Muchos problemas no se resuelven con la nacionalización del litio, como los de los despojos a comunidades y el altísimo impacto ambiental de la extracción de ese polvo blanco con el que se hacen baterías, sobre todo por su enorme uso de agua. Sin regulación adecuada, sin imposición de la ley, la minería del litio será más destrucción y despojo, y no más bienestar.
Twitter: @eugeniofv
El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, refrendó su intención de que la minería del litio en México quede a cargo de una empresa pública y no de empresas privadas. Con ello el mandatario saca al país de una de las múltiples disputas entre potencias internacionales —la del acceso al mineral, clave para la transición energética— y busca asegurar una fuente de ingresos al Estado que sustituya al petróleo. Hay muchos otros problemas, sin embargo, que no se resuelven con la nacionalización del litio, como los de los despojos a comunidades y el altísimo impacto ambiental de la extracción de ese polvo blanco con el que se hacen baterías, sobre todo por su enorme uso de agua.
Según informa la Secretaría de Economía, en México hay yacimientos de litio en roca dura —que implica una minería más o menos convencional en sus impactos— y en salmueras —aguas con alta concentración de sales y, entre ellas, de litio—. La experiencia del país con la minería debería dejar claro que inclusive la extracción de este mineral en forma de roca dura tendrá consecuencias muy graves para el medio ambiente a su alrededor —ahí está el desastre del río Sonora, por ejemplo—, pero la extracción de litio en salmueras debería preocuparnos tanto más.
Algunos cálculos apuntan que para obtener los 45 kilogramos de litio que requieren las baterías de un auto eléctrico Tesla S, por ejemplo, hacen falta mil 370 litros de agua solamente del proceso de extracción en salmueras. Eso quiere decir que para producir cien autos se ocupará el agua que consume una persona en un año. Hablando en peso del mineral, si se toma en cuenta que hay proyectos mineros en México que esperan producir 64 mil toneladas de litio anuales —aunque en el caso de ese proyecto en particular su uso de agua es algo menor—, estamos hablando de que solamente esa mina usará el agua que necesitan más de diez mil personas al año, inclusive considerando su impacto disminuido.
Un estudio liderado por Anna C. Schomberg y publicado en la revista académica Communications Earth & Environment (parte del Portafolio de Nature) advierte de que el grueso de los yacimientos de litio —incluyendo los mexicanos— están en zonas con una huella de escasez de agua “crítica”, es decir, que ya atraviesan un fuerte estrés hídrico, y que la minería del litio hará empeorar esta situación de por sí muy difícil de sostener. Entre sus conclusiones está que combatir la crisis climática cambiando autos que queman combustibles fósiles por vehículos que usan baterías de litio es simplemente cambiar un problema por otro: se solucionará el problema de la contaminación atmosférica y de la emisión de gases de efecto invernadero en los países ricos de Europa y América del Norte provocando una mayor escasez de agua en los países en los que se extrae el mineral.
Por todo esto, nacionalizar el litio quizá ayude a resolver un problema geopolítico para el país, al sacarlo de la disputa entre China y Estados Unidos por el control del mundo, y podría ser que contribuya a sanear en parte las finanzas del Estado mexicano, un poco como ocurrió con el petróleo en el siglo XX, pero no resuelve nada para las comunidades que padecen los proyectos de extracción, que verán sus aguas y medios de vida amenazados y, probablemente, simplemente cancelados.
Para que, como insiste López Obrador, el litio de verdad sea de los mexicanos —de todos los mexicanos— y no solamente “del gobierno o del Estado”, entonces la nueva empresa minera nacional debería imponerse y cumplir los estándares más altos en materia social y ambiental y no sacrificar ni la vida ni el agua de quienes viven cerca de los yacimientos para permitir que un rico de la Ciudad de México, Pretoria, Los Ángeles o Estocolmo sienta que cumple con el planeta porque maneja un auto eléctrico.
Esto por otra parte, no se logrará con el mero ejemplo y la promesa de que los gobernantes de hoy no son lo mismo que los de ayer. Esto se logrará con una regulación que lo imponga y con una cultura empresarial construida desde dentro y por la presión judicial que lleve al cumplimiento de la ley. Sin regulación adecuada, sin imposición de la ley, la minería del litio será más destrucción y despojo, y no más bienestar.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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