21 febrero, 2024
La reciente toma de Avdiivka por el ejército ruso ha modificado el tablero de una guerra que durante dos años ha costado millones de dólares y cientos de miles de vidas humanas. Ahora, entre la barbarie o la paz, las opciones no son claras, y reflejan el desgaste de un conflicto que en un inicio nunca debió de existir
Texto: Alejandro Ruiz
Foto: Genya Savilov / AFP
CIUDAD DE MÉXICO. -Es un hecho: Ucrania está perdiendo la guerra contra Rusia, o al menos las últimas declaraciones de Volodimir Selenzky hablan de la «pérdida de la fe».
La última derrota militar del 18 de febrero, ocurrida en la fortaleza de Avdiivka, ubicada a sólo 20 kilómetros al noroeste de Donetsk, la ciudad ucraniana ocupada por Rusia desde 2014, demuestran el desgaste, dudas, fracaso y desmoralización de las tropas y la sociedad ucranianas a casi dos años de la invasión militar rusa del 24 de febrero de 2022. Y también, desnuda la insostenibilidad de una guerra prolongada frente a un adversario al que las sanciones económicas y las presiones de Occidente parecen no afectarle de gravedad. Por ejemplo, según datos del gobierno ruso, sus inversiones en gasto militar y metalúrgico han aumentado en más del 10 por ciento, esto, gracias por el apoyo financiero de China, quien no ha aplicado las sanciones económicas de Occidente.
¿Por qué, cuando hace dos años muchos celebraron y alentaron la guerra, ahora reculan hacia un lejano acuerdo de paz que derive en la cesión de casi el 20 por ciento del territorio ucraniano a Rusia? ¿Qué ha cambiado en el tablero para que hoy los belicistas, cabizbajos, acepten la derrota de Ucrania y repartan culpas?
¿Estamos ante el fracaso de Occidente y el declive de su hegemonía? Las respuestas merecen recapitular algunos hechos.
El reclamo incesante después de la toma de Avdiivka es que Europa y Estados Unidos han abandonado a Ucrania, y la afirmación no es tan errada, pues además de la crisis en Medio Oriente provocada por el sostenimiento del genocidio en Palestina, los costos políticos y las coyunturas de cada país no parecen poner a Ucrania como una prioridad.
Hasta enero de 2024, según datos del Instituto Kiel para la Economía mundial, Ucrania había recibido cerca de 92 mil millones de dólares provenientes de la Unión Europea, y casi 73 mil millones de dólares por el gobierno de Estados Unidos.
Sin embargo, las últimas discusiones del Congreso norteamericano revelan el hartazgo de un ala del partido Republicano cansada de perder dinero a costa de la guerra. Todo esto, no por un afán pacifista (pues estos mismos congresistas han alentado la invasión militar a México), sino como una estrategia de golpeteo ante la crisis financiera de los Estados Unidos.
Por ejemplo, aunque en diciembre de 2023 (durante un encuentro en Washington entre el presidente ucraniano, Volodimir Zelenszky, y su homólogo Joe Biden), el presidente norteamericano anunció que aportaría otros 200 millones de dólares para Ucrania, en realidad, este dinero es parte de un fondo que está por agotarse. Mientras, en el Congreso de los Estados Unidos, el Partido Republicano tiene congelada la autorización de un financiamiento de 61 mil millones de dólares.
A la vez, la posible elección de Donald Trump en la presidencia, paradójicamente, no augura un futuro financiero para la guerra. Esto, porque el candidato republicano y su partido han criticado fuertemente a la administración de Joe Biden en destinar grandes cantidades de dinero para financiar el conflicto.
Mientras tanto, las opiniones divididas sobre el financiamiento de la Unión Europea a Ucrania, especialmente por la posición de Hungría quienes han bloqueado las sanciones contra Rusia, también pesan en esta antesala. Esto, a pesar de que el 1 de enero los 27 países de la Unión Europea aprobaran una dotación adicional de 50 mil millones de euros al presupuesto autorizado para financiar a Ucrania hasta 2027.
El problema está en que la sola ayuda de la Unión Europea a Ucrania no alcanza para las necesidades militares que tiene su ejército.
Dentro del ejército ucraniano, de acuerdo a reportes de analistas y empresas fabricantes de armas en Europa, sus problemas no solo son la falta de municiones, sino también la incapacidad de mantener el armamento en condiciones óptimas y adquirir repuestos.
Entre los repuestos inaccesibles están aquellos destinados a los sistemas de armamento fabricados en la década de los 80, la mayoría del armamento ucraniano en el frente de batalla.
Aunque también existe una crisis de repuestos en sistemas modernos, como los tanques Leopard 2, suministrados por Alemania en enero de 2023, y que de acuerdo con el presidente Zelensky eran “indispensables para ganar la guerra”.
Sumado a esto, la falta de materiales esenciales como la pólvora y propelente, así como de tubos fundamentales para la artillería son otros de los problemas dentro del ejército ucraniano. Esto no es menor, pues la táctica de atrincherarse y combatir mediante proyectiles al ejército ruso ha sido la apuesta estratégica del ejército ucraniano en la guerra, pues permite mantener a distancia a Rusia, y evitar el combate en terreno.
La escasez de estos tubos deviene de la falta de mano de obra calificada para elaborarlos, y esto se debe por el bajo desarrollo armamentístico de la Unión Europea respecto a otros países que han invertido durante las últimas décadas en esto.
Aunque hace un año la ofensiva ucraniana fue aplaudida por los belicistas de todo el mundo, en realidad fue un fracaso, pues aunque habían hecho retroceder a las fuerzas rusas alrededor de la capital ucraniana, Kyiv, el sostenimiento de esta defensa ha costado mucha artillería y hombres que Ucrania no ha podido reemplazar.
Para Rusia, el panorame es distinto, pues la guerra de posiciones que ha librado su ejército ha pasado a la ofensiva. La toma de Avdiivka es un ejemplo de esto.
Esto pinta un panorama oscuro para el gobierno de Ucrania, pues a la larga, si la situación continúa así, tendrán que aceptar la firma de un armisticio que ceda el 20 por ciento de su territorio a Rusia.
Actualmente, el ejército ruso ha invadido el 18 por ciento del territorio ucraniano y controlan gran parte de las ciudades de Dombás, Luhansk, Donetsk, Mariúpol y Melitopol.
Este dominio territorial, además, lleva a las tensiones entre la OTAN y Rusia a otro plano, pues demostrarían la debilidad de Ucrania para convertirse en un aliado militar, y también pondrían en aprietos a Finlandia, quienes apenas se unieron a la OTAN en 2023, y la aceptación de Suecia que ha estado pendiente, justo por la guerra.
Aunado a esto, en Rusia la victoria en Avdiivka representa un logro para la campaña de reeleción de Vladimir Putin, quien durante su gobierno mantiene a más de 600 presos políticos y ha polarizado las opiniones sobre el respaldo a su gobierno.
En Rusia, o se está a favor de la guerra, o se es un traidor. No importa, en realidad, la filiación política o ideológica. Un ejemplo es el encarcelamiento y la sospechosa muerte del opositor Valeri Boyárinev (identificado con el nacionalismo y el apoyo de la OTAN), que manda un mensaje claro: el Estado va por aniquilar a toda la oposición.
Y también va por continuar la guerra, o al menos así lo declaró Putin en la última entrevista que concedió al periodista Tucker Carlson, donde el presidente ruso afirmó que sigue con el objetivo de «desnazificar Ucrania», y alentó a que Estados Unidos y la Unión Europea no manden más armas y dinero al ejército ucraniano.
Pese a esto, el próximo 15 de marzo, la reelección de Putin es casi un hecho, no solo por la mano dura en contra de la disidencia, sino también porque para mucha gente en Rusia la única forma de acabar con la guerra es, paradójicamente, seguir con esta.
Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.
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