Las plazas y calles de otras ciudades en el país se activan con la presencia de mujeres que marchan, protesta, exigen. Pero los discursos se centran en Ciudad de México. La autora propone descentralizar el discurso y mirar, aprender de la protesta en otras regiones del país
Por Tamara Mares* / Tw e IG: @tmaresriv
El 29 de septiembre, al menos en el mundo virtual, se vivió un debate entre mujeres, feministas, y hombres, todes opinólogos especializados. Entre las discusiones que surgían en mi feed de Twitter, me llamó la atención las cuentas de capitalinas que defendían la marcha por la despenalización del aborto que había ocupado las calles de Ciudad de México el 28 de septiembre. Los pañuelos verdes se alzaron, las policías reprimieron, la Jefa de Gobierno se deslindó de los ataques con gas lacrimógeno y las denuncias de los golpes hacia feministas se hicieron presentes.
Los mensajes se hicieron en torno a un cuestionamiento planteado por el sector antiderechos y la jefa capitalina, Claudia Sheinbaum: “¿Por qué marchan en CDMX si aquí ya es legal el aborto?”. Las razones, enumeradas y múltiples.
Soy queretana de nacimiento y la mayor parte de mi vida transcurrió allá. Llegar a la capital del país en 2017 trajo consigo muchos cambios: el encontrar una vida cuasi-independiente, batallar con caseros nefastos, tejer nuevas redes de apoyo, e incluso una relación violenta. También con la mudanza surgió mi primer acercamiento con el feminismo, y mi primera marcha. A decir verdad, mis únicas marchas han sido en Ciudad de México.
Pero leer estos mensajes me causó una increíble incomodidad. Pensé en las colectivas y mujeres feministas queretanas con las que he platicado. Pensé en el orgullo que me llena al ver una Plaza de Armas en esa ciudad y las decenas de jóvenes que entonaron El violador eres tú. Pensé en los noticieros que veo con mi papá en la sala de nuestra casa en Querétaro por la noche, cuyas principales notas y videos se realizaron a más de 100 kilómetros de distancia.
Pensé en las mujeres mexiquenses que reconocen que una marcha en Ecatepec, el octavo municipio con más feminicidios en México no reúne a la misma cantidad de mujeres que la capital, pero ellas se desplazan en transporte público para llegar al Zócalo. Pensé en las fotos de chiapanecas, oaxaqueñas, queretanas, poblanas, veracruzanas, y mujeres de todos los estados que rara vez ocupan planas de diarios nacionales o espacio en los algoritmos de las redes sociales. Allá donde las causales para la interrupción del embarazo son limitadas y el estigma en torno a sus implicaciones es alto.
Me dolió ver las justificaciones -todas ciertas- por las cuales se marcha en Ciudad de México para la despenalización del aborto en todo el país. “Porque todos los poderes están centralizados aquí”. Sí, y también el movimiento feminista.
¿Podemos empezar a difundir mayor información sobre las manifestaciones que también se realizan y se realizaron el 28S en distintos estados? ¿Podemos aprender de sus luchas y reconocer que, aunque hay puntos convergentes por los cuales mujeres (sin el adjetivo feminista o con) luchamos, hay matices y batallas propias del contexto local?
No es, de ninguna manera, una cuestión de dejar de marchar o manifestarse en la capital, o de restarle importancia a la toma del espacio público en Ciudad de México. Ya sea por solidaridad, porque es una lucha compartida, o porque se puede y quiere, las razones son justas. Todas dolemos por los feminicidios, por la negativa de decidir sobre nuestros cuerpos, por la violencia estructural, por la represión, por las desigualdades. Pero, ¿qué pasa si dejamos de fomentar el discurso que implica que la única marcha “importante” es la que se realiza en la capital del país?
¿Qué pasa si apoyamos las luchas locales, que no paran en un congreso estatal? Que son una búsqueda de recursos, de llegar a comunidades más alejadas, de platicar con mujeres en todo tipo de situaciones y contextos, de mediatización limitada, de una revolución cultural que -paulatinamente, quizá- sume a que las mujeres tomemos conciencia (y una dolorosa, cabe decir) de las opresiones y violencias cometidas en nuestra contra, que los hombres también lo hagan para deconstruirse, para desestigmatizar lo que son, realmente, derechos sexuales y reproductivos, libertad de elección, acceso a la educación, y tantos otros pendientes que existen en los estados?
Marchar en la capital del país, aun un sitio donde hubo un despliegue policiaco masivo y muchas salieron lesionadas, implica distintas condiciones a las manifestaciones locales: desde la cantidad de participantes, la opinión pública, el espacio otorgado en medios de comunicación nacionales (y locales), las formas de represión, la seguridad, entre otras. Pero la movilización en Ciudad de México no es la única resistencia.
Cuestionarse el discurso, emitido desde nosotras y desde medios de comunicación, que fomenta la centralización de un movimiento tan importante, es una propuesta de un paso para articularnos, para entendernos entre nosotras, para encarar una realidad que nos afecta a todas.
* La autora es periodista independiente y estudiante de Comunicación. Es somnolienta sin café y apasionada de la mar.
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