3 abril, 2022
Jean-Luc Mélenchon, abanderado electoral que aglutina al partido La Francia Insumisa (LFI) y a diversos movimientos sociales, buscará acceder a la segunda vuelta en las elecciones de ese país. Christian Rodríguez, responsable de Relaciones Internacionales de LFI, explica la ambiciosa propuesta que Mélenchon propone para las izquierdas, no sólo de Francia, sino en el mundo
Texto: Iván Cadin / @ivankdin
Foto: Jean-Luc Mélechon
PARÍS, FRANCIA.— A una semana de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia, los pronósticos que hace meses aseguraban una izquierda inexistente en la competencia finalmente fracasaron.
Jean-Luc Mélenchon (JLM), el abanderado de la Unión Popular, movimiento político-electoral que aglutina al partido La Francia Insumisa (LFI) y a diversos movimientos sociales de todo el país, fue rebasando poco a poco y durante semanas a varios candidatos hasta situarse en la tercera posición, a decir de todas las encuestas que ahora lo ubican entre dos a cinco puntos de diferencia con la candidata de extrema derecha, Marine Le Pen, en segundo sitio.
El próximo domingo 10 de abril, Mélenchon deberá librar una importante batalla electoral ante la candidata de Agrupación Nacional que le permita acceder a la segunda vuelta, con fecha para el 24 de abril, y así poder disputar la presidencia francesa ante Emmanuel Macron, actual presidente en búsqueda de su reelección, situado, según las mismas encuestas, en la primera intención de voto.
Para hablar sobre la campaña de Jean-Luc y sobre la ambiciosa y radical política de gobierno que Mélenchon propone no sólo para Francia sino para el mundo y también para las izquierdas, Christian Rodríguez, responsable de Relaciones Internacionales de LFI, conversó con Pie de Página.
De origen chileno, preso a los 16 años en plena dictadura militar pinochetista y exiliado a Francia, Christian decidió quedarse en el país galo y participar de su vida pública. Desde hace 40 años conoce a Mélenchon, en una línea de tiempo que, de manera paralela, le ha permitido también vivir en primera persona los distintos momentos de la izquierda francesa, de la cual ya es parte.
—En comparación con la campaña presidencial de Jean-Luc Mélenchon de 2017 que lo situó a casi punto y medio de la segunda vuelta, ¿qué diferencias ves con la contienda actual, la de 2022?
—En 2017 no estábamos con una grave pandemia que nos tuvo cerca de dos años sin vida social. El covid—19 vino a aislarnos pero también provocó el efecto de darnos cuenta de lo que habían sido los años de (el presidente Emmanuel) Macron y la herencia de los años de (el presidente anterior François) Hollande. Darnos cuenta de la destrucción del hospital público, la destrucción de la medicina en general, no poder tener vacuna, la dependencia con China de las máscaras de oxígeno… La brutalidad está marcada en la urgencia por la vida con el tema de covid.
En términos de campaña, la diferencia fundamental es que el programa ya echó carne en el pueblo francés. Las demandas se ajustan porque la crisis ecológica, social y política se han profundizado. El programa de L’Avenir en Commun (El futuro en común, nombre del proyecto de nación que enarbola Jean—Luc Mélenchon) llega con más fuerza hoy día.
Aparte, La Francia Insumisa no es un partido político, es un movimiento y es importante señalarlo. Antes fuimos, en cierto momento, del Partido Socialista (PS), fuimos del Partido de Izquierda (PG, por sus siglas en francés) pero cuando la gente comienza a confundirnos con la izquierda de Hollande hubo que hacer rápidamente una profundización y un corte para decir que nosotros no éramos esa “izquierda”.
Y en la historia de diez mil, doce mil militantes que éramos en el Partido de Izquierda, pasamos a 500 mil de la noche a la mañana con un movimiento que es plataforma, La Francia Insumisa, donde para ser militante tú te integras donde quieras a partir de un grupo de acción. Entonces, lo que estamos construyendo es un modelo alternativo pero que sea lo más amplio y protagonista de cada uno de los habitantes de este país llamado Francia.
—¿Cuál es el diagnóstico general del quinquenio de Macron para ustedes?
—Este gobierno llegó con una misión muy clara: la destrucción del Estado en un país donde el Estado es bastante fuerte, donde el tema de la salud o la educación son pilares. Francia tiene un modelo de seguridad social y de medicina ejemplar. El hecho de privatizar la educación y la salud debe recordarnos esas peleas de los años ochenta y noventa contra el neoliberalismo en América Latina. Acá hay algo muy extraño: querer volver a repetir ese mismo modelo que en América Latina quedó completamente en el suelo.
Hay algo de Macron y de cierto sector francés a veces muy naïf, muy inocentón, de creerse estos discursos. Pero en verdad son el lucro con corbata, de cuello blanco. La corrupción con elegancia, con la fineza de la Francia, con el bon goût (buen gusto), con charme (encanto).
Pero frente a toda esta adversidad está el escenario de la unión de nuestro pueblo versus el “sálvese quien pueda”, el modelo de exitismo de Macron, donde todos iban a ser entrepreneurs, todos iban a ser empresarios.
—Jean-Luc Mélenchon propone en su programa transitar a la Sexta República francesa. ¿Esta nueva etapa política qué busca rebasar de la Francia actual?
— El absolutismo napoleónico de Macron. El presidente es un Rey en la Quinta República. Tiene un desprecio absoluto por el Parlamento. O sea, no hay intermediario que no sea directo entre el rey y el pueblo. Todos los estamentos intermedios desaparecen. La Quinta República agota este modelo. No da cuenta del deseo de democracia popular. No da cuenta de los temas fundamentales de la vida de los franceses y la Sexta República es la ocasión para llamar a una nueva asamblea constituyente e instalar una nueva constitución.
La unidad popular a través de la democracia con la Sexta República es una propuesta en la que México también nos ha enseñado mucho con el tema de la revocación de los servidores electos y el referendo de iniciativa ciudadana. Es decir, tú te das cuenta que el proyecto de la Unión Popular y el Parlamento de la Unión Popular está centrado y concentrado en la base de unir al pueblo frente al desafío climático, unir al pueblo frente a la urgencia social, unir al pueblo por lo laico y unir al pueblo por la democracia.
—Hace meses se pronosticaba que si los partidos de la izquierda francesa llegaban fragmentados a la elección no serían una opción competitiva. La estrategia de Mélenchon y la Unión Popular fue hacer unión con fuerzas sociales más que partidistas y es ahora la opción de izquierdas con más fuerza de todas y quien está disputando, según las encuestas, la entrada a segunda vuelta ante Marine Le Pen. Les resultó la estrategia, ¿por qué?
—Uno tiene que mirar lo que ha sido la destrucción absoluta de la izquierda en toda Europa. La traición a los valores y al proyecto de lo que se decía de izquierda. Cuando se entregan a la socialdemocracia se anulan y se hacen desperfilar. Y con esto prácticamente es la extrema derecha quien ha ganado. Está presente muy fuerte en Polonia, en Hungría, en los antiguos países del Este. En Italia no hay izquierda.
El Partido Comunista francés (PCF) que llegó a tener 27% de votación en cierta época, que llegó a disputar y ganar junto a (el expresidente François) Mitterrand, ¿qué le pasó a ese Partido Comunista cuando se dedica a administrar ciudades y dejan de lado la base social y al eje central que son las reivindicaciones del pueblo y no sólo el aparato? Hay muchos partidos que comienzan a vivir y a existir en la funcionalidad del aparato y de las burocracias pero no en el sentido de los anhelos de cambio.
Por eso nosotros hicimos una opción: o esta elección era una suma de iniciales, PS, PCF, EELV (Europa Ecología Los Verdes) o íbamos a priorizar en vez de la unidad de los partidos de izquierda, la unidad con el pueblo francés. Y esa fue la opción. La unidad tú la encuentras en todas las estructuras sociales, sindicales, ecológicas que están presentes en el Parlamento de la Unión Popular (un órgano de redes entre los movimientos sociales de Francia y la campaña presidencial de Mélenchon).
La Unión Popular es una apuesta estratégica al pueblo organizado y que va de abajo hacia arriba. Esto no es un Parlamento Bis para contrarrestar a verdes o socialistas; es una opción de fondo que tiene que ver con el cambio de urgencia radical que necesitamos. Radical no porque seamos de extrema izquierda como nos quieren acusar. Radical por la gravedad de la situación. Esa es la profunda conciencia de la radicalidad de un proyecto y esa es la consecuencia de la perseverancia de Mélonchon, de ponerse en la era de las revoluciones ciudadanas donde el pueblo es el actor. Por eso nuestras diferencias con Lutte Ouvrière o NPA (Lucha Obrera y Nuevo Partido Anticapitalista, organizaciones políticas que también compiten en esta elección), para quienes es el obrero el actor fundamental de la Historia. El actor fundamental de la Historia es el pueblo heterogéneo, el pueblo que pelea el acceso a los bienes comunes que hay que salvar hoy día: el agua, el aire, el espacio, el clima, el océano, los espacios vitales comunes que nos tocan a todos.
— Sin lugar a dudas los campos políticos se están reacomodando en Francia con esta elección, incluidas las izquierdas, y todo parece indicar que la socialdemocracia francesa saldrá verdaderamente lastimada. Sin embargo, en América Latina todavía hay muchos sectores del progresismo que dicen “soy de izquierda pero en sentido europeo y no latinoamericano” en alusión, precisamente, a la socialdemocracia europea o a lo que aún quede del viejo eurocomunismo. Tú, como chileno y latinoamericano pero también como francés y europeo, ¿cómo explicas esta especie de ensoñación de Latinoamérica con una socialdemocracia europea que en Europa no lleva las de ganar?
— Sería bueno saber de qué modelo están hablando. ¿Del alemán? Quién crea que el gobierno socialdemócrata de Alemania puede llegar a transformar algo en esa sociedad va a estar rápidamente decepcionado porque, uno, la alianza que ellos hicieron y que llaman “de la unidad” tiene alianza con los Verdes por el lado izquierdo pero alianza con los liberales por el derecho. Cuando alguno de los tres quiera ejercer algún cambio, se autoneutralizan. Son coaliciones del inmovilismo, una coalición de la nada, una coalición que no cuestiona a la Comunidad Económica Europea y, peor, con el tema de la guerra (con la invasión rusa a Ucrania) llama a la carrera armamentista, a profundizar a la OTAN. ¿De qué socialdemocracia hablamos?
En Francia los socialistas se vendieron absolutamente a Macron, se los comió. ¿Anne Hidalgo (actual alcaldesa de París, candidata por el Partido Socialista a la elección presidencial y, según encuestas, con 1 o 2% de intención de voto) por qué no crece? Porque no tiene el espacio tradicional que tenía, de centro. ¿Y qué hace? Golpear a JLM inventando cualquier cosa en vez de hacerlo con Macron o la extrema derecha. Ese modelo de Partido Socialista hace agua. Han perdido más de 53 mil consejeros locales, comunales, regionales, nacionales, tuvieron que vender su sede (tras el descalabro electoral de 2017 y ante problemas de presupuesto derivados de su fuerza electoral, el PS tuvo que vender el inmueble donde estuvo su histórica sede, al lado del río Sena, en París). Se han quedado sin nada.
El candidato presidencial verde (Yannick Jadot, por EELV) es un tecnócrata, son de los verde light, más cerca del liberalismo que de una opción de cambio. Los Verdes tenían una muy buena candidata, Sandrine Rousseau, que levantaba la bandera pero perdió la candidatura. En mi opinión el tema no es solamente ecológico: si no se cuestiona el sistema por más verde que seas esto va a quedar en buenas intenciones. Por eso, los verdes light estilo modelo alemán se acabaron.
Ahora bien, recordemos también que la repartición de la riqueza y un estado de bienestar social fueron la base de la socialdemocracia. Bueno, ¿dónde están los beneficios del Estado social cuando se privatiza la educación, la salud, se reduce el Estado, o sea, cuando se aplican las políticas neoliberales? Ese modelo que los latinoamericanos sueñan, como dices, en algún momento existió en Europa pero si vienen aquí ahora explíquenme en Francia cómo esa socialdemocracia produce 11 millones de desempleados, ocho millones de pobres, 6.5 millones viviendo de la ayuda alimentaria y un desmantelamiento absoluto del Estado. Y todo esto a nombre de la socialdemocracia.
Se nos ha criticado mucho a nosotros que a veces no nos nombramos ‘de izquierda’ ni andamos con el puño en alto cada dos minutos ni levantando banderas rojas. (…) Cuando nosotros presentamos nuestro proyecto, empiezan a temblar tanto los de la izquierda como los de la derecha porque aquí hay un proyecto que va mucho al fondo, transversal, y eso es lo revolucionario, lo radical y eso es lo que hay que reivindicar.
— Para su campaña de reelección y en similitud con la de 2017, Macron ha vuelto a posicionarse como alguien “ni de derecha ni de izquierda” o “con medidas de derecha y de izquierda”. Si las derechas e izquierdas francesas se están definiendo más claramente, ¿el llamado “extremo centro” sigue siendo una postura válida para la Francia actual?
— La extrema riqueza busca tener un extremo centro que no existe. Macron no tiene ninguna vergüenza en decir que no es de izquierda ni de derecha porque no tiene moral para decir que él no es de derecha cuando ha abierto la puerta y ha hecho los negocios más importantes, cuando ha creado no solamente una casta financiera sino una casta de ricos en este país, donde es impresionante que doce familias concentren el poder y sean dueños de más del 80% de la riqueza.
Entonces, el poder cultural de ese mensaje “Ni de izquierda ni de derecha” es un lenguaje tramposo, donde hay un miedo terrible al debate. Macron en campaña no quiere debatir. Pero el balance de su gestión lo dice todo. Un balance de cinco años trágico, no solamente por la gente que perdió brazos u ojos por la violencia desatada contra el movimiento social sino, sobre todo, por el tema del empobrecimiento. Entonces, lo que está diciendo con “no soy de izquierda ni de derecha” es estar diciendo “tengo un excelente equipo de comunicación y puedo hacer lo que quiera y transformarme en lo que quiera”.
— Para una eventual llegada de Mélenchon a la segunda vuelta, ¿cómo sería su acercamiento ahora con los partidos políticos, con PS, PC, EELV? ¿Serían los mismos términos de la primera vuelta o habría cambios programáticos?
— Todo el mundo que quiera participar en el gobierno de la Unión Popular va a ser bienvenido y los partidos políticos están invitados a participar en torno a los puntos del proyecto. Invitar a verdes, socialistas, comunistas al programa. Nosotros no vamos a renunciar al SMIC (salario mínimo) de 1400 euros, no vamos a renunciar a la jubilación a los 60 años, no vamos a renunciar a la planificación ecológica, a salir de la OTAN, no vamos a renunciar a la Asamblea Constituyente, al llamado de la Sexta República, no vamos a renunciar a que las casas de retiro de ancianos sean gestionadas por el Estado, no vamos a renunciar tampoco a mil euros a los jóvenes para que se dediquen a estudiar y no a trabajar…
Son los puntos básicos de un programa en común que podemos tener con los otros partidos. No nos vamos a cerrar. En realidad no hay muchos desacuerdos de fondo con los comunistas. Con los verdes en el aspecto ecológico podemos impulsar varias cosas. Con quien sí tenemos muchas más diferencias es con el PS. Pero nuestro espíritu está muy abierto, es esperanzador.
Por cierto, de todo esto que te comenté nos preguntan mucho “¿y de dónde van a sacar todo ese dinero para tales proyectos?” Viene del concepto de herencia social. A toda persona que tenga herencia mayor de 12 millones de euros nosotros vamos a fijarle un impuesto y ese impuesto va a ser, por ejemplo, la gran bolsa de trabajo para los estudiantes. Entonces, ningún problema con la izquierda, que vengan todos a este proyecto.
— ¿Cuál es el papel que debe jugar Francia en la Unión Europea (UE) desde el programa de Jean-Luc Mélenchon?
— Los tratados de libre comercio se oponen al proteccionismo ecológico que nosotros queremos. La concurrencia libre impide la constitución de polos públicos y de bienes comunes: es el mercado versus bienes comunes. Es una antítesis lo que se ha construido en esta Europa.
Otro impedimento para nuestro proyecto es la regla de oro del 3% (el 3% del PIB que las reglas fiscales europeas fijan como tope para el déficit de los Estados miembro). Que tú no tengas soberanía en tu país y que sea Europa quien decide tu presupuesto es una mordaza absoluta.
Está la actual UE de la guerra, de la OTAN. La UE del mercado en manos de las finanzas. Por eso apelamos a una Europa al servicio de los pueblos, soberana en el presupuesto, con una regla de armonía social y ecológica al interior de la UE que busque el proteccionismo ecológico, el derecho al agua, la urgencia climática, la lucha contra las desigualdades sociales como prioridades.
Nosotros queremos utilizar el derecho de veto que en la comunidad europea tiene Francia. Si Francia dice “no”, pensamos que tiene peso su palabra. Y Francia debe condicionar el aporte que hace al presupuesto de la UE, que es el 18% de toda la contribución de los estados miembros.
Hay que promover nuevos tipos de cooperación al interior de la UE, parar la máquina ultrafinanciera, movilizar nuestra presencia para proyectos ecológicos, del bienestar de Europa y, por lo tanto, terminar con la idea de los mercados e impedir los Acuerdos de Libre Comercio tanto con México, como con el Mercosur y América Central. En eso vamos a ser muy claros: nosotros no vamos a ratificar ninguno de esos acuerdos porque son extremadamente dañinos para las agriculturas locales y de sobreexplotación para los hermanos de los otros pueblos.
— ¿Sobre la crisis migratoria que se vive en Europa desde hace años?
— Una de las políticas para el tema de la inmigración es el proteccionismo solidario: ayudar en lo económico en el país local. Nadie sale de sus países porque quiera, porque se le ocurre. La gente sale en busca de trabajo, empleo, porque en su países no hay cómo vivir dignamente. Nosotros debemos aportar recursos siendo la quinta potencia económica del mundo pero no para impedir viajar, porque la gente que quiere viajar es soberana, la libre circulación es un derecho inalienable de cada individuo. Lo que queremos apoyar es en iniciativas para el empleo de jóvenes, para que esos jóvenes que mueren en el Mar Mediterráneo más bien tengan esperanza de vida en su propio país.
— Propuestas muy ambiciosas, sobre todo en momentos en que la estructura europea (Parlamento, Consejo, Banco Central) está muy cargada a la derecha. Habría fuertes encontronazos.
— Si Alexis Tsipras (exprimer ministro griego) no hubiera cedido tanto y se hubiera parado de la mesa de negociación diciendo “no puedo pagarles” (durante la mesa de negociación de 2015 entre el gobierno griego y la llamada troika europea), yo creo que varios hubieran corrido detrás para alcanzarlo y decirle “no, no, espere, negociemos”. A él lo empujaron a ceder, cedió y se acabó la Europa social.
— ¿Cuál es la relación de Francia con América Latina, África, Asia en el programa de El futuro en común, sobre todo tomando en cuenta el fuerte pasado colonial que tiene esta nación?
— La Francia que nosotros queremos es una Francia independiente, soberana, no alineada, en relación de mucho respeto con los pueblos. Una Francia que buscará la unidad con la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) de igual a igual, una Francia altermundialista. Este es un proyecto que llama a la lucha contra el fatalismo y donde América Latina ha sido y es para Mélenchon fuente de inspiración.
Entonces, el pasado colonial, el pasado racista, el pasado también expansionista que han llamado “Françafrique”, todo eso se acaba con Mélenchon. Nosotros queremos verdaderamente potencializar a la ONU como centro de discusión de un mundo de paz, multilateral. El futuro no es lo que nos va a llegar, lo que nos va a pasar, sino lo que nosotros vamos a poder construir, y eso es clave. Si Mélenchon gana cambia el mundo y cambia Francia.
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