¿Es completamente necesario que prenda mi cámara?”; “así es”, responde el maestro… ¿Qué habrá detrás de la pregunta del joven?, ¿será la desigualdad que se ha evidenciado al invadir la intimidad del hogar de las personas?, ¿será la inseguridad por la apariencia física?, ¿o la falta de deseo de fijar la mirada por las próximas cuatro horas detrás de la pantalla?
Elena Portas
Como muchas otras veces la pregunta vuelve a aparecer tras la pantalla: “¿Es completamente necesario que prenda mi cámara?”; “así es”, responde el maestro y el joven con tono de enfado responde: “permítame un momento”. Mientras se organiza para mostrar su imagen en la cámara, me pregunto que habrá detrás de su pregunta, ¿será la desigualdad que se ha evidenciado al invadir la intimidad del hogar de las personas? ¿será la inseguridad por la apariencia física? ¿será la falta de deseo de fijar la mirada por las próximas cuatro horas detrás de la pantalla? la clase sigue volando y las respuestas nuevamente no llegarán.
A través de la historia, las personas se reconocen unas a otras por los rasgos físicos de su rostro, pasan los años y las personas cambian mucho al ir envejeciendo, pero algunas características faciales se mantienen lo suficientemente parecidas para que nosotros distingamos a un amigo o familiar que no vemos hace 20 o 30 años. Resulta irónico entonces que lo que nos hace inconfundibles a los ojos de los demás sea también la parte del cuerpo que no somos capaces de ver sin el apoyo de una herramienta externa (espejo, cámara, reflejo en el agua, pintura o fotografía, etc).
Pocos pueden entender lo estresante que es para un cerebro que no está acostumbrado a ver nuestro rostro, observarlo por periodos tan prolongados, lo inquieta que una persona puede sentirse de observar rostros a través de la pantalla con una proporción que asemeja que una persona está más cercana de lo que físicamente nos haría sentir cómodos, lo angustiada que puede sentirse una persona que comienza a identificar imperfecciones en su rostro que hubieran pasado desapercibidas si no hubiéramos estado por horas frente a nuestra imagen.
Visto de una manera graciosa podríamos reírnos al darnos cuenta de que nuestras cejas tienen un lenguaje propio que no responde a nuestras instrucciones cuando lo deseamos o podemos pensar que nuestro entrecejo nos delata aunque nosotros queramos asegurar que no nos inquieta lo que escuchamos. Visto de una manera amorosa podemos reconciliarnos con las líneas de expresión, pecas e imperfecciones que serán compañeras inseparables desde día que aparecen en nuestra vida hasta el final. Visto desde un punto de vista comprensivo podemos perdonar al perro que quiere dar su mejor concierto cuando nos hacen una pregunta o a la abuela que ha decidido dar un paseo a nuestras espaldas con su pijama más pintoresca a velocidad de perezoso mientras todos nuestros amigos observan atentamente la pantalla.
Si nosotros podemos ser graciosos, amorosos, y comprensivos ¿Qué dificulta que los otros puedan ser tan bondadosos con nosotros? Pareciera que tendremos que ver como ahora ven los dermatólogos y cirujanos plásticos un aumento considerable de consulta por preocupaciones en la apariencia y dismorfia corporal; que padres y especialistas tendremos que escuchar una y otra vez a niños y jóvenes que se acercan preocupados a preguntar porque son incapaces de concentrarse o atender a sus actividades en línea, a pesar de poner su mejor esfuerzo; que tendremos que observar a todas aquellas personas que en verdad están estresadas por tener que salir de su casa porque ya no recuerdan como era hablar frente a frente por todos estos meses.
Si somos capaces de ser sensibles a todas estas voces, quizá podamos comenzar a ver debajo de los escombros que han dejado estos casi dos años que antes de frustrarnos y pedir que alguien prenda la pantalla para no creer que nos está dejando solo o que está haciendo una cosa incorrecta, tendremos que recordar que del otro lado hay una persona que posiblemente se está sintiendo tan sola, confundida o inadecuada como nosotros mismos, ojalá esto nos permita generar enlaces nuevos, brindar un par de minutos al final de la clase o junta para preguntar si detrás de la pantalla todo va bien o si podemos hacer más fácil la soledad acompañada a la que estamos habituándonos cada día más.
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