Pedro Serrano es un médico internista mexicano que se unió a Médicos Sin Fronteras a principios de 2020 y desde mayo trabaja en una de las regiones más conflictivas del planeta. Ahí ha tenido que enfrentar la pandemia de covid-19 en condiciones súper precarias. Este es su testimonio, una historia de solidaridad
Texto: Sergio Ortiz Borbolla / MSF
Fotos: Cortesía de Médicos Sin Fronteras
“Las heridas y las enfermedades son las mismas, y el dolor y el alivio no conocen de lenguas o fronteras. Uno de los enemigos más grandes para vencer esta pandemia en países como Iraq México o Estados Unidos, es el estigma social de la población, combinado con las terribles condiciones de vida de su comunidad más vulnerable, ya sea por violencia o negligencia”, asegura Pedro Serrano, médico internista mexicano.
En Iraq, la situación por la pandemia de covid-19 ha sido muy complicada en el último semestre del año. Las terribles condiciones de vida derivadas del conflicto armado, el contexto de violencia y la creciente crisis de personas desplazadas internamente, sumergieron a la población en una ola agresiva de contagios y decesos. Desde agosto y hasta octubre, el país reportó una media de 4 mil 500 casos confirmados por día y hasta 500 muertes por semana. Bagdad, es el epicentro de la pandemia, con casi el 30 por ciento de los casos reportados en el país.
En las últimas semanas, la cantidad diaria de casos de covid-19 en todo el país está disminuyendo; sin embargo, debido a la relajación de la población en cuanto a las medidas preventivas y el aumento de la tensión social a raíz de los conflictos armados internos, la curva de contagios ha comenzado a subir de nuevo.
Es en este contexto tan adverso, Pedro Serrano, médico intensivista mexicano, encontró la determinación que necesitaba para dedicarse completamente a la labor humanitaria.
“Esta fue la primera misión que realicé para Médicos Sin Fronteras, y también la primera vez que salía tan lejos de mi hogar para ejercer mi profesión. En un lugar dónde todo es distinto, el idioma, la cultura, las leyes, en fin, casi en todo era diferente, sin embargo, las heridas y las enfermedades son las mismas, y el dolor y el alivio no conoce de lenguas o fronteras”.
Pedro presentó su solicitud a MSF en enero de 2020, unos meses antes de que la pandemia cambiara la vida de todas las personas en el mundo. Para ese entonces, la crisis humanitaria en Iraq ya se encontraba en un punto insostenible y las consecuencias de la violencia de los conflictos armados, han dejado en la pobreza extrema a miles de familias y ha desplazado internamente a millones. Para cuando la covid-19 llegó a Bagdad, los contagios y las muertes comenzaron a aumentar sin control.
Con el fin de responder a esta creciente emergencia y apoyar a las autoridades sanitarias locales, MSF trabajó en el hospital Al Kindy en Bagdad, asistiendo pacientes covid-19 graves y críticos. La organización asesoró a los trabajadores sanitarios de la Unidad de Cuidados Respiratorios para ayudarles a hacer un correcto uso de ventilación, de los medicamentos y de las técnicas específicas para tratamiento de la enfermedad. Además, MSF trabajó en otra sala de 26 camas para pacientes covid-19 dentro del propio hospital.
En mayo, Pedro se incorporó a la misión de MSF en Iraq. Trabajó durante cuato meses en la unidad de cuidados intensivos, en el hospital Al Kindy en Bagdad. Su labor consistió, principalmente, en la implementación del sistema de contención, seguridad y tratamiento.
“Llegar a Bagdad es una experiencia muy intensa. Definitivamente, uno puede sentir la tensión en el aire, en las calles. Es un país en el que la calma se fue hace muchos años y el sufrimiento se vive día a día”, asegura.
“El hospital Al Kindy es un lugar muy complejo –agrefa– para cualquiera que se encuentre en allí, incluso para el personal de salud más experimentado. Es un lugar dónde hay muerte y desesperación. Aquí uno se pone a prueba todos los días”.
En cuanto a su trabajo en el área de cuidados intensivos de covid-19, Pedro comenta:
“Iraq ni siquiera logró aplanar la primera curva, nunca hubo unos meses de respiro para el sistema sanitario, y los nuevos casos y muertes no se detienen. Es una situación difícil de controlar, sobretodo para los pacientes que tienen que esperar a veces por días para una cama. Además, para cuando llegaban al hospital ya estaban en una condición crítica. Recibimos decenas de casos con dificultad respiratoria aguda y es muy difícil tratarlos cuando llegan en ese punto. Muchas personas murieron de esa manera en el hospital. Era de verdad frustrante para mí y para todo el equipo. Además del miedo latente de estar en un hospital que está en una ciudad que vive en conflicto. Desafortunadamente los hospitales siempre han sido blancos en estos conflictos”.
El miedo de Pedro no es gratuito, en mayo de este año el mundo se vio sacudido por la noticia de que el área de maternidad del hospital Dashte Barchi en Kabul, Afganistán, fue atacado violentamente por un grupo armado, dejando 25 muertos.
“El miedo es una constante en Bagdad. La tensión y el estrés con la que viven la población, es un reto para practicar nuestra labor. Todo el tiempo tienes que pensar en tu seguridad al momento de relacionarte con tu paciente para poder brindarle la mejor atención posible con el menor riesgo; aquí al igual que en cualquier lugar en conflicto, las consecuencias pueden ser mortales para muchas personas inocentes”.
Pedro recuerda que una de las experiencias más fuertes que tuvo en el hospital fue cuando falleció una persona en la unidad de cuidados intensivos y él tuvo que dar esta noticia a su familia.
“Recuerdo que cuando llegué a la unidad de cuidados intensivos, un compañero me dijo: Aquí lo más complicado es dar las malas noticias. Tenía toda la razón. Esto es sin duda una de las acciones más difíciles en nuestra labor pues a nadie le gusta darles a los familiares del paciente un desenlace triste para su ser querido. Lo sabía, sin embargo, la expresión en el rostro de mi compañero me hizo sentir un poco más desconcertado de lo normal. Desafortunadamente, la intensa crisis de contagios estalló y pronto descubrí lo difícil que es para la comunidad iraquí afrontar la muerte y lo complejo que les parecía a muchas familias haber perdido a su padre o su abuelo por una enfermedad respiratoria como la COVID-19. Pueden, incluso, ponerse violentos con el personal médico. El estigma social por la enfermedad y esperarse a acudir al hospital es una combinación mortal en cualquier lugar del mundo.
“Creo que -dice- uno de los enemigos más grandes para vencer esta pandemia en países como Iraq e incluso México o Estados Unidos, es el estigma social de la población combinado con las terribles condiciones de vida de su comunidad más vulnerable, ya sea por violencia o negligencia”.
Pedro, al igual que miles de trabajadores humanitarios en todo el mundo, ha sido testigo de cómo esta pandemia ha puesto a millones de personas en condiciones de vida aún más desfavorables. Al preguntarle acerca de las consecuencias que la covid-19 traerá a países como Iraq, responde:
“Espero que las crisis humanitarias que atraviesan por esta pandemia no sean más desatendidas e invisibilizadas. Hasta ahora, hemos visto cómo esta situación ha afectado a poblaciones que ya vivían en riesgo. Estas crisis tienen que atenderse de manera urgente, sin bloqueos a la atención médica y a las enfermedades o conflictos que ahora se sienten olvidados”.
Y añade: “Creo que esta pandemia, nos ha enseñado la importancia de nuestra relación con la naturaleza y con nosotros mismos. Creo que tenemos ante nuestros ojos una oportunidad para moldear un mundo más preocupado y equilibrado. Podemos eliminar un poco más las fronteras y comprender lo vital de formar una comunidad global donde todos tengamos salud y paz.”
Portal periodístico independiente, conformado por una red de periodistas nacionales e internacionales expertos en temas sociales y de derechos humanos.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona