Andrés Maíz, indígena Nasa y líder del movimiento de los SinTecho en el Cauca, tuvo que huir luego de ser acusado por el Ministro de Defensa de ser infiltrado de las FARC en las movilizaciones. Regresó a Popayán a dar su testimonio a la Misión Internacional de Verificación sobre Derechos Humanos. En entrevista, cuenta los motivos de su lucha
Texto: Daniela Pastrana
Foto: Tomada del Facebook de Los SinTecho
POPAYÁN, COLOMBIA.- Andrés Maíz carga una sentencia de muerte. Como en el lejano oeste, el gobierno de Colombia ha ofrecido una recompensa de 50 millones de pesos (unos 250 mil pesos mexicanos) por entregarlo a la policía. El propio Ministro de Defensa, Diego Molano, lo acusó aquí, públicamente, de ser infiltrado de las disidencias de las FARC en las protestas de esta ciudad.
Lo dijo el 14 de mayo, aquí, en Popayán, tras un consejo de seguridad y al referirse a las investigaciones del ataque contra unas instalaciones policiacas, ocurrido un mes antes, y donde, de acuerdo con la policía, se robaron armas.
“La primera hipótesis apunta a disidencias de las Farc con delincuentes ubicados en Popayán, donde tenemos identificados a varios de los cabecillas. Es así como se ha identificado a alías Cheto, Caleño y Maíz”.
El jefe militar se refería a tres líderes sociales reconocidos en el Cauca: José Daniel Gallego (Cheto) estudiante de filosofía de la Universidad del Cauca, miembro del colectivo Arando Semillas para la paz, de la mesa de diversidad sexual de Popayán y del colectivo estudiantil Tuto González Posso. Andrés Duque (Caleño), quien trabaja en la organización barrial y hace parte de Periferia Crítica y de la Corporación Sinaí. Y Andrés Maíz Sánchez (Maíz), miembro de la red de cocineros tradicionales Mesa Larga del Barrio Bolívar, de la red de guardianes de semillas nativas, de la juntanza orgullosas y visibles, y articula procesos de comunidades campesinas, afro, sectores urbanos y de personas diversas.
Ese mismo día, Maíz encargó a sus perros y a sus hijos y dejó Popayán, sabiendo que la acusación directa y la recompensa le ponen en la mira de cualquier criminal a sueldo.
Regresó esta semana a la ciudad para dar su testimonio a la Misión Internacional de Verificación sobre los Derechos Humanos que vista Colombia del 3 al 12 de julio. Pero sabe que es un riesgo.
Conversamos en el trayecto a la olla comunitaria del barrio de La Paz, un par de horas antes de que la policía reprima la protesta.
Me cuenta que le enseñó a leer un hombre blanco: “Yo vendía tamales en las calles de Popayán y no sabía leer. El me compró tamales y me dijo que si sabía leer. Me regaló un libro pequeño, que todavía conservo, y me enseñó a leer con el libro de El Principito”.
Andrés Maíz es indígena Nasa nacido en el Resguardo de San José Julumito, que forma parte del Consejo Regional Indígena del Cauca, más conocido como CRIC. Lo dice con orgullo: “Fui criado en una Guardia”.
Aunque más o menos tengo idea de lo que es una Guardia, por la gran crónica con la que el periodista popayense José Navia ganó el Premio Nacional de Paz en 2009, le pregunto si es como como una reserva india en Estados Unidos.
—Sí, para tenerlos allá —dice de buen ánimo—. Aquí se crearon en la Colonia. Hay como unas 100.
El movimiento de los SinTecho surge de la necesidad, dice. La gente estaba sin nada, ya no podía pagar renta. Entonces ocuparon un terreno de una persona muy rica.
Andés Maíz es un dirigente social reconocido. Esta es la segunda vez que es una «falso positivo», como se le dice en Colombia a la gente que el gobierno acusa sin fundamentos y le siembra pruebas. El término comenzó a usarse durante el gobierno del expresidente Álvaro Uribe, cuando se demostró que militares mataban a campesinos y después los vestían con uniformes de la guerrilla para fingir que habían muerto en combate.
En septiembre de 2020, el Fiscal General de la Nación, acusó a Maíz de intento de homicidio de un agente de la CTI (cuerpo técnico de investigación judicial), que es básicamente como la policía judicial colombiana. El motivo de la acusación es que en una marcha, él señaló a los investigadores aclarando que no eran del movimiento. Ellos corrieron y se metieron a un barrio peligroso donde fueron asaltados. Su abogada, Mireya Núñez, dice que es uno de los casos más absurdos que le han tocado defender, pues no hay ningún elemento que pueda establecer intento de homicidio.
Andrés Maiz quedó libre, pero sujeto a un proceso judicial. Por eso ahora no puede buscar refugio fuera del país.
De esta segunda acusación tiene más miedo. Me cuenta que el día que el jefe del Ejército lo señaló como parte de las disidencias de las FARC, una amiga le llamó para avisarle.
—Me tocó salir de ahí, soy desplazado, ahorita vivo en cualquier parte. Vine a esta reunión porque Glorita me había hecho la invitación hacer unas dos semanas, y entonces esta mañana madrugué, donde me tienen resguardado y me vine para Popayán solo estrictamente a esto. Como me tienen boleteado las Águilas Negras (uno de los nombres asociados a la violencia política en Colombia) nos amenazaron.
—¿Por qué se mantiene este movimiento?
—¿El de los SinTecho?
—Ese y el del paro. ¿Qué le motiva a estar aquí?
—El hambre y la necesidad. Colombia es un país con hambre. El contraste con su exhuberante riqueza humana, con los demás seres de la naturaleza está contratada también con el sufrimiento de esos seres…
— ¿Y cómo afrontan estas situaciones?
—Pues con el hambre. El hambre también da fuerza.
—¿Y la solidaridad?
—Sí, bueno, ¿cómo se palia la pobreza? Con la solidaridad. Entonces se forman las ollas, los fogones comunitarios.
—Desde cuándo existen…
—Desde siempre, desde que yo tengo memoria. Es una forma un poco de compartir lo que cada uno tiene. Todos llevan algo para ponerle a la olla. Y también es una forma del diálogo, del encuentro. Es la excusa para muchas cosas…
Ese encuentro de saberes tiene distintos nombres: lo indígenas le dicen minga, los mestizos juntanza, y las comunidades negras le dicen uramba.
Hay gente que ya tienen 70 años y nunca vio a Colombia en paz. Desde que nació siempre ha sido el mismo proceso, de mucha represión y con ciclos de violencia que parecen crónicos…
—Se reeditan. Uno entiende que Europa, por ejemplo, vivió 10 siglos de barbaries, toda su historia ha sido de barbarie, pero seguramente ha encontrado en las últimas décadas algo más de tranquilidad. Pero seguramente las generaciones que nacieron después del 70 conocieron quizá un mejor nivel, pero todavía hay cosas espantosas, la muerte de ese chico hace unos días en España, un crimen de odio.
—¿Qué es lo que sería importante que sea el mensaje que llevemos a otro país?
—Colombia ya no vive una crisis humanitaria. Colombia ya vive una barbarie. Es una dictadura mafiosa. A Colombia la gobiernan los narcos, hace muchos años. Y han inoculado en el pueblo colombiano una subcultura mafiosa, traqueta, que está en función del mercado, y que está en función del arribismo, de la moda, de los lujos. Es una sociedad preñada por una cultura perversa, que es la de cultura del todo vale: ‘yo quiero tener dinero y no me importa hacer lo que sea para tener dinero’. Pero el mundo también es gobernado por una dictadura mafiosa. Entonces, ¿a qué lugar del mundo acudimos por ayuda cuando el mundo está gobernado por esa misma mafia?… la mayor mafia del mundo es Estados Unidos (o una de las más poderosas). Y ellos sostienen las mafias que le son afines. Así nosotros denunciemos de manera permanente toda su barbarie ellos la van a sostener.
Yo no sé si leía ayer que Angela Merker decía que el problema de América Latina es que los ricos no quieren pagar nada y cómo van a querer pagar si lo único que les interesa es el lucro. El que solo tiene necesidad de lucro no quiere pagar. Pero Alemania le ha vendido millones de armas a los paramilitares en Colombia…
—Acaban de sentenciar a una empresa por vender armas a Colombia…
—La sentencia es ridícula, 11 millones de euros, eso no ha costado toda la barbarie que hemos vivido. No se podría pagar. Nosotros, mi familia, hemos sido víctimas del conflicto. Han sido asesinados varios miembros de mi familia por actores del Estado. Entonces uno dice: esas armas llegaron para alimentar esos crímenes. La sociedad alemana, que carga sobre su historia un lastre inmenso como el tamaño del sol, no ha aprendido a zafarse de eso y hay personas, dentro de su estructura social, que no les importa. Esa condena es ridícula porque al final esa empresa seguirá produciendo armas. Yo digo: en un acto de justicia, el pueblo alemán debiera acabar con esa empresa, porque las armas que ha producido han generado un genocidio en Colombia. Es una sociedad que sigue siendo responsable de la barbarie.
—Ningún país del llamado primer mundo le exige realmente a sus empresas…
—Son intocables. Hagan lo que quieran, pero no adentro sino afuera. Entonces cuando uno habla de la protección de la vida. Mira, yo creo, estoy convencido de que vamos a entrar en una extinción masiva. Y lo creo más allá de lo que digan los apocalípticos. Yo bambeo coca y tabaco… bambeo es la forma de comunicación con los seres. Es mascar coca y tabaco y yo siento que la naturaleza nos lo está diciendo, que ya va a cambiar su piel, así como la serpiente cambia su piel, y va a ser doloroso.
—Pero mientras eso ocurre, hay unos que van a tener una peor vida que otros…
—Si va a ser una barbarie, y como vamos hacia allá, parece que ella a nadie le importara, a quienes gobiernan el planeta. Y a los que no importa pues nos toca luchar… uno podría pensar que seguro hay gente en el mundo que también está pensando como nosotros, que hay que resistir a esa dictadura, que hay que denunciarla, exponerla,…
—Es un riesgo inmenso- ¿vale la pena?
—Debo hacerlo si, porque en mi cosmovisión indígena y vine con una tarea, a sembrar y vine ca cumplir con eso. Yo tengo que sembrar, no importa si hace lluvia o sol.
A Sebastián Quintero Munera, el joven de 22 años asesinado por el SMAD en la marcha del 14 de mayo, Andrés Maíz lo recogió del suelo para llevarlo al médico. Pero la imagen, dice, era espantosa.
“Yo me aferro a la poesía”, dice, antes de recitar dos veces un poema de León de Greiff (uno de los más destacados poetas colombianos del siglo XX).
Juego mi vida, cambio mi vida,
de todos modos
la llevo perdida…
Y la juego o la cambio por el más infantil espejismo,
la dono en usufructo, o la regalo…
La juego contra uno o contra todos,
la juego contra el cero o contra el infinito,
la juego en una alcoba, en el ágora, en un garito,
en una encrucijada, en una barricada, en un motín;
la juego definitivamente, desde el principio hasta el fin,
a todo lo ancho y a todo lo hondo
—en la periferia, en el medio,
y en el sub-fondo…—
En Colombia hay poco menos de 2 millones de indígenas. Los Nasa son casi 150 mil repartidos en seis departamentos, aunque su presencia mayor es en el Cauca, un departamento del sur occidente que tiene 25 por ciento de la población afrodescendiente, 32 por ciento es indígena y el resto es población mestiza.
El pueblo Nasa es uno de los que mas ha enfrentado la violencia de frente, un pueblo muy guerrero.
—Nosotros, los indígenas, somos apenas el 3 por ciento de la población, pero muy guerreros… y para el gobierno muy guerrilleros— bromea Andrés
Quería ser exploradora y conocer el mundo, pero conoció el periodismo y prefirió tratar de entender a las sociedades humanas. Dirigió seis años la Red de Periodistas de a Pie, y fundó Pie de Página, un medio digital que busca cambiar la narrativa del terror instalada en la prensa mexicana. Siempre tiene más dudas que respuestas.
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