Para recuperar los cielos y sus estrellas

31 enero, 2022

La contaminación lumínica en México alcanza niveles que pocos lugares del mundo padecen. Este año deberá publicarse la Norma Oficial Mexicana que permita combatir esta otra forma de contaminación y recuperar los cielos

Twitter: @eugeniofv

Los inviernos, con sus fuertes vientos y sus pocas lluvias, deberían ser meses ideales para ver estrellas inclusive en las grandes ciudades del país. Sin embargo, la luz que se emite sobre nuestras calles y en los edificios es tal, y de tan mala calidad, que nos hemos quedado sin cielos y sin astros. La contaminación lumínica en México alcanza niveles que pocos lugares del mundo padecen y rebasa el límite de las ciudades para tocar los corredores industriales, las carreteras y todo ese enorme arco de pavimento, asbesto y concreto que va del Golfo al Pacífico pasando por el Valle de México. Este año deberá publicarse la Norma Oficial Mexicana que permita combatir esta otra forma de contaminación y recuperar los cielos.

La contaminación lumínica, según explican José González Madrigal y sus colegas en un artículo académico reciente, es “la diferencia entre la iluminación que se emite, con respecto a la cantidad real que se requiere”. Después de las reformas del año pasado a la Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente (LGEEPA), este tipo de contaminación es definido legalmente como “el resplandor luminoso (…) que altera las condiciones naturales de luminosidad en horas nocturnas y dificulta las observaciones astronómicas de los objetos celestes, debido a la luz intrusa”, que a su vez es, por decirlo de alguna manera, luz que va más allá de dónde debería, sea porque simplemente se iluminan cosas que no se deberían iluminar o porque lámparas y luminarias mal instaladas emiten tanta luz que ésta se refleja en la atmósfera y oculta el cielo. 

Hay una porción importante de la contaminación lumínica que viene de la incapacidad de los gobiernos locales para instalar infraestructura de calidad. Aunque los impulsores de las reformas que ya se pueden leer en la LGEEPA esperan que al terminar esta década el 80 por ciento de los municipios del país tengan luminarias LED de calidad y bien dirigidas, el hecho es que hoy apenas diez por ciento de las luminarias del país son buenas y están bien colocadas. 

Hay otra parte, sin embargo, que tiene culpables muy evidentes. Los enormes edificios que bordean el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México, por ejemplo, están iluminados día y noche del piso a su último —y muy elevado— techo, ocultando con su luz el cielo que debería ser de todos. Se trata de una concesión a la publicidad y al ego de arquitectos y empresarios que nos sale muy caro a los ciudadanos de a pie y que debería regularse y limitarse con urgencia. 

Aunque la Ciudad de México padece de altísimos grados de contaminación lumínica en todas sus alcaldías, también en esto se nota la desigualdad en las responsabilidades por el daño hecho. No puede culparse por igual al habitante de la alcaldía de Xochimilco, por ejemplo, donde según Evalúa CDMX apenas el 30 por ciento de las manzanas tiene alumbrado público en todas sus calles, que a alguien de la alcaldía Benito Juárez, donde el 88 por ciento de las manzanas tienen luz en todas las calles que les dan forma. Y tampoco puede cargarse el daño con la misma intensidad a un ciudadano de a pie de la colonia Doctores de la alcaldía Cuauhtémoc que a los administradores de la Torre BBVA en esa misma demarcación, que priva del cielo nocturno a habitantes a muchos kilómetros a la redonda. 

Las reformas publicadas hace un año en la LGEEPA mandataban a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales a expedir las normas que las aterrizaran y operacionalizaran antes del plazo de un año. Ese plazo ya se venció y parece ser que no se han emitido. Es urgente que se corrija y se enmiende esta omisión: el cielo depende de ello.

Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.

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