5 junio, 2022
Se cumple un 5 de junio más, un aniversario más del incendio de la guardería ABC. Un momento para reflexionar sobre las violencias que siguen atravesando la vida de las infancias en México. Como dice Patricia Duarte, una de las madres, “el único sentido que se le puede dar a esa tragedia es que se proteja a las infancias”
Twitter: @La__Mendivil*
En 2009 vivía en Hermosillo, y el 5 de junio, a las 2:45 pm, me encontraba a menos de 5 kilómetros donde una guardería subrogada por el estado se incendió, lo que provocó la muerte a 49 niñas y niños entre recién nacidos a 4 años de edad; y lesiones en más de 100 menores de edad (75 de ellos, de por vida).
Desde mi oficina se escuchaban las ambulancias, los vehículos de los bomberos. Y así como las sirenas en estado de emergencia se abrían paso por las calles, desde mi escritorio se abría un hueco en el estómago, en mi cuerpo, y también en algo que es cuerpo colectivo, eso que llaman comunidad. Esa tragedia atravesó de muchas maneras la vida de quienes vivimos en esa ciudad.
La experiencia compartida permanece en la memoria y se hace visible gracias a la lucha de padres y madres sobrevivientes de la Guardería ABC, y a tres antimonumentos en la ciudad: en la Plaza Zaragoza, entre el Palacio Municipal, el Estatal y la Catedral; en la Plaza Emiliana de Zubeldía, en el corazón de la ciudad, frente a la Universidad de Sonora; y rodeando el exterior de lo que fue la guardería.
¿Qué mayor confianza puedes endosar que a aquella persona o instancia que cuida a tus hijos e hijas? ¿Qué mayor traición, cuando esa persona o instancia falla? ¿Qué mayor dolor, cuando te percatas que ese fallo no es un error fortuito, sino resultado de una red de corrupción, tráfico de influencias, negligencias, impunidad, lucro?
“¿Qué es justicia?” , escucho a Patricia Duarte Franco, una de las madres ABC, en uno de los programas de la serie Cuerpos Migrantes, en TV UNAM, “son cuatro ejes fundamentales: castigo a los responsables, garantizar el ABC Nunca Más, memoria y reparación del daño.”
Patricia Duarte es la principal impulsora de la Ley 5 de Junio, para protección de las infancias, que se expidió primero en el Congreso del Estado de Sonora, y posteriormente fue elevada a rango constitucional en la Cámara de Diputados (actualmente está en proceso de ser homologada por cada uno de los estados).
La garantía de no repetición toca varios derechos que se suponen garantizados: el derecho de las mujeres a participar de la vida pública del país (en lo económico, en lo político, en lo social); y el derecho de las infancias a los cuidados, seguridad y atención integral.
Pero no es así. Y lo sabemos. Según una nota en El Universal de 2018, “Las estancias infantiles del IMSS reportaron mil 143 accidentes en los últimos cinco años”, y “De los mil 143 accidentes se encontró que 364 ocurrieron en guarderías propiedad del IMSS, mientras que el resto, 779, se registraron en guarderías subrogadas.”
Los accidentes sucedidos en guarderías del IMSS o los de las particulares son caras de la misma moneda: las omisiones del Estado en los cuidados, cuando no la renuncia a esta responsabilidad esencial. Porque subrogar es renunciar. Porque no ofrecer la cobertura universal en la atención infantil es renunciar. Porque no asumir la correspondabilidad como Estado en la protección de las infancias es renunciar y fracasar; son los trabajos de cuidado los que sostienen la vida, y es el Estado quien debe garantizar ante todo y ante todos la vida de las y los mexicanos desde su primera infancia.
Hablemos de la urgencia de colectivizar los cuidados. Las labores no deben ser exclusivas de las familias o, peor, de las mujeres. La responsabilidad de cuidados no debe confinarse al espacio privado. Según la organización Save the Children México, en el país más de 5 millones de niños por debajo de los tres años no tienen acceso a centros de cuidado infantil; la pandemia de Covid-19 puso en evidencia la situación precaria para niñas y niños, cuyas personas cuidadoras (padres, madres u otros) carecían de apoyo para que sus hijos e hijas menores de seis años contaran con cuidados seguros.
Según el mismo reporte, el 72.6 por ciento de los accidentes en menores de cuatro años acontecen en los hogares; además de daños permanentes que pueden provocarse, los vuelve más vulnerables ante el abuso sexual. Acorde a la OCDE, el 90 por ciento de las violencias sexuales contra las niñas suceden dentro de los hogares, en su entorno familiar; esto en México, el país número uno en el mundo en abuso sexual infantil.
Existe una corresponsabilidad del Estado, la familia y la comunidad, pero en el Estado recae la responsabilidad central y rectora, pues debe ser garante de la protección de las infancias, y fortalecer el andamiaje institucional, de legislación y políticas públicas para que así sea, así como generar sistemas y modelos de cuidados para colectivizarlos y sostener la vida del país.
Frente a la Ley General 5 de Junio, vigente a nivel constitucional, se ha dado un desmantelamiento de los servicios públicos dirigidos a los cuidados de menores: modificaciones en la oferta de estancias indantiles, recorte presupuestal en la educación inicial de CONAFE y la desaparición de Escuelas de Tiempo Completo.
El camino hacia la justicia por la tragedia en la Guardería ABC de Hermosillo, a 13 años del incendio, sigue teniendo un horizonte lejano y desalantador. Faltan sentencias, sobra impunidad; la memoria es un esfuerzo doloroso de las familias de las víctimas, con las omisiones del Estado como viento en contra; y no existe garantía de no repetición. Mientras no exista el compromiso del Estado de establecer un modelo de Cuidados, con su legislación respectiva, las infancias seguirán condenadas a la mayor vulnerabilidad.
“No hay perdón ni olvido”, dice Patricia Duarte en su entrevista para Cuerpos Migrantes, y sí, es imposible, lo pienso. Es imposible olvidar cuando las historias de esas niñas y niños nos siguen atravesando, cuando seguimos cruzándonos con sus familias, cuando seguimos encontrando en libertad y con sus privilegios intactos a los dueños de la guardería ABC.
Pienso, sin embargo, que sí hay formas de transitar como comunidad hacia la empatía, hacia la conciliación, pero necesariamente tiene que pasar por la impartición de justicia y la garantía de no repetición. Patricia Duarte, la madre de Andrés Alonso, uno de los niños víctimas, lo dice “El único sentido que se le puede dar a esa tragedia, es que se proteja a las infancias”.
*María Antonieta Mendívil es poeta y narradora. Autora, entre otros libros, de Llama (Libros del Umbral), Duelo de noche (Almuzara) y A ras de vuelo (Tusquets editores).
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