En esta temporada navideña hay que aplicar los mismos principios que en general se deben seguir para todo: comprar orgánico y justo y minimizar los desperdicios
Twitter: @eugeniofv
Empieza ya la temporada navideña y con ella un montón de compras que se pueden hacer sin dañar al planeta y de deseos necesarios para el año que comienza. Desde el origen del árbol de navidad hasta qué hacer con las envolturas de los regalos, esta temporada está llena de decisiones que son fundamentales para la salud del país y del mundo.
El primer elemento de la temporada, que ya está oficialmente a la venta, es el de los árboles de navidad, que es también uno de los productos más engañosos para hacer compras sustentables, porque hay un montón de matices en juego que alteran el impacto que puede tener en el entorno. Puesto en plata, es probable que un árbol de navidad natural, pero de una plantación convencional en Estados Unidos o Canadá, sea más dañino para el planeta que uno artificial, pero un árbol orgánico —inclusive de allende el río Grande— o un árbol mexicano son más sustentables que los árboles artificiales.
La clave está, por una parte, en la cantidad de agroquímicos que se usan en las plantaciones estadounidenses, que es mucho mayor que la utilizada en los bosques mexicanos, y en las fuentes de los materiales de un árbol artificial, cuyo impacto relativo disminuye según cuántas veces se use un árbol. Estudios que comparan el ciclo de vida de un árbol de navidad artificial con uno natural en Estados Unidos han determinado que se debe reutilizar el árbol artificial cinco o seis veces para tener un impacto similar al de un árbol cultivado con pesticidas y fertilizantes. Las encuestas han mostrado que en realidad se los suele usar hasta en diez navidades.
Lo que esos estudios no toman en cuenta es que los árboles de navidad naturales producidos en México son ofrecidos por pequeños productores que invierten mucha mano de obra y pocos agroquímicos en el proceso, además de que se los transporta en distancias muy cortas —generalmente dentro de un mismo estado— y que su impacto indirecto dándole valor al bosque es enorme y muy favorable a la conservación.
Ahora, si bien es cierto que comprar árboles de navidad naturales es mejor que comprarlos artificiales —siempre que sean mexicanos, y mientras más cerca esté el productor, mejor—, con el acitrón ocurre lo contrario, y la decisión a tomar es muy fácil: no hay que comprar acitrón bajo ninguna circunstancia y por ningún motivo, sin importar quién lo venda. El acitrón se produce usando la pulpa de un cacto que está en serio peligro de desaparecer precisamente por el consumo del dulce. La simple decisión de no comprarlo es vital para salvar esa planta.
Lo mismo ocurre con el musgo. Apenas sabemos nada sobre su ecología, salvo que no hay forma de que la especie sobreviva si se la cosecha con la intensidad con la que se lo hace hoy en día. En lo que se aprende más, hay que abstenerse de comprarlo.
Lo demás consiste en aplicar en la temporada de navidad los mismos principios que en general se deben seguir para todo: comprar orgánico y justo y minimizar los desperdicios. Por ejemplo, aunque es muy difícil romper con las tradiciones y olvidar definitivamente las envolturas de los regalos, hay muchas opciones para minimizar el daño. Se pueden usar envolturas recicladas o que puedan reusarse, y se puede privilegiar el uso de papel simple, sin clorar, que permitirá ocultar el regalo sin liberar químicos tan dañinos al entorno. En diciembre se produce un 30 por ciento más basura que el resto del año. Reducir esa cantidad de desperdicios sería muy importante.
Esta navidad puede ser que no solamente disfrutemos en familia, sino que ese disfrute, además, sea sustentable.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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