Uno de los desarrollos urbanísticos más grandes la Ciudad de México se levanta sobre Xoco, un barrio originario que ha padecido durante 10 años los abusos de una oscura empresa inmobiliaria. La tala de 56 árboles es sólo el epílogo de una serie de atropellos. Los vecinos buscan que una consulta oficial determine este tipo de construcciones
Texto y fotografías: José Ignacio De Alba
Julia Adoración Torres está sentada en un banquito en medio de la calle Mayorazgo, en hora pico en la Ciudad de México. Ella y sus vecinos bloquean esta pequeña vía y la transitada avenida Universidad en el sur de la capital para protestar en contra de un proyecto inmobiliario que está acabando con su barrio.
Adoración explica que la palabra Xoco siginifica “pueblo de árboles de tejocotes”. La mujer de 72 años asegura que además de los tejocotes había árboles de peras, fresnos, ciruelas y olivos. Recuerda también que cuando era niña se escapaba de la escuela para ir al Río Churubusco –cuando estaba al aire libre- para meterse a nadar. Pero el barrio que ella conoció es muy distinto al que es ahora.
Apenas la semana pasada la constructora Fibra Uno, que comanda el empresario Moisés El-Man, cortó 56 árboles para construir un desnivel, el escándalo escaló en redes sociales y el gobierno capitalino detuvo a nueve empleados de la empresa. Pero este fue el último de los atropellos cometidos por la empresa, desde hace 10 años los habitantes se han manifestado por las irregularidades de diversos proyectos inmobiliarios en la zona. El agua, por ejemplo, se convirtió en un bien escaso y Julia Adoración tiene que conservar en tanques la poca agua que llega a su casa.
La manifestación de este miércoles fue para exigir “la investigación a fondo de los autores intelectuales de la tala clandestina y sanción a los responsables”. Pero a la protesta llegaron personas de otros lados de la ciudad, como Javier Méndez. El hombre de 75 años asegura que este tipo de proyectos han proliferado en toda la Ciudad de México y que si el gobierno no les pone un alto a las inmobiliarias los ciudadanos deberíamos detenerlas.
El hombre demanda que los gobiernos retomen su papel de administradores del territorio y no se lo dejen a las empresas privadas.
“Nos dejaron en manos de las inmobiliarias, dejaron en manos del capital la administración del país”, lamenta.
Xoco era un pueblo de 5 mil personas, pero desde hace 10 años se han construido varios edificios, la cantidad de habitantes del barrio podría llegar hasta 50 mil en los próximos años. En las zonas cercanas se han construido cientos de departamentos de diferentes grupos inmobiliarios como City Tower, que tiene 5 conjuntos con aproximadamente 750 departamentos; también está Torre Agatha y Atmósfera. Pero el proyecto mas importante es Mítikah que contempla la construcción de 8 mil 500 espacios entre hotel, hospital, centro comercial, departamentos y oficinas.
Un Pent House en la Torre Mítikah cuesta más de 30 millones de pesos. Pero los antiguos pobladores del barrio son obreros, comerciantes, amas de casa y empleados, “ahora hay profesionistas, pero son muy pocos”, asegura René Rivas, habitante del lugar e integrante de la Asamblea Ciudadana del Pueblo de Xoco. El hombre relata que hace cuatro años la gente pagaba 14 mil pesos de predial en sus casas, pero asegura que ahora llegan a pagar hasta 60 mil, por la plusvalía del sitio.
El vecino destaca que es difícil saber los nombres de las personas que están detrás de los megaproyectos.
“No se sabe, las fibras de inversión son justo para eso, no se sabe quiénes son los inversionistas originales, no se sabe si es un lavadero de dinero, no se sabe quién es el dueño de las inversiones. Traspasan y cambian de dueños con una gran facilidad. Justamente es una opacidad y una falta de transparencia tremenda la que hay aquí. Se sabe que hay alguno que otro constructor conocido como Sordo Madaleno, entre otros. Pero no sé nada más.
El proyecto Mitikah ocupa una cuarta parte del barrio de Xoco, se promociona como una burbuja dentro de la Ciudad de México y también asegura que cuida el ambiente y respeta a las comunidades cercanas. El día de ayer la empresa lanzó un comunicado donde aseguraba que “cuenta con los permisos necesarios para la construcción de las obras”. También anunció que sembrará tres árboles por cada uno de los que derribó.
“Es ingenuo, un árbol no se da de la noche a la mañana. Estos gobierno quesque
de izquierda no es que promuevan la cultura, el cuidar los árboles: no, ellos
devastan. Explotan los árboles, pero también explotan a la mano de obra, a
muchos trabajadores que los traen de los estados y les pagan muy poco”, opina Fili
Fernández, una de las manifestantes.
La mujer, vecina de Los Pedregales, otra colonia del sur de la ciudad donde se han enfrentado a otros desarrollos inmobiliarios, dice que su experiencia le dificulta confiar en los gobiernos.
“Yo respeto a quien tenga confianza, yo la verdad por lo que he vivido ningún gobierno me da confianza. A mí me da confianza la lucha vecinal, más no la electoral”.
El gobierno de la Ciudad de México, encabezado por Claudia Sheinbaum, asegura que el proyecto Mítikah fue aprobado por la administración pasada y multó a la empresa constructora con 25 millones de pesos por la cortar los 56 árboles.
En la manifestación, los vecinos anunciaron que en los próximos días solicitarán una consulta ciudadana al Instituto Nacional Electoral:
“A los habitantes del pueblo de Xoco, Santa Cruz Atoyac y Colonia General Pedro María Anaya, para conocer su decisión sobre si quieren que se sigan construyendo edificios de más de tres niveles en la zona”.
Sheinbaum en una rueda de prensa dedicada al conflicto en Xoco contradijo el comunicado de Fibra Uno y aseguró que la construcción “tiene autorizaciones que no tienen procedimientos administrativos y agregó que la empresa “no tenía permiso para cortar los 56 árboles”.
Después de tres horas de bloqueo parcial de la avenida Universidad, los manifestantes se retiraron. Acordaron una reunión con el gobierno capitalino en próximos días.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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