En México habría más de 131 mil niñas, niños y adolescentes en orfandad por pandemia

23 julio, 2021

CIUDAD DE MÉXICO, 28AGOSTO2020.- . Tres niños esperan sentados sobre la banqueta a sus familiares en el área de urgencias del Hospital Ajusco Medio. FOTO: ROGELIO MORALES /CUARTOSCURO

Según estimaciones publicadas por The Lancet, 131 mil menores en México habrían perdido a su madre, padre o a ambos por la pandemia; la cifra sube a 203 mil si se cuentan las pérdidas de abuelas, abuelos o algún otro familiar. 

Texto: Daniela Rea 

Foto: Rogelio Morales /Cuartoscuro

CIUDAD DE MÉXICO.- Paola tiene 12 años y en junio del 2020 perdió a su padre, César Augusto Fernández, por covid-19. Él era trabajador en una plataforma petrolera y aunque alertó que su compañero presentaba síntomas no le hicieron caso y se contagió. 

“A mi papá le gustaba pasar tiempo con nosotros sus hijos, nos llevaba a pasear, era muy divertido, tenía muchos amigos y bueno, se podría decir que él era muy buena persona”, recuerda Paola de su padre. 

“Nunca he pasado por momentos difíciles hasta que él se fue, pero pienso que siempre seguirá en mi corazón y en mi mente porque lo sigo queriendo y siempre lo seguiré recordando”. 

—¿Qué crees que te diría tu papá si pudiera decirte algo ahora? 

–—Que está orgulloso de mí, yo le daría un abrazo y le agradecería por todo. 

Paola tiene dos hermanos menores y viven con su mamá Andrea Montero. 

“¿Cómo le explicas a unos niños que su papá no va a volver? —se pregunta Andrea—. Mi hija Paola fue la primera que recibió la noticia porque se pasó en vela esos días orando, por su papá y por mí, que estaba sola en el hospital”. 

—¿Cómo han vivido el duelo tus hijos? 

—Sólo lo podemos ver mediante los sueños y cuando lo vemos, abrazarlo lo más que podamos, el de 4 años es el que más me cuenta que sueña con él y que lo ve y que juegan, el de 2 años casi no, es un bebé, pero sí pregunta por él porque tenemos fotos en casa y me dice ahí está mi papá. Pero a quien es más difícil explicar es a César, de 4 años. 

—¿Cómo se explican su ausencia? 

—Mi hija de 12 ya lo entiende porque ya está grande, pero entre ellos se dicen que está trabajando. Cuando se iba a la plataforma enviaba un video a sus hijos diciéndoles que se portaran bien, que hicieran caso, siempre llegaba con un juguete para cada uno y ellos siguen esperando ese regreso. Todos tenemos un destino marcado y siempre platicábamos de que queríamos un futuro para nuestros hijos y él me decía que si algún día le pasaba algo, sólo quería que nuestros hijos fueran unos niños felices, amados. Andrea dice que a ella le hubiera gustado seguir con los planes de pasear con sus hijos como cuando César volvía a casa, pero covid-19 dejó también miedos que cuesta tiempo y trabajo superar. Y también ella tuvo que volver a trabajar, por lo que reparte el tiempo entre sus hijos y el trabajo. Aún así yo los veo, son niños felices, sanos, que juegan y que ríen. Mi familia y la familia de César han estado muy pendientes, para que sigan así. 

No hay estimaciones oficiales de cuántos menores de 18 años han perdido a su mamá, papá o a su cuidador por la pandemia de coronavirus. 

Esta semana The Lancet publicó un informe en el que calculaba la cifra de 131 mil menores de edad que habrían perdido a su madre, su padre o a ambos; en sus cálculos la cifra subía a más de 200 mil si se consideraban a otros cuidadores como abuelas o abuelos. 

Con estas estimaciones México se encontraría en tercer lugar considerando la tasa de mortalidad de los cuidadores primarios por cada 1000 niñas, niños y adolescentes, con 3.5, después de Perú con una tasa de 10.2 y Sudáfrica con una tasa de 5.1 

¿Cuántos perdieron a sus cuidadores? 

En México no hay un dato oficial sobre el número de menores de 18 años que perdieron a sus cuidadores por covid-19. 

Ha habido estimaciones solamente. En abril del 2021 se realizó un foro en el Senado en el que las especialistas del Instituto Nacional de Salud Pública dijeron, Aremis Villalobos y Argenia Vázquez, señalaron que el 42 por ciento de las personas muertas hasta ese momento eran jefes de familia, y a partir de ese dato habrían calculado en 61 mil niñas, niños y adolescentes que habían perdido a alguno de sus cuidadores (37 mil al padre y 24 mil a la madre). 

En ese mismo foro, Edgar Reynoso, del Hospital General de México, dijo que la muerte materna aumentó 27.3 por ciento en el 2020 respecto al 2019. Esto es 4 mil 811 muertes de mamás que dejaron en promedio a 10 mil 299 huérfanos y a 4 mil 871 recién nacidos vivos. 

En la Ciudad de México, el Sistema Integral de la Familia DIF calculó la cifra en 3 mil niñas, niños y adolescentes al mes de marzo del 2021. El DIF local informó a Pie de Página que estas familias registradas estaban recibiendo un apoyo de 800 pesos mensuales.

A estas estimaciones realizadas previamente, se agregan las de The Lancet, publicadas esta semana. 

“Los datos publicados por la revista científica The Lancet representan un cálculo que debe ser contrastado con la data oficial para comprender con certeza la problemática, paso indispensable para atenderla. De acuerdo con la publicación, 5.1 de cada mil niñas, niños y adolescentes en México han perdido al menos una madre, padre o abuela o abuelo residiendo en casa debido a la pandemia, lo que se traduce en 203 mil 549 niñas, niños y adolescentes impactados en el país”, señaló Tania Ramírez, directora de la Red por los Derechos de la Infancia. 

La Redim señaló que el estado mexicano, en sus tres niveles de gobierno, debe reconocer, visibilizar y atender a las infancias y adolescencias que perdieron a sus familiares. 

“A más de un año desde que se activara la emergencia sanitaria mundial por la pandemia, resulta incomprensible que no contemos con datos oficiales de las autoridades sobre cuántos niños, niñas y adolescentes han quedado en orfandad por esta causa; lo que facilitaría los primeros pasos hacia una estrategia de atención integral, tomando en cuenta el interés superior de la niñez mexicana que ha sido perjudicada por la pandemia”. 

Las estadísticas son necesarias para cuantificar y dimensionar las necesidades de niñas, niños y adolescentes. 

Martín Pérez, coordinador Regional Tejiendo Redes Infancia, dijo que los registros y atención a infancias huérfanas por covid-19, se acumulan a la falta de registros y atención a quienes son huérfanos por el feminicidio de sus madres y por las muertes y desapariciones de sus cuidadores en el contexto de la militarización del país. 

“Condenamos la continua invisibilidad de niños, niñas y adolescentes en las políticas públicas; la emergencia sanitaria mundial no es la excepción, lamentablemente. Llamamos a priorizar los servicios de salud para la niñez y así asegurar que tenga acceso a las pruebas, tratamientos y vacunas contra el covid-19”, señaló Tania Ramírez. 

La Redim solicitó al gobierno mexicano a atender a las infancias en orfandad por la pandemia desde la salud mental; servicios de apoyo psicosocial y económico; educación y escolaridad; reconocimiento de las redes comunitarias e institucionalización (internamiento en espacios de cuidado) sólo como última medida. 

Acompañar el duelo

Andrea, madre de Paola, señala que como sociedad falta saber acompañar estas pérdidas. 

Cuenta que, por ejemplo, decidió que sus hijos ya no se presentaran a las clases virtuales porque constantemente la maestra hacía referencia a actividades con el papá: ¿qué hicieron el fin de semana con su papá? ¿en qué trabaja su papá? ¿qué harán el día del padre? Y eso era complicado para Paola, pues constantemente se le recordaba su ausencia. 

“En el caso de Cesarín, mi hijo, fue muy doloroso cuando se habló de los altares de muertos. En clase les preguntan cada fin de semana qué hicieron con sus papás; no había empatía. La maestra sabía la situación, hablé con ella y decidí llevar las clases aparte, me manda todo y no nos conectamos a zoom”. 

“La sociedad a veces no estamos preparados, a lo mejor yo antes tampoco sabía cómo tratar a alguien que tenía una pérdida, pero ahora lo veo, lo entiendo. Lo veo con el trato que dan a mis hijos, tratan de mantenerlos en una burbuja, como los ‘ay pobrecitos los que perdieron a su papá, ya no tienen la vida que llevaban antes’ y me pregunto por qué los tratan así si me tienen a mí, no están pobrecitos. Lamentablemente no tienen ya el amor de su papá, pero me tienen a mí, mi amor y mi trabajo para que ellos estén bien”. 

En diciembre del 2020 Paola escribió una carta sobre su padre, como parte de la tarea de español que tenía como objetivo contar sobre la pandemia y su lección de vida. 

Esta es la carta: 

Todo da inicio por allá del mes de enero del 2020 para todos era un año más, muchos no nos imaginábamos que sería un año en el cual aprenderíamos muchas cosas, a valorar más la salud, la presencia, los abrazos, besos y a todos nuestros seres amados. Bueno así empieza esta historia de aprendizajes que no ha dejado este año para concluir. Mi nombre es Karla Paola, tengo 11 años de edad y dos hermanos que son un caos y a la vez lo más hermoso que tenemos en nuestras vidas mi mamá, mi abuela y yo. 

En el mes de enero todo indicaba que sería un mes fabuloso. Mi papá César Augusto me regaló un instrumento musical, el más maravilloso que podría imaginar, un violín rosa de ensueños. No pasaron muchos días para que yo buscara tutoriales para aprender a leer las partituras y poco a poco he aprendido las canciones. Así fue como los convencí de que me inscribieran en el Instituto Veracruzano de Cultura en el taller de violín. Pasaron los meses y todo iba excelente en casa y en la escuela. Llegó el mes de abril y junto a él llegó el 26 de abril, en el cual nos tocaba despedir a papá ya que tenía que dirigirse hacia la ciudad del Carmen, por allá era su trabajo. Jamás imaginábamos que sería el último abrazo, el último beso que le daríamos. 

Mi papá trabajaba en una oficina flotante, era ingeniero de control de obras, esperábamos con ansias los días de que él llegara a casa, ya que tenerlo en casa era lo más divertido, nunca imaginábamos que este año sería de los más difíciles. Papá alertó a varias veces a sus jefes de que había un probable contagio de covid-19 en su buque La Bamba. Nunca fue tomado en cuenta. 

Lamentablemente, papá contrajo el virus y fue bajado de la embarcación en lancha en un trayecto de más de 6 horas a mar abierto, lo que deterioró más su salud. Mamá viajó hacia Ciudad del Carmen la noche del 11 de junio, prometiendo regresar con nuestro padre sano y salvo, pero la evolución del virus fue rápida y fulminante. De nada sirvieron los anticoagulantes ni antivirales ni la dexametazona… ni el intubado. 

Apenas iniciando el viernes 13, a las 12:32 de la mañana, mi padre falleció. Nuestro mundo se detuvo. Estaba atrapada en una pesadilla de la cual deseaba despertar. ¿Por qué a mis escasos 11 años tendría que sentir este dolor que estruja hasta el alma? ¿Por qué si la vida me había dado la oportunidad de tener un padre, por qué me lo había prestado tan poquito tiempo? De lo que estoy segura es que no existe ni existirá un mejor padre que él. Agradezco los momentos tan únicos que nos dedicó a nosotros que somos su familia. Siempre estará presente porque dejó en nosotros grandes recuerdos y enseñanzas increíbles. Nos toca seguir honrando su memoria y vivir como él hubiera querido, tan felices y llenos de armonía y paz. Vaya que me dejó una gran lección de vida. 

He aprendido a que debemos apreciar más la compañía de nuestros seres queridos, que siempre va a tener un valor enorme un abrazo que cualquier cosa material. Se acerca la navidad, una de las épocas más sentimentales, en donde se trata de abrir nuestros corazones y no regalos, que es una fecha donde todo el mundo se une en una conspiración de amor. Debemos dar gracias y reconocer todo lo que se tiene porque ese es el primer paso para vivir una vida de plenitud y llena de felicidad. Todo lo demás llegará y no habrá mejor regalo que la presencia de una familia feliz y unida. 

Para nosotros este mes será uno de los más difíciles, será nuestra primera navidad y un año nuevo sin nuestro padre. Siempre nos hará falta ese abrazo o ese consejo. Lamentablemente la vida nos pone pruebas enormes y todos tenemos una misión y debemos seguir luchando por todo lo que nos apasiona.

En próximos días tendré mi primer concierto, del cual estoy segura que a mi padre, en donde quiera que esté, estará orgulloso de mí. Mis hermanos son aún muy pequeños pero sé que serán hombres de bien y así como yo una mujer de bien tal y como él y mi madre desean tanto. 

Paola

Reportera. Autora del libro “Nadie les pidió perdón”; y coautora del libro La Tropa. Por qué mata un soldado”. Dirigió el documental “No sucumbió la eternidad”. Escribe sobre el impacto social de la violencia y los cuidados. Quería ser marinera.