1 junio, 2021
El joven abogado Javier Barajas pasó de ser buscador de su hermana Guadalupe, localizada en la fosa de Salvatierra, a integrarse a la Comisión Estatal de Búsqueda para apoyar a otras víctimas de la desaparición de personas. Fue asesinado el 29 de mayo
Texto: Verónica Espinosa / POPLab
Imagen: Pinche Einnar
GUANAJUATO.- Durante casi un año, Javier Barajas Piña buscó a su hermana Guadalupe, la maestra Lupita, como se conoció en Guanajuato y en el país a la profesora de primaria cuando se supo de su desaparición, un 29 de febrero de 2020.
Primero lo hizo con su familia. Después la buscó ya como funcionario, colaborando dentro de la recién creada Comisión estatal de búsqueda de personas (CEBP) a la que se integró en noviembre pasado.
Ahí Javier, abogado de 27 años de edad, demostró la resiliencia que le dio la fortaleza para auxiliar y acompañar a otras muchas familias, en los colectivos de búsqueda o en lo individual, en las tareas de prospección, exploración y exhumación de personas en las ya tantas fosas con las que se han encontrado en el territorio estatal.
Pero en este estado sin Derecho y sin garantías de paz, la violencia volvió a alcanzar a Javier y a su familia: el joven fue asesinado la noche del sábado 29, cuando se encontraba en la calle Abasolo del centro de Salvatierra, donde vivía.
Personas desconocidas le dispararon muchas veces. Lo dejaron sin vida en la vía pública, a la altura de la cuadra entre las calles Guillermo Prieto y Altamirano.
“Escuchamos muchos disparos y nos tiramos al piso”, cuenta un vecino de la zona sobre este, un crimen que se suma a la impunidad por la desaparición y el asesinato de la maestra Lupita, encontrada sin vida en la fosa de Barrio de San Juan en Salvatierra, según la identificación hecha por la Fiscalía general del estado que se conoció el 19 de febrero de este año, cuando estaba por cumplirse el año de su desaparición.
Incrédulas, integrantes de los colectivos a quienes acompañó y con quienes trabajó literalmente mano a mano, varilla, pico o pala, en la revisión de terrenos en Acámbaro, Celaya y Juventino Rosas, supieron y se dolieron por su asesinato.
Desde la consternación, el titular de la Comisión estatal de búsqueda, Héctor Díaz Ezquerra, apenas pudo comentar lo entregado que fue Javier a su trabajo, al que transitó desde su condición de “víctima indirecta”, como el eufemismo legal nombra a los familiares de las personas víctimas de desaparición.
Como “daño colateral”, así de absurda e irreal la condición de quienes padecen en vida y en muerte la impune criminalidad.
Sin más detalles, la Fiscalía General del Estado indicó que inició una investigación para esclarecer este homicidio.
Según su reporte, el cuerpo del joven fue encontrado con heridas de bala en la calle Abasolo del centro de Salvatierra.
Medios de la región refieren que vecinos del centro hicieron varias llamadas al 911 para reportar disparos que escucharon, alrededor de las 11:30 de la noche del sábado.
Fue entonces cuando al acudir policías municipales y paramédicos, se encontró el cuerpo del funcionario de la Comisión estatal de búsqueda, ya sin vida.
“Se trabaja en la investigación para conocer la mecánica”, fue el comentario de la FGE a través de su vocera.
Javier era abogado de profesión y, ya como funcionario de la CEBP, había comenzado a cursar una maestría en Criminalística.
“Hizo una solicitud expresa para trabajar” en el organismo, recordó el comisionado Héctor Díaz. “Se sumó y se integró”, fueron algunas de las pocas palabras que pudo decir, recién sabida la muerte de su colaborador.
Recordó a Javier como un joven entregado a las tareas del organismo.
“La verdad era bien dedicado y entregado. Él venía de ser víctima y precisamente por el tema de su hermana, y pues se sumó con nosotros, y la verdad es que siempre dispuesto a trabajar y apoyar. Es una pérdida muy fuerte para todos nosotros y para todo el equipo”.
En medio de la desolación que en estos ámbitos provocó este homicidio, resurgió en la memoria la desaparición y asesinato de Lupita, la hermana mayor de Javier, hasta ahora impunes.
Guadalupe Barajas Piña fue buscada por familiares, amistades, compañeros del magisterio, activistas, colectivos y comisiones durante casi un año. Sólo había salido de casa de sus padres -a quienes visitaba- un sábado 29 de febrero por la mañana para comprar el almuerzo que compartirían todos. Dejó a su hija al cuidado de su mamá. No regresó.
La maestra residía en Irapuato con su esposo e hija. Daba clases en una primaria rural en la localidad de Valencianita, de ese municipio.
Pasó casi un año hasta el 19 de febrero pasado, cuando se supo que Lupita fue exhumada junto con los restos de más de 70 personas en el predio del Barrio de San Juan en Salvatierra, representantes del colectivo Mariposas destellando buscando corazones y justicia describieron así el momento:
“Salvatierra está sufriendo, y todo mundo nos callamos. Este colectivo somos 25 familias de Salvatierra y llevamos siete localizados en esa fosa; quiere decir que van a salir más y más. Y siguen desapareciendo personas”.
También el magisterio habló, y en una carta dirigida al gobernador Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, le hicieron saber sus miedos cotidianos, como profesores y como ciudadanos:
“Eso es inaceptable señor gobernador. Le pedimos de todo corazón que nos ayude, ya que ni estudiantes ni maestros nos sentimos seguros en Salvatierra. Hay quienes piensan que es un ‘verdadero infierno”.
Este trabajo fue realizado por POPLab, que forma parte de la alianza de medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes leer la publicación original.
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