La falsa ciencia se presenta como un riesgo en los días de pandemia. Y la han enarbolado desde políticos como Donald Trump hasta Jaime Maussan. El limitado acceso a educación y la poca calidad informativa causan que la población esté más expuesta al virus
Texto: José Ignacio De Alba
Fotos: Andrea Murcia / Cuartoscuro y Ehimetalor Akhere / Unsplash
Una oleada de productos maravilla se anuncian en la televisión, por internet y espectaculares. Desde que surgió la covid-19 varias empresas venden supuestas soluciones, no propiamente un antídoto contra el nuevo coronavirus, pero sí “potentes” remedios que fortalecen el sistema inmunológico.
El ufólogo más famoso de México, estudioso de los ovnis Jaime Maussan, aprovechó estos días de cuarentena para promover un producto “demasiado bueno para ser verdad”. Le llama “Biotiquín”. El auxilio consiste en unas gotas que supuestamente tienen nutrientes que “activan a nuestro organismo” para defenderse de cualquier agente extraño. El “santo remedio” se vende en la alcaldía de Iztapalapa, una de las zonas más marginadas de la ciudad de México y también una de las entidades mas golpeadas por la pandemia. El precio del producto es de 340 pesos por 125 mililitros.
La propia secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero dijo en una entrevista que ella estaba “blindada” en contra del virus porque tomaba unas gotas con “nanomoléculas”, elaborada a partir de cítricos. Es otro de los remedios socorridos en los tiempos desesperados llamado GasdemB. El precio del producto es de 499 pesos por un gotero de 35 mililitros.
La titular de Gobernación explicó: “Las vi en varias entrevistas a esta chica, inteligentísima, ingeniera bioquímica que sacó esta maravilla de productos que van directamente a destruir los virus, entonces yo le pedí y además a mis colabores les distribuí gotas”.
Pero el fenómeno de los remedios y auxilios desesperados no es exclusivo de México. En los primeros meses de la pandemia el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo en una conferencia de prensa que el desinfectante eliminaba el virus: “¿habrá algo que podemos hacer, como una inyección?”, además dijo que sería interesante poner un poco de desinfectante en los pulmones para limpiar.
La declaración, que claramente era un disparate, fue tomada en serio por mucha gente que terminó en el hospital.
Lyson tuvo que emitir un comunicado: “como líder global en productos de salud e higiene, tenemos que ser claros, bajo ninguna circunstancia nuestros productos desinfectantes deben ser suministrados dentro del cuerpo humano”.
Pero éste es uno de muchos casos.
La Organización Mundial de la Salud se ha dedicado a actualizar una larga lista sobre algunos remedios falsos (Ver aquí la lista completa).
Explica que no se debe beber metanol, etanol o lejía, también explica que las moscas y las rede 5 G no propagan el virus. Además advierte que el bañarse con agua caliente o hacer gárgaras con agua y sal no eliminan la enfermedad.
El caso más extremo de desinformación es la negación del virus o que fue creado con fines políticos.
Felipe López Veneroni es profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Ha dedicado parte de sus estudios a la pseudociencia.
López Veneroni explica que la pseudociencia “es el conjunto de discursos que se presentan como validados por expertos, por investigaciones o por protocolos que tiene una supuesta investigación científica pero que no tienen ningún modo de probarse o verificarse”.
El académico dice que es interesante el caso de Holanda, donde a pesar de que tienen un sistema educativo muy bueno, la gente se vio involucrada en el derrumbe de torres de telefonía.
En Holanda, Reino Unido y otros países de Europa empezó a difundirse en redes sociales la idea de que la red de telefonía 5G propagaba la covid-19. La noticia falsa viajó rápido de un país a otro, la gente empezó a sabotear y tirar antenas de telefonía; The Financial Times publicó que sólo en las islas británicas las personas dañaron 60 aparatos de radiocomunicación. Pero en realidad hubo boicots en varios países
El académico lo explica usando una cita de Carl Sagan: “la brecha del conocimiento científico que se ha acumulado y el grado de ignorancia social sobre ese conocimiento científico ha roto el diálogo entre la ciencia y el sentido común”.
Cuando un físico habla de multiversos o sobre las teoría de cuerdas, añade: “es muy difícil para una persona que no tiene una formación científica o cultural amplia creer en eso”.
López Veneroni relata que nos han enseñado que la ciencia es predecible, exacta y demostrable, pero ahora el grado de especialización científica está repleta de dudas e incertidumbres, “por eso muy difícil que la gente se reconozca en la ciencia”.
Además, en países de Europa y en Estados Unidos han surgido como un discurso alternativo al de las instituciones. La pseudociencia se presenta como “la verdad” que las grandes corporaciones esconden, una especie de raíz de las teorías de conspiración.
Cuando se le pregunta al investigador por qué hay una proliferación de estos falsos remedios, da dos explicaciones. Una es de carácter histórico, en la que el ser humano siempre ha buscado respuestas influenciadas por el pensamiento mítico-mágico.
La otra es que este tipo de información se propaga con mucho mayor rapidez que antes gracias a las plataformas digitales. También gracias a lo fácil que es abrir un blog o hacer videos “donde se construye información con una aparente seriedad que convence a mucha gente”.
El académico pone el ejemplo de una generación que no quiso vacunar a sus hijos contra el Sarampión porque creen que causa retraso mental. En el mundo hubo un rebrote de sarampión por esta creencia y “en Italia y varios países de Europa ésta era la mayor preocupación antes del coronavirus”.
-¿Cómo se puede combatir a la pseudociencia?
-Hay que inculcar el escepticismo en los niños, hay que promover mucho programas de divulgación de la ciencia. Si pudiéramos lograr transmitir esto a los jóvenes, habría un mayor respeto y un mayor interés por el desarrollo del pensamiento científico.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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