra de la necesidad por “documentar el esfuerzo de aferrarse a construir un objeto para contrarrestar el olvido”.
No obstante, él, como las organizaciones de damnificados y lesionados, así como activistas tapatíos, saben que algo fundamental para esto es reabrir la carpeta de investigación y castigar a los culpables de la tragedia.
“El gobierno federal debería poner atención a eso. Solo reabriendo el caso, y respondiendo a todo lo que quedó pendiente es como realmente la herida cerrará”, concluye.
Abril en la memoria: 30 años, se ha presentado en distintos espacios culturales de Guadalajara. Este 26 de abril lo mostrarán en la Ciudad de México, en la Casa Refugio Citlaltépetl, ubicada en la colonia Hipódromo, Condesa.
La presentación será a la 18:00 horas y contará con la presencia de Cristina Hijar, Mónica González, Dawid Danilo Bartelt, Jenny Zapata y Alfredo Casanova.
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