La antimonumenta caribeña se alza frente al congreso de Quintana Roo para recordarle a esos legisladores que mantienen una deuda con las ciudadanas para las que trabajan. Las postales para los turistas deberían incluir el lema acuñado en las protestas contra los feminicidios: “El paraíso huele a sangre”
Twitter: @celiawarrior
México tiene algunas de las ciudades fronterizas más reconocidas del planeta, Chetumal no es una de ellas. Mucho de lo que sucede allá, en ese rincón del sureste, a más de mil 300 kilómetros de la capital de este país centralista, tiene poco eco en la agenda noticiosa nacional. Por eso esta Igualada pretende ser un pequeño espacio para difundir lo que hacen y esperan las mujeres y activistas feministas, habitantes de todo Quintana Roo, que en este momento mantienen tomado el inmueble del congreso del estado, que de honorable solo tiene la “H” en la fachada, allá en Chetumal.
Hasta el momento se han colocado cuatro antimonumentas en territorio mexicano: la que está frente al palacio de Bellas Artes, en la CDMX; una que encara la presidencia municipal de Neza, en el Edomex; una nueva en la histórica plaza de armas en Guadalajara, Jalisco; y la más reciente, levantada frente al congreso de Quintana Roo, en Chetumal.
Esta última —la antimonumenta caribeña, como le apodaré de cariño— fue colocada el domingo 29 de noviembre, después de que integrantes de la Red Feminista Quintanarroense decidieron tomar el congreso, aunque hacía varios días atrás acampaban en la explanada frente al recinto legislativo como último recurso para hacer escuchar sus exigencias.
Pero de ese acontecimiento poderosísimo —y me refiero a la aparición de una antimonumenta en una nueva ciudad; literal, un símbolo que reivindica la deuda histórica del Estado mexicano con las mujeres— se habló muy poco. La mayoría de los periodistas y medios que reportaron sobre los eventos durante ese fin de semana en el congreso de Quintana Roo decidieron destacar en sus notas otros hechos irrelevantes, por ejemplo, su preocupación porque las manifestantes destruyeran los murales al interior del inmueble que ocuparon [rolling eyes infinito].
Ahora, la antimonumenta caribeña se alza en la explanada frente al congreso, a unos metros del mar y entre palmeras, para recordarle a esos legisladores/funcionarios públicos que mantienen una deuda con lAs ciudadanAs para las que trabajan y, como se puede leer en la cara que da hacia el edificio: NUESTROS DERECHOS NO CON NEGOCIABLES.
Las integrantes de la Red Feminista Quintanarroense no se cansan de chulear su antimonumenta. “La de nosotras tiene el puño verde, a diferencia de las otras”, destaca una de ellas. Además, las distinguen también las exigencias que plasman: la de CDMX recuerda cuando en México sucedían 9 feminicidios al día (ahora son, en promedio,10) y exige una alerta de género nacional; las de Neza y Guadalajara reclaman “Memoria, Verdad, Justicia”, pero la primera añade “Investigación con perspectiva de género” y la segunda reivindica “Ni perdón ni olvido”.
Por su parte, la antimonumenta caribeña es abortera, y a mucha honra. En su lado b demanda un alto a la violencia contra las niñas y mujeres, y en una placa enlista los nombres de tan solo algunas que ya no están: Inés, María, Roberta, Elisa, Landi, Kimberly, Juana, Fabiola, Bartola, Bianca… Y no olvidemos que también las muertes por aborto clandestino son feminicidios. Feminicidios de Estado, como anuncian las recién redecoradas paredes del congreso quintanarroense.
Las nuevas postales para los turistas que visitan las extraordinarias playas del caribe mexicano deberían incluir el lema acuñado en las protestas contra los feminicidios, una de ellas reprimida a balas en Cancún por policías: “El paraíso huele a sangre”; hecho muestra de que la violencia feminicida proviene de diversos actores, incluidas las autoridades en todos los niveles.
Es por ello que la Red Feminista Quintanarroense, integrada por 26 colectivas, tiene que recordar que no es de ahora, sino desde hace años que piden a los legisladores un dictamen respecto a las múltiples iniciativas para despenalizar el aborto en el estado. Aunque en realidad, esa es solo una de sus exigencias porque el 16 de septiembre entregaron un pliego petitorio al gobernador, Carlos Joaquín, con una lista de 54 puntos que pueden leer completa aquí.
“Esta es la última llamada institucional que hacemos”, advirtieron las colectivas feministas y las autoridades decidieron ignorarlas una vez más. La toma del congreso en Chetumal, que no levantarán hasta que los legisladores presenten un dictamen, y la antimonumenta caribeña, que les recordará en adelante su deuda con niñas y mujeres, son mensajes de que ahí, en ese rincón donde comienza México, hay mujeres organizadas en resistencia.
Periodista
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