16 noviembre, 2020
Si no queremos que la vida sea aún más complicada con la situación que vivimos, a causa de la pandemia, urge entender que la defensa y restauración del medio ambiente no es solo un asunto regulatorio
Tw: @eugeniofv
A la cuarentena que padecen el país y prácticamente el mundo entero, la semana pasada en la Ciudad de México se añadió una contingencia ambiental por las altas concentraciones de ozono en el aire. El ozono es un contaminante especialmente dañino, cuya aparición es muy difícil de controlar con acciones que ataquen solamente uno de los factores que la causan. Por eso, si no queremos padecer más parones que hagan aún más complicada la situación que vivimos, urge entender que la defensa y restauración del medio ambiente no es solo un asunto regulatorio, sino que debe impulsarse activamente un cambio en toda la economía, que en este caso lleve a una modificación radical del uso de químicos en la industria y entre los consumidores.
La concentración de ozono en el aire que respiramos depende de varios elementos en una relación que no es lineal y que es difícil de predecir y controlar. En pocas —e insuficientes— palabras, aparece por interacciones muy complejas entre la radiación solar, los óxidos de nitrógeno y los compuestos orgánicos volátiles. Evidentemente, no se pueden emprender acciones para regular o moderar la luz solar que pega en la Ciudad de México, pero sí se pueden atacar los otros dos elementos de la ecuación.
Según el Inventario de emisiones de la Ciudad de México 2016, el 86 por ciento de las emisiones totales de óxidos de nitrógeno vienen del sector del transporte. La tercera parte de ellas viene de autos particulares, taxis y motocicletas; una cuarta parte viene de autobuses y microbuses, y otro tanto viene de tractocamiones y vehículos de más de 3.8 toneladas.
Impulsar un cambio de la flota automotriz en la Ciudad de México para hacerla más limpia e impulsar —como ya hace el gobierno de la ciudad— la sustitución de unidades de transporte público altamente contaminantes por unidades eléctricas, híbridas y más eficientes es crucial. También sería importantísimo que la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales federal (Semarnat) impulsara, de la mano de los gobiernos de los estados, una mayor regulación y una mejor aplicación de la misma para que el transporte de carga mejore su desempeño ambiental, que es desastroso.
El caso de los compuestos orgánicos volátiles es todavía más complicado. Hay una parte de las emisiones de estos compuestos de la que también son responsables los automóviles —en torno al 17% , según el Inventario de emisiones—, pero un 20 por ciento se produce por fugas de gas LP (que además suponen una pérdida económica de tres millones de pesos diarios) y más de la tercera parte se produce por el uso doméstico, comercial e industrial de solventes.
Según un informe preparado en 2014 por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, en el valle de México se emite en torno al 10 y el 15 por ciento del total de compuestos orgánicos volátiles de todo el país. Entre las actividades más dañinas en este rubro están la limpieza de superficies industriales, el uso doméstico de solventes y el manejo y distribución de combustibles.
Como se ve, no hay una sola acción que pueda llevar a reducir esas emisiones. Más bien, hace falta combinar varias acciones a diferentes niveles, que por otra parte tendrían impactos muy positivos tanto ambientales como económicos y sociales. Por una parte, habría que impulsar esquemas de investigación, desarrollo e innovación públicos y privados para que se produzcan nuevas tecnologías que hagan que limpiar las industrias nos salga a todos menos caro en términos de salud.
Por otra parte, se debe impulsar el consumo y uso de alternativas que ya existen y que son menos contaminantes. Sin ir muy lejos, se puede impulsar la compra de sustitutos menos dañinos para los aerosoles y productos de cuidado personal que emiten compuestos orgánicos volátiles.
Nada de esto, sin embargo, se logrará avanzando pedacito por pedacito. Más bien, debe de haber un compromiso de fondo de gobiernos y empresarios con el medio ambiente, que los lleve a apoyar el cambio en la forma en que se produce en este país, y a que se consuma de forma más segura y más responsable.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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