Uno de los juicios más célebres de la década de los veinte del siglo pasado, es rescatado por el historiador Pablo Piccato en su libro Historia Nacional de la infamia. Crimen, verdad y justicia en México
Texto: Lydiette Carrion
Foto: Especial
Julio de 1922. Época posrevolucionaria. Una adolescente de 14 años. Vestido blanquísimo y cabellos negros. Circula con su tía rumbo a la iglesia. Pero algo ve por la ventana, así que pide al chofer que se detenga y baja del auto, con paso presuroso se dirige hacia un grupo de hombres que conversa frente al número 48. La niña jala de la solapa a uno de ellos, candidato a senador Francisco Tejeda Llorca, y le dice:
–Máteme como mató a mi padre.
Este es el origen de uno de los juicios más célebres de la década de los veinte del siglo pasado, y el historiador Pablo Piccato lo rescata en su libro Historia Nacional de la infamia. Crimen, verdad y justicia en México.
Dos meses antes, Tejeda Llorca (que entonces todavía era diputado) mató al padre de María del Pilar, el diputado y periodista Jesús Moreno. En aquella ocasión los dos hombres, compañeros de bancada, se encontraron afuera de la Secretaría de Gobernación. Buscaban entrevistarse con Plutarco Elías Calles: Moreno quería su aval para volver a ser diputado, y Tejeda quería candidatearse para senador. Aunque era todo más profundo: Moreno y Tejeda se disputaban el poder político en la zona de Coatepec y Xalapa en Veracruz. El elemento decisivo sería el apoyo de Calles. Aquel día Tejeda mató a Moreno con la pistola de éste. No fue detenido ni enjuiciado, gracias al fuero legislativo.
Piccato escribe: “Tejeda Llorca era el ejemplo de los privilegios de que gozaba una clase política de hombres violentos que parecían estar por encima de la ley”.
Épocas posrevolucionarias. Épocas actuales.
Tras el homicidio, María del Pilar, después de matar a Tejeda, fue al Heraldo de México, diario oficialista que dirigía su padre antes de ser asesinado. Y dijo al periodista Alfonso Iberri:
–Vengo a que me lleve usted a la inspección de Policía porque acabo de matar a Llorca”.
Pero, más allá de los entretelones políticos, María del Pilar Moreno se ganó el corazón del público y el jurado de la mano de su abogado. Y es que en aquel entonces, en México los casos célebres se resolvían con juicios orales públicos, muy populares en aquel entonces como espectáculos. El libro de Piccato incluso recupera algunos cartones humorísticos al respecto.
En el juicio hubo irregularidades. Como siempre. Como desde entonces. Algunos testigos declararon que hubo un segundo tirador. Otros, que días antes un auto sospechoso vigilaba la casa de Tejeda. María del Pilar cambió su versión en al menos tres ocasiones. Primero habló de que lo había hecho por venganza. Luego, que fue en defensa propia, cuando Tejeda le torció el brazo. Un dato revelador: El cuerpo del candidato a senador, alojó una bala calibre .38, además de las balas .32 que disparó la niña.
El juicio demoró dos años; como ocurre ahora también: una forma de castigo a la detenida. Pero las mujeres de clase alta asistían al juicio, y Moheno, el abogado de María del Pilar era un experto en sacar a mujeres de situaciones similares.
Piccato evalúa que esta publicidad a los juicios en los que mujeres cometían crímenes daba una oportunidad de que ellas se defendieran, explicaran sus motivos. Pero esto se encontraba lejos de ser una herramienta de empoderamiento femenino o de cuestionar ciertos roles. Por ejemplo, en el caso de María del Pilar, quienes escribieron sobre el caso en su defensa lo explicaban como parte de su deber de hija ejemplar.
Y es aquí donde cabe preguntarse: si la sociedad de entonces –de ahora– tolera crímenes por salvaguardar el honor, ¿cuál es el honor legítimo?
Y sin embargo, el sistema de jurados, la posibilidad de escuchar de forma pública los motivos de una mujer sí fue percibido como peligroso para el orden patriarcal, advierte Piccato. Por ejemplo, quizá inspirada por el caso de María Luisa, una niña de 13 años en Torreón disparó a un soldado que acosaba su madre. Otro caso más: María Teresa de Landa, quien 1929 mató a su esposo por celos. O María Teresa Morfín, que en 1927, a los 16 años, mató a su esposo porque la iba a dejar.
El diputado y abogado Antonio Díaz Soto una vez escribió: “las mujeres se van a volver más terribles contra los hombres, como las prostitutas que defiende Moheno”.
En la ciudad de México los jurados ciudadanos conocieron sobre delitos “serios” entre 1869 y 1929. “Pero fueron atacados por el gremio judicial, que los consideraba contrarios a las prácticas inquisitoriales y burocráticas de las instituciones penales mexicanas y españolas”. La emotividad ciudadana, esta tendencia incluso a la teatralidad, fue vista como amenaza al orden.
Para 1929, el sistema de jurados fue abolido. Nunca más ha regresado a México.
*Piccato, Pablo (2020). Historia nacional de la infamia. CIDE/Libros Grano de Sal.
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona