La Quinta Caravana de Búsqueda de Personas Desaparecidas pasó por el municipio de Zitácuaro, Michoacán donde lograron el primer caso de identificación plena de una persona desaparecida durante la caravana.
Fotos y texto por Heriberto Paredes
ZITÁCUARO, MICHOACÁN.- «Este es un país de contradicciones: nosotros celebramos cuando encontramos el cuerpo de una persona desaparecida, porque su familia ya puede descansar».
Así cerró Julio Sánchez Pasillas la séptima jornada de la Quinta Caravana de Búsqueda de Personas Desaparecidas. Como coordinador general, don Julio tenía la urgencia de explicar al resto de familiares que participan en la caravana la confirmación del «positivo» que documentó este 5 de mayo en Zitácuaro Michoacán.
Un joven de 31 años salió de la casa de su madre la tarde del 15 de abril de 2019. Es el municipio de Zitácuaro y, simultáneamente, la caravana de búsqueda que pasará por este lugar está en proceso de organización. Ambas historias no saben que se cruzarán en el primer hallazgo de la búsqueda, logrado justo a la mitad del recorrido. De los nueve posibles positivos documentados en la primera semana, el caso del joven de 31 años es confirmado como positivo, logrando el primer caso de identificación plena de una persona desaparecida durante la caravana.
El joven trabajó, justo antes de su desaparición, en algo que le gustaba mucho: el manejo de maquinaria para la construcción. A decir de su cuñado, el muchacho dejó el trabajo poco antes de ya no regresar a su casa y nadie sabe la razón. El día 16 de abril, un día después de que su madre lo viera por última vez, su cuerpo ingresó al Servicio Médico Forense (SEMEFO) perteneciente a Servicios Periciales de la Fiscalía Regional de Zitácuaro.
Fue clasificado y se le hicieron la necropsia y los estudios odontológicos que marca la ley. Las familias que constituyen la caravana revisaron el expediente con las fotografías del joven desaparecido el 4 de mayo, al segundo día de su paso por la cabecera del municipio donde desapareció. Vieron sus ropas expuestas y escucharon la explicación que los peritos daban ante la proyección de las fotografías. Entre las señas particulares había unos tatuajes que se percibían tenuemente, salvo uno, aquel que terminó por ser la clave para la identificación del joven desaparecido.
Diez días después de su desaparición la familia del muchacho decidió poner la denuncia ante la fiscalía, lo que en otros casos significaría un retraso importante para llevar a cabo el proceso de búsqueda correspondiente. Para el momento en que se identificó el cuerpo de manera oficial, habían transcurrido nueve días exactos entre el momento de la denuncia y la identificación. La tardanza en presentar una denuncia ha significado en la mayoría de los casos de desaparición un obstáculo, sin embargo, para el joven de Zitácuaro, esto no se interpuso.
Muy rara vez el Estado abre con tanta facilidad e intención alguna ventana que nos permita conocer su funcionamiento real, e incluso sus deficiencias. El caso michoacano es significativamente particular ya que no sólo abre vehementemente sus cárceles para consultarle a las personas privadas de la libertad si tienen alguna información, además expone los componentes de su método de clasificación de archivos de personas no identificadas. Y con esta apertura, expone uno de sus aspectos más oscuros: el margen en donde yacen las personas que no son identificadas y que tienden a permanecer anónimas.
Las más recientes caravanas de búsqueda que han tenido lugar en Michoacán y que en total han recorrido 10 municipios y la capital del estado, han aprendido mucho de esta ventana abierta, de esta exposición de la clasificación y administración de la muerte anónima, una fuente crucial para quien busca a su familiar y necesita especializarse.
Ha sido la presión constante de los colectivos de búsqueda la que ha abierto esta ventana y de la cual hay que aprovechar la máxima cantidad de información. La posibilidad de tener una revisión de expedientes que contengan señas particulares y una revisión mínima de la ropa y de las condiciones en las que se encontraron decenas de cuerpos, es una gran posibilidad que no se tiene en otros estados y que es todavía un muro en las búsquedas de desaparecidos.
«Esa presentación la han mejorado mucho. La otra caravana y en otras caravanas no habían mostrado esto. Yo le hice una petición [a Mariana Ponce, directora de la Unidad Forense de la Coordinación General de Servicios Periciales de la Fiscalía estatal] de cómo queríamos que se muestren [las fotografías]. Ya se ha mostrado mucho joven que no se mostraba y han ido mejorando ellos cada día más. Ellos tampoco tenían una idea de cómo ni qué, pero con el apoyo de nosotros y la exigencia de nosotros han ido mejorando y le damos las gracias a la doctora Ponce porque sí nos ha apoyado y se han visto los resultados» subrayó Evangelina Contreras Ceja, integrante de Familiares Caminando por Justicia y quien ha impulsado desde hace meses esta caravana.
Identificación rápida
Mientras se desarrollaba la revisión de expedientes del SEMEFO de las regiones de Zitácuaro, Lázaro Cárdenas y Zamora, correspondientes al periodo entre 2017 y 2019, dos familiares del muchacho desaparecido de Zitácuaro llegaron al auditorio municipal para sumarse a este procedimiento.
Alertados por una autoridad –al parecer su Ministerio Público– la familia llevó a la reunión la fotografía de un tatuaje que tenía el joven y que había sido considerado como una seña particular. Al llegar al recinto, se le pregunta a Hugo Méndez, representante de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) si ya pasaron la foto del tatuaje que llevaba consigo la familia, situación que –coincidentemente– el defensor confirmó al tener una foto de este elemento, hecha momentos antes.
Sin mayores preámbulos, se traslada a la familia a la Fiscalía para corroborar la identificación y gestionar la entrega del cuerpo según corresponde. En un lapso no mayor de dos horas, todas las gestiones y tramites están listos y se gestiona la exhumación del cadáver.
El joven conductor de máquinas, desaparecido el 15 de abril de este año, ingresado al SEMEFO un día después, denunciado como desaparecido el 25 de abril, había sido enterrado en una fosa común no oficial en compañía de otros tres cuerpos.
Se le llama fosa común no oficial porque las autoridades habían dicho que no había fosa común en Zitácuaro, porque no cumple con protocolos de separación de cuerpos y porque no estaba identificada dentro del panteón.
Los miembros de la coordinación de la caravana son notificados de la identificación del cuerpo a partir del tatuaje y se les avisa que en breve se llevará a cabo la diligencia correspondiente para que el joven recupere su identidad y los restos mortales sean devueltos a la familia, que dolorosamente descansará y evitará la terrible e incierta búsqueda de una persona en México.
Alrededor de las 8 de la noche, un grupo de personas de la caravana, miembros de la Comisión Ejecutiva Estatal de Atención a Víctimas (CEEAV), prensa y personas solidarias nos trasladamos hasta el cementerio de Chichimequillas. Mientras el vigilante nos trasladaba a las cercanías de la fosa, los peritos de la Fiscalía regional llegaron y localizaron de inmediato el punto donde tenían que cavar, establecieron un perímetro y nos explicaron que sólo un periodista podía estar, por lo que nos turnamos para entrar y documentar el procedimiento.
La fosa es pequeña, apenas caben los cuerpos y no hubo una separación adecuada entre cada uno. En total había cuatro cadáveres dentro de bolsas blancas respectivamente, con el número de la averiguación previa anotado con plumón en un costado de la bolsa, pero con el dicho de un perito que afirmó la existencia de una botella plástica que contenía el mismo número resguardado.
Fueron sacando dos cuerpos y el tercero fue revisado y se comparó la foto que se tenía del tatuaje con el tatuaje que tenía el cadáver en la misma posición que mencionaba el expediente revisado horas antes. Con esta señal se dio por confirmada la identidad del joven y se procedió a colocar el cuerpo –siempre en la bolsa– en un ataúd de color azul claro en el cual, finalmente descansa para que sus familiares puedan rendirle homenaje.
Con esta celeridad de las autoridades –lograda por la presencia de la caravana– la diligencia dejó un saldo ambivalente en el cual se lamenta la muerte del ser querido pero se agradece la identificación que evitará el desgaste y el dolor de la búsqueda. Las lágrimas derramadas por la caravana y por la familia del muchacho serán también el abono del descanso y poco a poco amainarán el dolor de la pérdida, mientras que miles de familias seguirán buscando en fosas, cárceles, morgues, o donde sea necesario. Buscarán hasta hacer coincidir la ficha de su familiar con el ser querido, vivo o muerto.
Fotógrafo y periodista independiente residente en México con conexiones en Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Cuba, Brasil, Haití y Estados Unidos.
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