Ocaso y horizonte de un movimiento por la paz

28 marzo, 2021

Conmemoración del décimo aniversario del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad realizada en Cuernavaca, Morelos. 28 de marzo de 2021. Foto: Margarito Pérez / Cuartoscuro

Este texto fue escrito en diciembre de 2012, durante el cambio de gobierno de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Cuenta cómo se desmanteló el Movimiento por La Paz con Justicia y Dignidad después de la caravana por Estados Unidos y las reuniones con el presidente saliente. Lo reproducimos como parte de la reflexión por los 10 años del movimiento que puso en al agenda nacional el tema de las víctimas de la guerra

Texto: Daniela Pastrana

Foto: Margarito Pérez / Cuartoscuro

Es una carta de tres cuartillas, firmada en Cuernavaca, Morelos, el 11 de octubre de 2012. Javier Sicilia saluda con un “queridos hermanos y hermanas del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad”, y tras una breve introducción sobre el camino andado desde marzo de 2011, anuncia que tomará un descanso.

“Hemos llevado con nosotros nuestros propios dolores y los dolores de otros (…) desde ellos hemos desatado procesos profundos que abren un camino a la paz y a la justicia que exige que  el MPJD entre en una fase más horizontal y de mayores coaliciones con otras organizaciones hermanas. Esos momentos, me piden a mí, en lo personal, un largo retiro”, dice el texto, que circuló entre la treintena de activistas que llegaron el martes 16 de octubre a la asamblea del movimiento en las oficinas de Serapaz.

Las hojas pasaban de unas manos a otras, queriendo entender las razones del líder, pero sobre todo, tratando de leer entre líneas una despedida más profunda.

“Las razones son múltiples, soy un poeta y un poeta no puede vivir sin el silencio. Yo no lo he tenido”, escribió Sicilia. “Me lo permite, también, la exigencia de una nueva fase de horizontalidad del propio MPJD (…) la mejor forma de destruir un movimiento es concentrarlo en una persona. Los seres humanos somos finitos y nos desgastamos, nos agotamos y terminamos, cuando se mitifican, por decepcionar”.

“Me lo exige también algo que ha estado en el centro de mi vida: la búsqueda de la proporción (…) Esa realidad, que ha hecho de mi o que soy y que la tragedia desproporcionó y me ha llevado a la desmesura de los medios, de las grandes caravanas, de los diálogos con el poder y con las masas, me pide un retorno”.

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En su carta a los integrantes del movimiento por la paz, Sicilia explicó que buscaría el silencio con su hija y su nieto, en la comunidad gandhiana del Arca, en Francia. Aclaró que no era un adiós definitivo y les pidió que no pelear.

“No me voy del MPJD, simplemente hago una pausa para que el MPJD crezca y para saber, desde esa proporción reencontrada, lo que debo hacer en esta etapa del movimiento. Desde allá estaré, a  través de Miguel Álvarez, en contacto con ustedes y apoyando los procesos que hemos desatado. Nos vemos pronto amigos. Paz, fuerza y gozo”.

Sicilia ya no pudo ver los rostros serios de quienes se habían mantenido en el frente de batalla durante 18 meses, desde que el poeta lanzó una convocatoria abierta para encender las antorchas y poner un freno a la violencia en el país.

La misiva, sin embargo, no sorprendió a quienes un mes antes lo habían acompañado en su tercera caravana, la más larga, que recorrió 9, 400 kilómetros de Estados Unidos para demandar que cese el contrabando de armas a México.

El 10 de septiembre, en Washington, la última parada del periplo, y después de un mes de recorrer durante un mes 25 ciudades de ese país, el poeta había adelantado el anuncio.

“En unos meses no me van a ver”, dijo Sicilia a quienes cansados, peleados, y desgastados, llegaron al fin de la caravana.

“No preparó a nadie, simplemente lo anunció. Después de un mes de trabajo, fue una cubetada de agua fría para todos”, dice uno de sus colaboradores.

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Lejos de animar un relevo, la carta de Sicilia fue una luz de salida para que los problemas que se habían acumulado en un año y medio de trabajos sin pausa comenzaran a desbordarse por el lado más vulnerable: las víctimas.

Ya antes de que la caravana a llegará a Washington, el responsable del camión donde iban los padres y madres hacía malabares para evitar conflictos. Unos a otros se acusaban de protagonismo. Todos querían que sus casos se vieran primero. Lo mismo pasó con la representación del movimiento ante la Procuraduría Social de Atención a Víctimas del Delito (ProVíctimas) que creó el gobierno de Felipe Calderón después de los diálogos en Chapultepec. Comenzaron a reclamarse por la gestión de los casos. Finalmente, la cúpula del MPJD decidió eliminar esa representación ante Províctima.

“No podemos gestionar los casos. Nos rebasa el trabajo y no tenemos capacidad para darle seguimiento a todos”, dice Brisa Solis, directora del Centro de Comunicación Social (Cencos), una de las organizaciones pilares del movimiento.

Desesperadas por la falta de resultados, tres mujeres decidieron instalar una huelga de hambre frente a la Secretaría de Gobernación el 6 de noviembre. Eran Julia Alonso, madre de Julio Alberto Josué López, cuyo hijo fue desaparecido en Nuevo León; Margarita López Pérez, madre de Yahaira Guadalupe Bahena, joven de 19 años, desaparecida en Oaxaca, y Malú García, la hija de Norma Andrade, fundadora de “Nuestras Hijas de Regreso a Casa”. En los días siguientes se les unió Bárbara Ybarra, madre de Gaby Benítez, adolescente asesinada en Xalapa.

El MPJD decidió acompañarlas como a otros casos, con un pronunciamiento, pero no se sumó a la protesta.

Las mujeres levantaron su huelga 7 días después, confiadas en un compromiso director del secretario de Gobernación, Alejandro Poiré, que nunca se cumplió.

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“En el movimiento confluyen tres mundos distintos: el de los activistas independientes, que apoyan en sus tiempos libres, el de las organizaciones de la sociedad civil, que tienen mucho más claro el trabajo de planeación estratégica, y el de las víctimas, que sólo quieren que se resuelva su caso y no están interesados en una planeación de mediano y largo plazo”, explica Pepe Rivera, del equipo de documentación.

“El problema es que, como no hay un mecanismo de toma de decisiones, no queda claro que rol juega cada una de las partes”.

Esa es la parte pendiente de resolver que Sicilia dejó encargada a Miguel Álvarez, director de otra organización que sostiene al MPJD: Servicios y Asesoría para la Paz (Serapaz). Y como parte de esa reorganización interna, se creó una vocería triple, en la que participan Brisa Solís, directora de Cencos, y los poetas Eduardo Vázquez y Jorge González de León. Todos muy cercanos a Sicilia.

Eduardo Vázquez reconoce que “la partida de Emilio (Álvarez Icaza)”, quien en julio fue designado secretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y “el paréntesis que abre Sicilia” desconcertaron a los integrantes del movimiento. Pero rechaza que el problema esté dentro del movimiento.

“Felipe Calderón creó una Procuraduría de Víctimas sin recursos, sin estructura y sin la mínima capacidad para responder a la tragedia que tenemos en el país. Fue una ventanilla para paliar la crisis, para  administrar la gestión de algunas víctimas movilizadas, pero no han resuelto un solo caso. Y al no haber resultados empezamos a culparnos a nosotros mismos, cuando la responsabilidad es del Estado”, dice.

“Nosotros no podemos sustituir al ministerio público, ni a los policías ni a los jueces, ni podemos sustituir la ausencia de una política clara de Estado para atender la crisis y eso provoca desesperación, porque  tenemos Estado absolutamente incapaz de enfrentar la tragedia. Esa es la razón de ser del movimiento, y sigue viva, porque la emergencia no ha terminado”.

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María Herrera borda con manos hábiles el nombre de uno de los miles de muertos en el sexenio. Su amigo, hermano de dolor: Nepomuceno Moreno

“Nepomuceno Moreno, un padre que buscando a su hijo Mario, desaparecido, encontró la muerte, asesinado en Hermosillo, Sonora. 28/11/11”, dice la letra escrita en punto de cruz sobre un pañuelo blanco.

“Esto significa mucho para mí. Me hace sentir que estoy haciendo algo por él”, dice la mujer, que busca a sus cuatro hijos, desaparecidos sin rastro, y que junto con Nepomuceno, es uno de los íconos del MPJD.

Es el domingo anterior al cambio de gobierno en la plaza de Coyoacán. Las mujeres bordadoras de la paz apuran el paso para tener miles de pañuelos que colocarán como memorial de víctimas de la guerra, en la despedida de Calderón.

A María no la había visto desde la caravana de Estados Unidos. Me cuenta  que al llegar a Chicago su familia en Michoacán recibió amenazas y ya no puede regresar a su pueblo, ni ella, ni sus dos hijos vivos. Ha vivido de prestado dos meses, con 14 cambios de casa. Y sus hijos han tenido que improvisar trabajos para sobrevivir. Incluso, uno de ellos compró dulces para vender en las oficinas de ProVíctimas. “Pero tenemos que seguir, como sea, hasta encontrar a mis hijos”, insiste.

Lo mismo piensa Araceli Rodríguez, madre de Luis Ángel León, un joven policía federal asesinado en Michoacán: “No importan los problemas que haya, ni quien se quede o quien se vaya. Nuestro objetivo es encontrar a nuestros hijos y no vamos a parar”.

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El 28 de noviembre, al cumplirse un año del asesinato de Nepomuceno Moreno, el MPJD convocó a una manifestación en la Estela de Luz, rebautizada por los integrantes del movimiento como “la Estela de la Muerte”. Llegaron unos cientos, en una imagen muy lejana a las grandes movilizaciones de 2010.

En la lectura del “balance de un sexenio de muerte, guerra y traición”, reclamaron al todavía presidente Calderón su veto a la Ley de Víctimas, la impunidad en el asesinato y desaparición de integrantes de movimiento (Nepomuceno Moreno, Trinidad de la Cruz Crisóstomo (Don Trino), Eva Alarcón, Miguel Marcial Bautista y Pedro Leyva), la sustitución de un memorial para las víctimas –que implique un proceso de recuperación de la memoria, la verdad y la justicia—por “un monumento a la barbarie, a la fosa común”, y “su intento de dividir la causa de las víctimas” con la creación de una Procuraduría para la Atención de Víctimas a espaldas del MPJD y sin recursos ni capacidad operativa.

“Felipe Calderón se va como un traidor a la patria, como el Presidente de la devastación y el desprecio. Sobre su conciencia, y a pesar de lo que, contra toda evidencia, no ha dejado de declarar para exculparse, pesará el clamor de las víctimas que, como alguna vez dijo Javier Sicilia, parafraseando al poeta Giorgos Séferis: no lo dejaremos dormir en ningún sitio”.

Eduardo Vázquez leyó en la Estela su poema “Abrazos”: “(…) fosas de carne para los muertos despojados de su nombre/mutilaciones que todavía gritan su dolor/ paisajes de desventura (…) abrazo este silencio/las cuencas hundidas de los ojos tristes”.

Cerca de él lloraban María Herrera y Aracely Rodríguez.

“La noticia es que el movimiento sigue vivo”, asegura Eduardo Vázquez. “La fuerza del movimiento la dan las víctimas y cada día hay nuevas víctimas. Para horror de todos esto no se acaba con la salida de uno de los principales responsables, que es Felipe Calderón”.

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Jueves 13 de diciembre. En Francia, Javier Sicilia entrega al embajador de México una petición para que el nuevo gobierno de Enrique Peña Nieto promulgue de inmediato la Ley de Víctimas. Su retiro ha terminado y se prepara para regresar al país a retomar la batalla por la memoria de las víctimas.

El MPJD empezará el 2013 con un Encuentro Nacional. “El encuentro será hacer un diagnostico colectivo, para escucharnos, no solo a los del movimiento, sino a los otros que coinciden en la lucha y para ver cómo vamos a trabajar con estas nuevas condiciones políticas”, dice Vázquez.

Otros integrantes del movimiento coinciden en que no es poco lo que ha logrado este movimiento en dos años: una ley de víctimas, visibilizar los casos, poner el tema en la agenda nacional, sentar a dialogar públicamente al ejecutivo y al legislativo.

El desgaste, dicen, es natural. “Los movimientos no son estáticos, ni eternos”, dice, con su mirada de socióloga, Brisa Solis. Lo que sigue ahora es una nueva etapa de lucha,  con una organización más horizontal y la replicación de la experiencia adquirida en este tiempo.

“Ahora hay ahora un movimiento por la paz que es mucho más que el MPJD. Un movimiento social que está vivo, porque las causas que lo originaron siguen estando”, insiste Eduardo Vázquez, para quien, las señales que en los primeros días ha enviado el gobierno de Enrique Peña Nieto –quitar el veto a la ley de Víctimas y premio de Derechos Humanos a Alejandro Solalinde –, son alentadoras.

“Pero no queremos solo un cambio en los rituales, sino un cambio radical de la estrategia y una renovación de aparatos de justicia del país. Una ley de seguridad ciudadana que deseche totalmente la ley de las legislaturas pasadas. En fin, la agenda de la paz está sobre la mesa y el este gobierno tiene la oportunidad de no cometer los mismos errores que el anterior”.

Quería ser exploradora y conocer el mundo, pero conoció el periodismo y prefirió tratar de entender a las sociedades humanas. Dirigió seis años la Red de Periodistas de a Pie, y fundó Pie de Página, un medio digital que busca cambiar la narrativa del terror instalada en la prensa mexicana. Siempre tiene más dudas que respuestas.