Resuelto el último trámite para ser ley, el pase sanitario que obliga a toda persona a acreditar que está vacunado o que no tiene Covid ha comenzado este lunes a aplicarse en toda Francia. A pesar de la temporada vacacional, el descontento ante estas medidas es muy grande
Texto y fotos: Iván Cadin / @ivankdin
Actualización 9 de agosto de 2021
PARÍS.- Francia lleva cuatro fines de semana al hilo con jornadas de protesta nacional contra la implementación del pase sanitario y la vacuna obligatoria para personal médico, medidas prioritarias en la nueva estrategia del gobierno francés ante la cuarta ola de contagios por covid-19 en su variante Delta en este país.
Este sábado 7 de agosto la jornada cubrió cerca de 150 ciudades francesas y convocó, según estimaciones oficiales, a casi 237 mil personas, un ascenso en el número de asistentes a comparación de los 110 mil , 160 mil y 205 mil manifestantes de los pasados sábado 17, 24 y 31 de julio, respectivamente. Números muy inusuales para la temporada vacacional francesa.
Por citar solo París, en la capital se dieron cita más de 17 mil personas, distribuyéndose en diversas marchas con diferentes trayectos y reivindicaciones aunque todas unificadas en su rechazo a la política sanitaria del presidente francés, Emmanuel Macron, cuyo proyecto fue validado, en lo general, por el Consejo Constitucional de este país, que para muchos significaba la última instancia que podría detenerlo.
Así como pasó con las anteriores manifestaciones, en las redes sociales ya se está convocando a la quinta protesta para el próximo sábado 14 de agosto y a una gran concentración en París para el 28 del mismo mes. Como en las anteriores protestas, seguramente las próximas seguirán mostrando el diverso abanico de fuerzas, posturas y visiones que han salido a la calle a manifestar su rechazo ya sea a las vacunas, al pase sanitario o a ambos.
El pase sanitario y la vacunación obligatoria para el sector salud fueron parte de una serie de medidas dadas a conocer el pasado 12 de julio al pueblo francés por el presidente Macron, al presentar la estrategia sanitaria que Francia implementaría ante el alza de contagios por covid con la nueva variante Delta.
El pase sanitario obliga a todo ciudadano en Francia a presentar un certificado sanitario para acceder a espacios de convivencia pública como bares, restaurantes, cines y teatros, así como a medios de transporte.
Este pase se puede dar en tres modalidades: vacunación completa con más de 7 días desde la aplicación de la última dosis establecida y con una de las cuatro vacunas admitidas hasta ahora por la Unión Europea (Pfizer, AstraZeneca, Moderna y Johnson & Johnson), un test negativo de 48 horas al momento de su presentación o bien, un test serológico que compruebe que se tuvo y superó el covid en un rango de 11 días a 6 meses a partir de su presentación.
Los test anticovid son gratuitos en Francia. Sin embargo, Macron anunció que a partir de otoño serán pagados por cada particular, a excepción de los que sean solicitados por receta médica. Es decir, los test para pase sanitario tendrán un costo. Una prueba PCR se factura actualmente en 43€ mientras que una de antígenos en 25€.
Aprobado por el Parlamento en días recientes, este pase se exige desde el pasado 21 de julio para entrar a recintos culturales pero a partir del próximo 9 de agosto será obligatorio también para ir a bares, restaurantes (con aforo para más de 50 personas) o para viajar en aviones y trenes de larga distancia. Por el contrario no será requerido para entrar en centros comerciales (decisión, esta última, que se deja al arbitrio de cada prefectura regional).
Este certificado es obligatorio a partir de los 18 años. Los jóvenes de 12 a 17 años deberán llevarlo obligatoriamente a partir del 30 de septiembre.
Por otra parte, el personal de salud o aquel sector laboral que trabaje directamente con personas en condiciones críticas de salud, deberá vacunarse a más tardar el 15 de septiembre próximo, so pena de verse sancionado o con su salario bloqueado. Números oficiales indican que cerca de un 80 por ciento del personal médico, incluidos médicos y enfermeros, tiene al menos ya una dosis pero quiere ir por el 20 por ciento restante.
Todo este plan de medidas, oficialmente, deberá extenderse hasta el 15 de noviembre, fecha en la que el gobierno de Macron hará un balance y consultará las acciones siguientes con el Parlamento.
El sector de la población francesa que protesta contra estas medidas esperaba con interés el veredicto final del Consejo Constitucional, máximo órgano francés garante de su Carta Magna. Argumentaban que como las medidas de Macron violan principios básicos como la libertad de desplazamiento, de elección y derechos laborales, el Consejo lo anularía o le haría importantes cambios. No fue así.
El Consejo aprobó con amplia mayoría la ley sobre las nuevas reglas del pase, así como la obligación de vacunarse a los trabajadores de la salud. El Consejo, a cuyos miembros en Francia les llaman “los Sabios”, argumentó que las disposiciones impugnadas lograron un principio de «conciliación equilibrada» entre las libertades personales constitucionales y los problemas de salud pública.
Únicamente hicieron ajustes pequeños a ciertas medidas: anularon el aislamiento obligatorio de 10 días de los pacientes con Covid-19, al considerar que no era “necesario, adaptado y proporcionado”, e igualmente prohibieron el despido de los trabajadores con contrato temporal por incumplimiento de las disposiciones del pasaporte sanitario, pero avalaron la suspensión provisional de aquellos que no respeten las normas.
Los “Sabios” validaron la presentación del pase sanitario para visitantes o pacientes no urgentes en hospitales y asilos de ancianos, siempre y cuando no «dificulte el acceso a los cuidados».
Quizá por esta decisión es que la jornada de protestas del pasado 7 de agosto aumentó en su número de participantes. ¿Continuará en esta misma lógica las próximas semanas? No avaladas las impugnaciones por el Consejo, para los inconformes quedaría sólo la presión social.
La llegada de la cuarta ola de contagios por covid en Europa fue lo que llevó al gobierno de Emmanuel Macron a tomar estas iniciativas, convirtiendo a Francia en el país europeo que ha implementado a nivel nacional el pase sanitario (seguido muy de cerca de Italia, con similares medidas). En Europa son varios los países que, de una u otra manera, solicitan pasaportes de vacunación para entrar a ciertos sitios pero ninguno, hasta ahora, con los alcances nacionales de Francia e Italia.
“Parece que las características de la variante Delta, más contagiosa, obligaron al gobierno a apresurar una política de control en pleno verano, a pesar de que aún no se ha completado la campaña general de vacunación”, dice para Pie de Página Laurent-Henri Vignaud, historiador de la ciencia por la Universidad de Bourgogne.
Macron ha dicho que asume toda la responsabilidad de las medidas.
“La libertad de no deberle nada a nadie no existe. ¿Qué vale tu libertad si me dices que no te quieres vacunar? Si mañana contaminas a tu padre, tu madre o a mí, seré víctima de tu libertad. (…) Y en nombre de tu libertad quizá contraigas una forma grave (del virus) y serás hospitalizado (…) Eso no es libertad, se llama irresponsabilidad, egoísmo”.
Tras la validación de su proyecto sanitario por el Consejo, Macron volvió a tocar el tema pero ahora lo hizo usando su cuenta en la aplicación de TikTok, con 2.4 millones de seguidores, la inmensa mayoría jóvenes, sector que en este país ha sido reacio a vacunarse.
Sosteniendo él mismo el celular y vestido con una camiseta negra, Macron habló a la tiktóksfera: “Voy a ser claro, la vacuna es una invención francesa, de Louis Pasteur. Y nos ayudó a erradicar muchas enfermedades, como la viruela en los 80. Y es más, quiero recordarles que desde 2018 once vacunas son obligatorias para cada recién nacido en Francia. Y el ARN mensajero, también descubrimiento francés, tampoco es nuevo, fue descubierto en 1961. Hace más de 50 años que se está utilizando para luchar contra el cáncer y contra virus.”
La variante Delta se dejó ver en las estadísticas francesas que monitorean el ritmo de la epidemia. Los casos de contagio comenzaron a subir a fines de junio pasado, así como el de hospitalizaciones y fallecimientos aunque estas dos últimas categorías sin la aceleración de otras ocasiones.
“Existe una descorrelación entre hospitalizaciones y contagios”, expresó el ministro de Salud, Olivier Véran, indicando que esta situación se debe a la vacunación: «hay menos pacientes hospitalizados por formas graves de covid que durante las oleadas anteriores».
Al cierre de este texto, las autoridades informaban de la existencia de casi 20 mil nuevos casos de contagio en las últimas 24 horas, sumando así ya 6.3 millones totales desde que comenzó la pandemia. Hasta el momento, los decesos en Francia suman más de 112 mil muertos.
Según un estudio de la Dirección de Investigación, Estudio, Evaluación y Estadística del Ministerio de Salud (Drees, por sus siglas en francés), los no vacunados están representando en estos momentos un 85 por ciento de los enfermos de covid hospitalizados así como un 78 por ciento de los fallecidos.
A partir de las nuevas medidas anunciadas por Macron, el sitio Doctolib, plataforma para agendar citas médicas y para solicitar la vacunación anticovid, se disparó en peticiones: en sólo dos días recibió 2 millones de demandas para la primera dosis. Y en sólo dos semanas, a partir del anuncio del presidente, más de 4 millones de franceses habían sido inoculados. Macron hizo promoción de ese número en su cuenta de Twitter: “¡Todos juntos venceremos al virus! ¡Continuemos!”
Al cierre de la edición, el número de la población vacunada en Francia con al menos una dosis con al menos una dosis es de más de 44 millones 600 mil personas (66 por ciento de la población) y más de 37 millones tiene ya esquema completo (55 por ciento). Francia cuenta con 67 millones de habitantes.
“Tuvo un efecto el llamado, todos lo vimos”, dice Vignaud, autor de un libro de reciente salida al público llamado Antivax. Historia de la resistencia a las vacunas del siglo XVIII hasta nuestros días, escrito en coautoría con Françoise Salvadori.
Añade:
“Aquellos que estuvieron vacilando (de no vacunarse) sin saber realmente por qué terminaron por hacerlo. Y los antivacuna están contra el viento porque el hacha les cayó de repente, pues probablemente esperaban estos anuncios para el inicio del año escolar”.
En el Stade de France, justo a las afueras de París, está instalado un centro de vacunación. En breve sondeo con quienes se han formado para recibir el suero, la mayoría lo hace por convicción. Muchos apoyan la estrategia del presidente Macron pero una parte considerable está en desacuerdo con “dividir a Francia entre vacunados y no vacunados”. Varios confirman que no era su intención vacunarse pero “es verano y sin mostrar que estás vacunado prácticamente no se podrá hacer nada”.
El gobierno quiere tener vacunados para fines de agosto a 50 millones de franceses. Dada la variante Delta, el umbral de inmunidad colectiva se estima ahora en un 90 por ciento de la población (antes era el 70 por ciento). Una cifra que se presume todo un reto… dado que Francia tiene uno de los movimientos antivacunas más robustos de Europa y del mundo.
—Marchas por toda Francia en contra del pase sanitario, ¿qué pasará con este descontento?—, se le pregunta a Vignaud.
—Difícil decir. Es cierto que el descontento es muy grande, sin duda más grande de lo esperado por el gobierno. El riesgo político no es despreciable, aún si la mayoría aprueba las medidas. Y en cuanto al beneficio para la salud, pronto sabremos si la variante Delta fue sólo un estallido epidémico final o la primera de una larga serie de variantes más tortuosas para combatir.
En las tres marchas sabatinas masivas que hasta este momento se han organizado tras el anuncio y que han ido in crescendo, la transversalidad y heterogeneidad de sus participantes llama la atención. Pero eso sí: están juntos en su descontento pero no revueltos en sus concepciones políticas o propuestas de solución.
En las marchas hay antivacunas declarados y quienes creen que la covid es una conspiración, pero también quienes creen en las vacunas pero no en los métodos de implementación del gobierno. Hay gente de derechas, izquierdas, centro o los que se llaman apartidistas. Muchos colectivos de los Chalecos Amarillos, que desde que comenzó su movimiento en 2018 están también ya muy diversificados en tendencias y fuerzas políticas. Todas estas expresiones han salido a las calles los tres últimos fines de semana aunque tomando opuestas rutas para diferenciarse entre sí.
“No al pase de la vergüenza”, “Macron, renuncia”, “abajo la dictadura sanitaria”, “vacunado pero contra el pase”, “Sí al pase solidario”, son algunas de las leyendas y consignas que se pueden ver y escuchar en las manifestaciones.
“A mí ya me dio covid, no me pasó nada y seguro generé anticuerpos. No me vacunaré y vendré cada que sea necesario a gritarle esto a Macron. Nos queda la resistencia”, dice Jósephine en una de las marchas.
“No quiero meterle basura a mi cuerpo, es mi elección.”
Políticos de todos los espectros ideológicos no pueden estar ajenos a la jornada de protestas. Marine Le Pen, la dirigente del partido de extrema derecha Agrupación Nacional, ha preferido mantenerse alejada de las manifestaciones de manera presencial pero ha expresado su preocupación “por la amenaza a las libertades” que significan las medidas tomadas y ha dicho que el gobierno debe escuchar la «legítima preocupación expresada tanto sobre la efectividad como sobre las vulneraciones de la libertad y la igualdad” que implica el pase de salud.
Por el contrario, Florian Philippot, exmano derecha de Le Pen y quien abandonó su partido para ahora perfilarse como candidato de Los Patriotas, su nueva agrupación partidista, es el político que más ha aprovechado esta coyuntura y ha sido un asiduo convocante y participante de las marchas.
Para Philippot el pase sanitario representa “la sociedad del Apartheid, de la Separación” y asume que el pase es también «un monstruo nacido de dos ideologías inhumanas: el covidismo y el europeísmo». Y llama “a darle la guerra».
Existe, sobre todo en el bloque de las derechas, un sector que compara las vacunación y al pase sanitario con la etapa de la Ocupación Nazi de Francia, durante la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, relacionan las protestas ante el pase sanitario con las Fuerzas Francesas del Interior (FFI) que resistieron a los nazis. Otros relacionan la estrella de David (que los nazis obligaban a portar a los judíos) con “el estigma de no estar vacunado”. O hay quienes llaman al pase, el ”pase nazi-tario”.
Como parte de este ambiente, un video que se mueve en redes sociales da mucho de qué hablar: en una reciente marcha, ciertos manifestantes insultan a un señor que hace test antiCovid sobre la calle. Mientras jalonean su carpa le gritan «colaborador» (la denominación para los franceses que trabajaron con los nazis en la Ocupación) y “asesino”.
Ante este tipo de actos, Jean-Luc Mélenchon, líder de izquierda y dirigente del partido La Francia Insumisa, ha apoyado las manifestaciones pero desmarcándose del discurso antivacuna y de quienes promueven la relación de vacunación con el nazismo.
El político llamó a sus correligionarios a evitar cualquier paralelismo entre vacunación y el Holocausto:
“No, la vacuna voluntaria no es Apartheid. (…) Les pido que no permitan que se confundan y que nos confundan con términos que consideramos (…) completamente inapropiados, que no describen lo que creemos correcto (…) y empeoran las condiciones de todo debate”. Mélenchon también criticó la decisión del Consejo.
En su cuenta de Twitter escribió que se trató de una “decepcionante decisión” y que “no protege ninguna de las libertades amenazadas por el pase sanitario”.
No obstante la existencia de un sector antivacunas en las izquierdas (el llamado estilo “californiano”, gente promotora de un ecologismo radical que colinda con el crudivorismo), en este espectro existe una fuerte crítica a las medidas de Macron pero no desde la negación de las vacunas (muchos las apoyan) sino dirigiendo sus baterías hacia las consecuencias sociales del pase sanitario.
“Vacunado y contra el pase”, decía la pancarta que cargaba Jacques el pasado sábado sobre bulevard de Clichy, en París. “Yo ya me vacuné, creo en las vacunas pero en definitiva no creo que imponerlas sea la mejor manera de motivarlas pues lo que terminamos haciendo es darle a los antivacuna una justificación de que ahí viene ‘la dictadura de la Salud’, les nutres su discurso conspiranoico.”
“Estoy en contra del pase sanitario por ilógico”, prosigue. “¿Cómo es que te lo van a pedir para abordar un tren que va a otro departamento (de Francia) pero para tomar el Metro en París o el tren suburbano ahí no? ¿O qué lógica tiene que te lo pedirán para entrar a un bar o cine pero si el bar o cine tiene menos de 50 personas ahí ya no te lo piden? ¿O por qué sí te lo pedirán para un teatro pero no para un centro comercial? ¡Es absurdo! Es como cuando instauraron el toque de queda en las noches. Por favor, ¿a poco la covid sólo salía por las noches?”
“Creemos en la convicción y respetamos la libertad porque si la Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que es mejor convencer que coaccionar es porque sabe que cuando inventamos pases, controles y papeleo interminables, creamos una sociedad diferente a la que queremos vivir”, dijo Mélenchon al fijar su postura y la de su partido tras el anuncio de Macron.
La molestia ante el pase sanitario no es, por tanto, exclusiva del sector abiertamente antivacunas. Un estudio publicado en el diario Le Monde hace unas semanas aderezó aún más los otros matices del descontento.
El estudio hace una radiografía del territorio francés y su cobertura médica, donde se muestra la implementación de vacunación realmente existente en el país galo. Fue realizado por el geógrafo Emmanuel Vigneron.
La investigación, hecha a partir de datos que el especialista recoge de la seguridad social francesa, señala que la zona más vacunada en Francia se ubica al Noroeste del país, mientras que el sureste está rezagado.
A su vez, el oeste de la región metropolitana francesa o los distritos ricos de Marsella y Lyon son los más vacunados, en contraposición de las zonas históricamente menos favorecidas como los distritos populares del noreste de París y de Marsella o la periferia de Lyon. La vacunación crece hacia las ciudades pero baja en las periferias.
La fractura sigue creciendo al ver los datos que el estudio arroja por clases sociales: los vacunados de comunas pobres son dos veces menos vacunados que los de comunas ricas. En París, por ejemplo, la proporción de habitantes que han recibido las dos dosis es cercana al 54 por ciento mientras que en Seine-Saint-Denis, uno de los distritos más pobres de Francia y justo al lado de París, apenas ronda el 44por ciento.
En una entrevista para el medio francés Franceinfo, el presidente del departamento de Seint-Saint-Denis, el socialista Stéphane Troussel, habló de que la vacunación contra covid presenta “las mismas dificultades que todas las desigualdades sociales en salud: el acceso a la información, el alejamiento de las instituciones de salud, un virtual ‘desierto médico’ (falta de médicos), poblaciones que no cuentan con médico de cabecera, el alejamiento de los servicios públicos, la brecha digital… Pesa el conjunto de (todos) estos elementos. Todo ello acentúa la vacilación hacia la vacunación que puede existir entre nuestros conciudadanos y que se da quizás aún más en poblaciones donde la precariedad es mayor, donde la vivienda y las condiciones de vida son más difíciles.”
Por tanto, Troussel aboga “más que un pase sanitario que cree una Francia a dos velocidades, la de los vacunados y los no vacunados, la de los sin pase y los que tienen pase, estoy a favor de la vacuna obligatoria para todos porque la obligación de vacunar a todos y cada uno de nuestros conciudadanos va de la mano de la obligación, precisamente, de los poderes públicos de actuar contra las desigualdades sociales en salud.”
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