El periodista John Kenneth Turner reveló el sistema esclavista que se llevaba a cabo en México, durante el gobierno de Porfirio Díaz. Su Libro México Bárbaro ayudó a internacionalizar la lucha de la Revolución Mexicana
Twitter: @ignaciodealba
John Kenneth Turner y otros socialistas estadounidenses se enteraron que un grupo de anarquistas mexicanos purgaba una condena en una prisión de Los Ángeles, acusados del raro delito de querer invadir su propio país. John, con buen olfato de periodista, logró arreglar una cita en la prisión para conocer a los presos: Ricardo Flores Magón, Librado Rivera, Antonio I. Villarreal y Manuel Sarabia.
Los abogados y simpatizantes socialistas que asistieron a la prisión, en 1908, escucharon las historias de persecución contra cientos de opositores y periodistas, de la pobreza y la esclavitud en México. El testimonio de los mexicanos convenció a los estadounidenses a colaborar en la “causa mexicana”.
Las entrevistas con los presos fue el inicio del trabajo más importante de Kenneth, él mismo reconoció así su interés: “seres humanos vendidos y comprados como mulas en América, y en el siglo XX. “Caray”, me dije, “si eso es cierto, tengo que ir a verlo””.
No sólo John se arriesgaría en la revolución, su pareja Ethel Duffy Turner se involucraría en las conspiraciones contra el régimen de Díaz; incluso a ella se le reconoce como “precursora de la Revolución Mexicana”.
El grupo de estadounidenses que se alió a la causa mexicana tomó clases de español con el anarquista Lázaro Gutiérrez de Lara. Quien se convirtió también en guía de John por los campos de explotación en México. La colaboración estrecha entre mexicanos y estadounidenses fue central para la publicación de los reportajes de México Bárbaro.
Fue el propio Gutiérrez de Lara quien guío a John Kenneth por las plantaciones esclavistas de la Península de Yucatán y de Valle Nacional, en Oaxaca. Kenneth no descubrió la esclavitud en México, pero sí logró exponer el tema al público estadounidense, que era sensible al tema. Además, relató los intereses de su país en los centros de explotación.
El gobierno de Díaz había hecho una esmerada campaña en Estados Unidos para negar la esclavitud, el propio Matías Romero, que fungió como representante de México en Washington, ayudó a convencer a congresistas y a empresarios de que no había tal explotación en nuestro país. Pero el reportaje de John Kenneth mostraría la otra cara de la moneda.
En agosto de 1908 los periodistas Kenneth y Gutiérrez de Lara montaron como polizones en un tren que los llevó de Los Ángeles al El Paso, Texas. Una red de espionaje estaba instalada en la frontera, el gobierno de Díaz sabía que las actividades del Partido Liberal Mexicano estaban retraídas en la franja fronteriza, además Gutiérrez de Lara era uno de los agitadores sociales buscados por las autoridades. Por eso el viaje se hizo de incógnito, incluso ambos escritores usaron disfraces para poder internarse a territorio mexicano.
La intención de atestiguar la esclavitud debió tener como primera parada Sonora, donde los Yaquis eran embarcados hacia el sur de México para ser explotados. Pero los periodistas evitaron entrar al estado, donde Gutiérrez de Lara era reconocido y perseguido por las autoridades locales, su participación en la Huelga de Cananea lo había convertido en un blanco para el gobierno local.
Pero Kenneth siguió el rastro de los yaquis hasta su último destino: Yucatán y Oaxaca. Para entrar a los centros de explotación Kenneth se hizo pasar por un empresario estadounidense, interesado en invertir en la zona. Gutiérrez de Lara, por su lado, era el traductor y mano derecha del extranjero.
Ambos fueron recibidos por funcionarios del gobierno de Díaz que les abrieron las puertas a aquel mundo. En México Bárbaro se lee: “los 50 reyes del henequén viven en ricos palacios en Mérida y muchos de ellos tienen casas en el extranjero. Viajan mucho, hablan varios idiomas y con sus familias constituyen una clase social muy cultivada. Toda Mérida y todo Yucatán, y aún toda la península, dependen de estos 50 reyes del henequén. Naturalmente, dominan la política del estado y los hacen en su propio beneficio. Los esclavos son: 8 mil indios yaquis, importados de Sonora; 3 mil chinos (coreanos) y entre 100 y 125 mil indígenas mayas, que antes poseían las tierras que ahora dominan los amos henequeneros”.
A Kenneth y a Lázaro Gutiérrez de Lara les ofrecen tierras y garantías de mano de obra, según el periodista cada esclavo mexicano costaba 400 pesos.
Según relató Kenneth la gente que llegaba a los centros de explotación “mueren más rápido de lo que nacen”. Las condiciones de trabajo son tan duras que se necesita una constante importación de esclavos, una economía voraz. Altos funcionarios del gobierno de Díaz se hacían cargo de que el tráfico de personas funcionara: presidentes municipales, agentes portuarios, jefes policiacos, gobernadores, incluso se acusa al sobrino de Díaz de recibir dinero por cada esclavo que sale de la Ciudad de México.
El periodista asegura en su reportaje “hay que hacer notar que el robo de tierras ha sido el primer paso directo para someter de nuevo al pueblo mexicano a la servidumbre, como esclavos y peones”.
Tanto Kenneth como Gutiérrez de Lara regresaron a Estados Unidos abatidos por lo que habían visto. Era más de los que se podían imaginar y las condiciones de esclavitud eran peores de las que les habían contado en la cárcel. Los alcances de las publicaciones en The American Magazine, bajo el nombre México Bárbaro, fueron enormes. En Estados Unidos y en Europa se sumaron voluntarios a la causa mexicana.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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