Al llegar a Irán empezó otro viaje, pues de repente nos enteramos que ya no vivíamos en el 2021, sino en el 1399, pues la era cronológica de los musulmanes en este país se rige a partir de que Mahoma, el profeta, se vio obligado a huir a La Meca en el año 621 Después de Cristo. Es decir, estábamos por cambiar de siglo en este lado del planeta y ni por enterados.
@cynthiaitalia
En la zona de Zafaraniyeh de la capital iraní, hay un edificio antiguo color azul turquesa que sobresale entre todas las construcciones modernas que lo circundan por su fachada llena de caprichosas figuras de yeso.
Es el deslumbrante Museo del Tiempo donde se albergan decenas de relojes antiguos de todo el mundo con extraños mecanismos. Algunos fueron regalos de las diversas dinastías que existieron en este país, pero muchos otros pertenecen a diversas colecciones que, a lo largo de los años, se han reunido en este lugar, hoy abierto al público.
Sin embargo, más que el museo en Zafariniyeh, es el mismo país que parece estar suspendido en el tiempo… O al menos así lo he percibido durante estos dos meses que han pasado desde el arribo, donde lo primero que perdimos fue la conexión con las redes sociales, el internet y varios sitios, porque el concepto de “ilimitado”, al menos para esto, no existe pero que no está del todo mal si pienso en el tiempo que he recuperado, por ejemplo, para leer.
Todo comenzó el 30 de enero del 2021 cuando llegamos. No lo sabía pero apenas llegamos supe que aquí ya no era enero sino Bahmán, que en el calendario persa (llamado también Jalal) no es la traducción de enero, pues en la práctica, Bahmán, que es el onceavo mes de doce, comienza el 21 de enero y termina el 19 de febrero del calendario con el que la mayoría del planeta se rige , es decir, el gregoriano, que se ha adaptado en la mayor parte del mundo, salvo contadas excepciones: Irán entre ellas.
Las diferencias entre los meses del calendario persa y el gregoriano son algo más que un cambio de idioma, pues aquí se rigen por un calendario solar, utilizado normalmente en Irán y Afganistán, donde el primer mes (Farvardín, que va del 21 de marzo al 20 de abril) llega cada equinoccio de primavera, cuando se celebra el año nuevo iraní, también conocido como Nowruz.
Entonces ahí empezó otro viaje, pues de repente nos enteramos que ya no vivíamos en el 2021, sino en el 1399, pues la era cronológica de los musulmanes en Irán se rige a partir de que Mahoma, el profeta, se vio obligado a huir a La Meca en el año 621 Después de Cristo. Es decir, estábamos por cambiar de siglo en este lado del planeta y ni por enterados.
Así, nos dejamos llevar un poco por el ambiente de fiesta y empecé a tratar de entender algunas situaciones que en el otro lado del mundo ni siquiera les ponía antención y concluí que lo mejor era no tener tan presente la horrible pandemia que, en el otro lado del mundo, casi nos devora.
Total, que aquí entre el terrible tráfico, las actividades reestablecidas en su mayoría, la nula comprensión del idioma y el bullicio de las calles que gritan que los contagios poco importan, llegamos a creer que el estrés pandémico adquirido en Italia había sido una pesadilla que, afortunadamente, habíamos superado.
Pero después del nuevo año persa, donde millones de personas viajan para pasarla en familia, lo inevitable llegó y los contagios, que durante algunos meses se habían mantenido estables, comenzaron a subir y subir.
Hoy después de meses frenéticos de actividad, la ciudad ha vuelto a suspender actividades como en muchas partes del mundo, entre éstas las clases presenciales en las pocas escuelas que habían logrado regresar a la normalidad.
Así de repente, la noticia de que volveríamos a pasar el delirio de los primeros largos meses de encierro nos cayó como balde de agua fría cuando de la escuela de los hijos nos avisaron que ellos también cerrarían.
En estas horas he tratado de analizar si de los días pasados podemos aprovechar la experiencia para hacer de este nuevo encierro algo más llevadero, pero aún no lo logro. Me asusta que nuevamente no haya fecha definida para regresar, que nuevamente los tiempos en casa se hagan eternos, que el estrés y la desesperación se vuelvan nuestra cotidianidad.
Me entristece que nuevamente los pequeños sean quienes paguen las malas decisiones de los grandes, que el afán de regresar a esa normalidad tan anhelada combinada con el hartazgo, vuelva a interrumpir más allá de las clases, amistades y nuevos amores.
Ahora sí siento que más que el año en el que ahora vivimos, el pasado nos haya sorprendido y alcanzado nuevamente a causa de la pandemia.
Periodista mexicana radicada en Italia, donde ha sido corresponsal para varios medios. Autora del libro Contacto en Italia. El pacto entre Los Zetas y la '
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