21 marzo, 2022
Esteban Tadeo Jorge, migrante de Guatemala en Cancún, fue arrollado por un automóvil que le rompió las piernas, una muñeca, la cuenca de un ojo y mandíbula. Sin poder caminar y sin recursos para atención médica, suma siete meses abandonado en un albergue por el consulado de su país y por Instituto Nacional de Migración que no le otorga una visa por razones humanitarias
Texto: Ricardo Hernández
Ilustración: Serbleu
QUINTANA ROO.-Hace mucho tiempo que Esteban no duerme bien. Las noches son de eterna queja: porque le cala el frío, por el dolor intenso, porque algún movimiento brusco lo despierta. Esteban Tadeo Jorge es un migrante guatemalteco que fue embestido siete meses atrás por un automóvil y le rompió cinco huesos. Desde entonces está así, fracturado en un albergue gubernamental del Caribe mexicano, en espera de intervención quirúrgica, en busca de ayuda.
El 11 de agosto de 2021 Esteban quedó inconsciente sobre la Carretera 307, a la altura de Tulum, en Quintana Roo. Había trabajado hasta tarde, caía la noche y Esteban apresuró el paso para cruzar la carretera y alcanzar el transporte público que lo llevaría a casa.
“Me estaba agarrando la noche. Iba yo corriendo, me iba yo a cruzar la carretera, pero corriendo, y el carro se vino rápido. Ya iba de noche, a las nueve, ahí en la carretera de Tulum. Me crucé. El primer carro que pasó no me alcanzó, hasta el segundo. Ahí sí me alcanzó”, dice Esteban.
“El carro solo miró que me caí y no se paró y se pasó de largo y se fue. Es hombre el conductor, son como dos hombres-tres hombres los que andaban en ese carro. Es un color gris, pero hay mucho carro que son gris”.
Esteban prosigue con narración dificultosa, sentado en la silla de ruedas en la que ha permanecido por tanto tiempo, desde el albergue municipal para migrantes de Puerto Aventuras, cercano a Playa del Carmen.
Esteban tiene apenas 22 años, es de cara ovalada, poblada de cejas tupidas y coronada con pelos lacios y necios, que él mismo corta con tijeras de cocina cuando lo cree necesario. Nació en Nentón, un municipio del departamento guatemalteco de Huehuetenango, uno pequeño, con apenas nueve calles, y como el resto de localidades de aquel país, con altos índices de pobreza y de migración laboral transfronteriza, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística (INE) de Guatemala.
En 2015, ante la falta de oportunidades en su pueblo, Esteban cruzó –sin papeles– la frontera para emplearse en Comitán, Chiapas, donde vivió tres años.
“Ahí vendía Sabritas, en una abarrotes. Ahí estuve en muchos trabajos: en la tortillería; donde venden tacos, quesadillas; ahí estuve trabajando donde venden frutas y verduras; trabajé ahí, donde venden elotes crudos”, enlista.
Ganaba no más que 500 pesos al mes, que se le antojaron poco cuando un primo le recomendó ir a Cancún, Quintana Roo, donde los salarios son mayores y en donde ya residía una tía, de la que no tenía su número de contacto, pero sí una referencia: vendía verduras en el Mercado 23, uno de los más concurridos de la ciudad.
Esteban llegó el 28 de diciembre de 2018 a Cancún. Pasó las primeras noches afuera del mercado hasta que, de casualidad, dio con su pariente, en mero Año Nuevo.
“De suerte. Es que iba yo caminando y como no tengo su número ni nada y pues me dejó el camión: ‘Bienvenido a Cancún’. Bueno, ‘¿dónde me voy ahorita?’, pensé. Pregunto donde queda el Mercado 23. Sé que ahí andaba mi tía. Pasé un día, nunca lo encontré nadie. Dos días. Hasta los tres días encontré a mi tía. Iba en un taxi, me le quedé mirando. Me estaban llamando desde el taxi: ‘venga, venga, vení’, dice. Y fui, llegué y vi que era mi tía”, recuerda.
Esteban permaneció cinco meses en el departamento de su familiar, hasta que la pareja de su tía lo corrió “porque no le caía bien”. Para entonces trabajaba cuidando una parcela en la periferia de Cancún. El salario, efectivamente, era más alto que en Chiapas: mil 200 pesos a la semana, más lo que gastara en los traslados. Duró tres meses ahí, pues conoció a otro migrante que le enseñó a hacer figurillas de animales con hoja de palma y limpiapipas, algo con lo que pudo ganar aun más dinero… hasta el día del accidente.
“Encontré un amigo que sabe hacer flores, animalitos, con hoja de palma. Y él me enseñó a hacer todo eso, lo hacía y vendía eso”, cuenta.
En no más de 5 minutos terminaba cada figurita, que ofrecía por cualquier moneda que le dieran, en estacionamientos y plazas comerciales de Cancún, Playa del Carmen y Tulum.
“A veces ganaba yo 300 o 500 pesos al día, en vender arañitas de limpiapipas”, detalla.
—¿Y en qué lo gastabas?
—Compraba yo mi comida, refresco. A veces ya no trabajaba, compraba ahí mi comida, mi refresco. Y ya cuando se me acababa el dinero, volvía a trabajar.
—Y cuando no trabajabas, ¿qué hacías?
—Pues ahí en la casa, descansar o dormir. Como tenía yo celular, pues mirar el celular. Y así. O comprar comida o comprar Sabritas, refrescos. Me sentaba en el cuarto a jugar juegos o a pasear un rato, o irme al mercado a comprar algo.
Esteban residía en el destino turístico sin trabajo formal, actividades recreativas o de esparcimiento, sin su núcleo familiar, amigos, círculo social, ni red de apoyo, ni sentido de la comunidad.
En el diagnóstico de ingreso al Hospital General de Playa del Carmen, a donde fue trasladado luego de ser embestido por un carro, consultado por este medio, se indica que se encontraba en estado de ebriedad. También, que ingresó en mal estado general, aletargado, con múltiples contusiones en la cara, con cinco fracturas: metafisiaria distal de radio izquierdo, diafisaria de fémur derecho, expuesta de tibia y peroné izquierdo, de la pared y piso de la órbita derecho y del maxilar superior derecho; es decir, muñeca, piernas, cuenca del ojo y quijada rotas por el impacto. Además, se trataba de un paciente “con alto riesgo de complicación y de muerte”.
En el hospital fue atendido en urgencias y sometido a cirugía de control de daños, en la que le colocaron clavos intramedulares donados a lo largo de la pierna izquierda, que aún conserva.
Esteban estuvo internado nueve días, hasta el 20 de agosto, cuando fue dado de alta al no hallar a sus padres ni a ningún respondiente.
En la nota de alta, elaborada por la doctora Carmen Yossaleth Briceño González, se subraya que el paciente requiere una nueva intervención, para una estabilización definitiva de las fracturas. “Se egresa de manera transitoria hasta contar con material de osteosíntesis (se entrega solicitud de material) para su estabilización quirúrgica definitiva”, se lee en el documento.
Han pasado siete meses y aquella cirugía no llega. Aunque la mayoría de las fracturas se han soldado, las de tibia y peroné aún no. Y de éstas, el dolor ha disminuido, dice Esteban.
“(Al inicio) me dolía, peeero un dolor, dolor. Hasta, pues, me daba ganas de llorar, pero, por más que lloro no se me va a bajar el dolor, entonces, aguantarlo. Y así. Hasta ahorita ya se me bajó el dolor. Tanto dolor que ya se me bajó. Solo un poco a veces, cuando me muevo mucho o cuando me duermo y se me mueve el pie”, dice con gestos de molestia.
“A veces, cuando me da fuerte el dolor me tomo dos pastillas de Diclofenaco –si hay–. Cuando me duele no puedo sentarme, me duele, me tengo que acostar. A veces se me pega el dolor. Como están metidos los clavos, a veces me pega el dolor cuando hace frío. Y pues ya me meto adentro a dormirme otra vez”, se lamenta.
Una vez que fue dado de alta, Esteban fue trasladado al albergue de Puerto Aventuras, el único que existe en todo Quintana Roo, que acaba de inaugurarse en diciembre de 2020 y el que se encuentra en una situación poco óptima.
La Unidad de Atención al Migrante de Solidaridad, ubicada en Playa del Carmen y de la que depende el albergue que aloja a Esteban, enfrenta retos institucionales.
De inicio, las facultades y obligaciones del personal de la Unidad se describen en apenas 10 breves fracciones, establecidas en el Reglamento orgánico de la Administración Pública del municipio de Solidaridad, que resultan bastante generales, según reconoce en entrevista Leticia Chaverry Pérez, titular del organismo.
“Como verás, es muy general. Ya lo actualicé. Hice una propuesta, pero está en revisión jurídica”, declaró la funcionaria.
Y el albergue no está normado, por lo que no quedan claras sus funciones: aunque se pensó como un espacio temporal, un lugar donde los migrantes pueden pernoctar algunos días en lo que resuelven su situación migratoria, hay casos en los que los usuarios se han quedado por meses, sin la atención ni el personal que ello ameritaría.
Antes de ser albergue, el espacio se usaba para atender a personas con problemas de adicción. Ahora, los espacios se volvieron cuartos y se instalaron algunas camas, una cocina y comedor con mesas de plástico plegables y poco más. No hay personal que ofrezca servicios médicos, psicológicos o de traducción; no hay espacios divididos para hombres, mujeres y familias; tampoco protocolos de seguridad. Y sin embargo, opera.
La Unidad, vale destacar, cuenta con un presupuesto limitado, de 800 mil pesos, según Chaverry. Y la mitad del recurso se va tan solo en el salario de la Jefa de la Unidad –pues gana 33 mil 856 pesos al mes, según datos de la Dirección de Recursos Humanos–.
Con facultades difusas y presupuesto insuficiente, José Lastra Castellanos, el encargado del albergue, con sueldo de 19 mil 705 pesos mensuales, ha tenido, incluso, que disponer de dinero de su propio bolsillo, por ejemplo, para comprar medicinas para Esteban y procurar, en la medida de lo posible, su salud.
José Lastra cuenta que, luego de varios intentos consiguió cita para Esteban en el Hospital General de Playa del Carmen. Fue hasta el 25 de noviembre, tres meses después del accidente, que el migrante pudo tener consulta.
En el resumen médico que resultó de aquella visita se indica que Esteban presentó una consolidación viciosa de fractura diafisiaria de fémur derecho y pseudoartrosis atrófica de tibia derecha.
Alfonso Silveyra Román, ortopedista traumatólogo de Cancún, ayuda con la interpretación: “Quiere decir que la fractura de la pierna izquierda no pega; que intenta pegar, pero no hay formación de tejido nuevo óseo que sostenga la pierna, por eso no hay sostén, no puede apoyar la pierna”.
Luego de conocer el diagnóstico, Silveyra afirma que Esteban tiene pocas probabilidades de volver a caminar normalmente, como hasta antes del accidente.
“Necesita una cirugía de salvataje, reconstructiva, para recuperar algo de función para caminar. Para eso tienes que contar con sustituto de hueso. Consigues hueso, ya sea, dependiendo de cada caso, de su propio cuerpo o en un banco de huesos, del segmento que necesites para reconstruirlo. El problema aquí es que, generalmente, ese tipo de cirugías es de tercer nivel”, explica.
Y en Quintana Roo no existe un hospital de tercer nivel. Se necesitaría trasladar a Mérida, Yucatán, o a Ciudad de México, además de desembolsar, según cálculos de Silveyra, entre 200 o 300 mil pesos para la operación. A ello, añade, se le debe sumar el costo de la rehabilitación, que podría durar de seis meses a un año.
Esteban no cuenta con recursos ni para trasladarse, y aunque los tuviera, no puede, pues tampoco tiene papeles que acrediten su legal estancia en el país.
Y es que en todo este tiempo, el Instituto Nacional de Migración (Inami) no ha tramitado su regularización, pese a que el Reglamento de la Ley de Migración lo permite, por tratarse de un caso en donde el extranjero en cuestión sufre una alteración a la salud.
Además, desde que Esteban fue dado de alta del hospital, el Ayuntamiento de Solidaridad, a través de la Unidad de Atención al Migrante, solicitó al Inami apoyo para llevar a cabo el retorno asistido a su lugar de origen.
“El retorno asistido es debido a que la persona antes mencionada se encuentra en Nuestro Municipio (Solidaridad) en condición de calle, debido a que no cuenta con la suficiencia económica para solventar sus necesidades, un lugar donde vivir y a la vez poder regresar a su país de origen”, se lee en el documento, con número de oficio MSOL/SG/UAM/0128/2021, que fue ignorado.
La oficina de representación del Inami en Quintana Roo es conocida por las detenciones ilegales de extranjeros, a quienes extorsiona para dejarlos en libertad, pero no por intervenir en casos como el de Esteban, a quien debió otorgar desde hace meses una visa por razones humanitarias, reprocha una fuente conocedora del trabajo del organismo.
Esteban también inició trámites para solicitar refugio ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) en enero pasado, pero no fue aceptado, pues migró con fines económicos; no califica como de interés para el organismo.
El Consulado de Guatemala tampoco ha intervenido. Nueve días después del accidente, la oficina consular ya tenía notificación del caso, de hecho, el 20 de agosto de 2021 le expidió a Esteban una constancia de nacionalidad, y nada más.
Cuestionado al respecto, Carlos Iván Melchor Solórzano, vicecónsul general de Guatemala en México, confirmó que no han asistido a Esteban en todo este tiempo y alegó que, con el relevo en la titularidad del albergue, por el cambio de administración municipal, se perdió comunicación con el connacional.
“En algún momento nos comunicamos con la casa migrante, nos habíamos comunicado con el encargado, Luis Martínez, pero al parecer hubo cambios en el gobierno. Lo que habíamos quedado es que íbamos a esperar a que Esteban estuviera un poquito mejor”, respondió en entrevista el vicecónsul.
Melchor Solórzano se comprometió a adoptar el caso y realizar gestiones para conseguir apoyo para la intervención quirúrgica de Guatemala y, posteriormente, su retorno al país de origen.
“Nosotros no contamos con recursos para apoyar a Esteban, pero sí podemos solicitar apoyo con las instituciones para que lo puedan atender. Es lo que nosotros nos encargaríamos para apoyarlo y se pueda someter a cirugía. En Yucatán, como es mi circunscripción, puedo gestionar atención”, aseguró.
El descuido del Consulado se puede explicar también por la falta de representación en la entidad. Pese al nutrido flujo migratorio hacia México, Guatemala solo cuenta con tres consulados, dos en Chiapas y uno en Jalisco, de acuerdo con la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE).
En Quintana Roo, pese al significativo flujo aéreo de guatemaltecos (17 mil 358 en 2021: Inami), a las detenciones por parte del Inami (270 en 2021: Inami), a la fuerte presencia de refugiados en campamentos (3 mil 500 personas: Cámara de Diputados) y pese a la llegada de miles de migrantes terrestres, atraídos por la oferta laboral, no hay oficina consular.
Es por eso que el Ministerio de Relaciones Exteriores de Guatemala gestiona instalar un Consulado en Cancún, adelanta Melchor.
Y aunque meses después del accidente, Esteban pudo contactar por teléfono a sus padres, radicados en Guatemala, éstos han decidido abandonarlo a su suerte.
“Mi familia me dijo que por qué no me quedo acá. Si ya vine acá, por qué no te quedas allá de una vez, me dicen. ‘Tanto que ya no quieres venir acá’. Están enojados, se enojaron porque me vine acá. No querían que yo me vine acá”, comparte.
Entre tanto, Esteban espera por algo de ayuda, anclado a su silla de ruedas, perdido en una suerte de limbo, pues desde que llegó al albergue ni siquiera se ha asomado a la calle: su vida se ha resuelto en no más de 200 metros cuadrados, entre la cocina, el baño, el patio y su cuarto, que comparte con otros migrantes.
“No he salido ni un día, ni un día. Todos los días estoy acá. A veces, pues, me pongo ahí sentarme. Hay mucho calor. Mejor estarme allá adentro, en el cuarto. Me aburro. Todo el día sentado, sentado, sentado. Me canso de sentar también y mejor a veces me tiro a dormir un rato otra vez, pero no dormir como uno que está mejor así como tú que va a dormir bien. Ahorita lo que quiero es una ayuda, para que me operen o para quitarme los clavos. Y si no hay quien lo va a ser, así voy a estar toda la vida, hasta que salga uno, de suerte también…”.
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