Nos hemos tardado mucho en escuchar a las víctimas indirectas de feminicidio y en entender de cuál justicia hablan cuando hablan de justicia
Twitter: @CeliaWarrior
La indignación por el feminicidio de Valeria Rivero Romero en el pueblo de Visitación, municipio de Melchor Ocampo, Estado de México, fue mayúscula. Varios cientos de personas asistieron al sepelio de la niña de 12 años a la que su mamá le decía ‘mi güerita’, le encantaba bailar cumbia y danzón con su abuelo y cursaba el primer año de secundaria. Las personas que acompañaron el cortejo fúnebre eran una multitud.
Valeria salió de su casa la tarde del domingo 14 de octubre de 2018, fue a la tienda y ya no regresó. Esa noche su familia y vecinos se organizaron en grupos para recorrer el pueblo y buscarla. Fue hasta el lunes que hallaron su cuerpo, con signos de violencia sexual, en un terreno cercano al domicilio de la niña.
Tres días más tarde, en el sepelio, Adriana Romero, mamá de Valeria, recordó a los medios de comunicación que, mientras ella enterraba a su hija, quien la había asesinado a metros de su casa seguía libre. El papá, Jorge Rivero, mencionó: “El pueblo me está apoyando […] todos vamos a hacer justicia por nuestra propia mano. Si la justicia no nos echa la mano, nosotros mismos vamos a hacer justicia”.
Un día después, el 18 de octubre, las autoridades detuvieron a un hombre de 50 años al que, dijeron, identificaron a partir de un video de una cámara de vigilancia, y lo acusaron del feminicidio de Valeria. La Fiscalía del Edomex dio a conocer que tenía antecedentes penales, había estado en prisión acusado de violación. El 20 de enero de 2020, Jesús García Sandoval fue sentenciado a 83 años de prisión, que después de una apelación se redujeron a 60.
El proceso judicial por el feminicidio de Valeria avanzó y llegó a la sentencia, algo que —Adriana reconoce— no es común en este país. Pero, a un par de años de esa aparente resolución, Adriana no está del todo segura de haber alcanzado la justicia. Para ella la mayor ganancia es mantener al feminicida de Valeria preso y piensa que su condena debió haber sido de por vida. “Esos individuos no deberían salir de la cárcel”, dice —y sé que lo hace considerando la reincidencia.
De la reparación integral del daño por el feminicidio, ni hablemos: no existe. “Mi familia está destrozada, era la más pequeña de mis hijas”, cuenta Adriana, quien agrega que desde el feminicidio de Valeria comenzó a apoyar a la búsqueda de personas desaparecidas y acompaña a otras víctimas de violencia feminicida.
Recuerdo la declaración del padre de Valeria: “…nosotros mismos vamos a hacer justicia”, y pienso en otras interpretaciones que tiene ahora frente al activismo de Adriana, quien sigue intentando asir esa justicia.
El 16 de enero de 2022 Karen Reyes recibió una llamada: el presunto feminicida de su hija Renata Luna, de 13 años, fue encontrado muerto en su celda del Centro Penitenciario de Huitzilzingo, Chalco, al que había ingresado tan solo 3 semanas atrás. Un par de días después la Fiscalía del estado confirmó que la defunción de Carlos Daniel “N” se debió a estrangulamiento y al final de esa misma semana el juez convocó a audiencia de sobreseimiento con la que prácticamente dio por finalizado el proceso judicial.
En el caso del feminicidio de Renata, sucedido en noviembre de 2020, Karen considera la muerte del imputado la tercera falla del Estado. La primera fue la negligencia de la Agencia Especializada en Violencia Familiar, Sexual y de Género de Ixtapaluca, donde ignoraron la denuncia de acoso sexual que presentó 5 meses antes del feminicidio, señalando a quien era padrastro de la menor. La segunda, que después del asesinato la autoridad tardó más de un año en girar una orden de aprehensión contra el principal sospechoso. Y ahora, “Con su muerte el Estado se deslinda por completo. El Estado te suelta y pierdes tus derechos”, lamenta Karen.
Sin una sentencia, Karen y su familia quedan aún más vulnerables: ni se juzga el delito, ni tiene reparación del daño, ni hay una justicia posible. Queda la resignación, dice Karen. “No era el castigo que esperaba. La muerte de los feminicidas no es justicia”, repite en cada entrevista. Y me parece que mucho nos hemos tardado en escuchar a las víctimas indirectas de feminicidio y en entender de cuál justicia hablan cuando hablan de justicia.
Periodista
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