Educación Media Superior: contextos y proyectos para un atípico cierre del ciclo escolar

2 julio, 2020

Es fundamental disponer de evidencia sobre la experiencia de los adolescentes durante el confinamiento por la pandemia, para planear un siguiente ciclo escolar que también será atípico, con acentos en la inclusión y la equidad

Por Sylvia Ortega* / Muxed

Twitter: @Sylvia_OrtegaS

Desde hace un par de décadas, se despertó el interés por comprender y contener la deserción de los adolescentes mexicanos de la Educación Media Superior (EMS), uno de los principales problemas de este nivel. La investigación educativa, las evidencias acumuladas por las autoridades federales y estatales y los resultados de las evaluaciones externas a los más importantes programas diseñados para retener a todos los estudiantes hasta el final del ciclo de estudios conforman un acervo relevante que no deja lugar a dudas: el abandono escolar es un proceso doloroso y multicausal que culmina con la peor de las decisiones. Es decir, un día cualquiera, dejar de asistir a una escuela a la que el o la joven llegaron, frecuentemente con grandes ilusiones, después de nueve años de un recorrido que queda trunco justamente en el umbral de la transición a una vida más autónoma y plena de retos. 

El acceso a la EMS ha sido inequitativo y excluyente. A pesar del esfuerzo nacional por incrementar los servicios necesarios para cumplir con el derecho a la educación. 

Actualmente solo 8 de 10 jóvenes de 15 a 17 años de edad cursan el nivel medio superior, en las modalidades de bachillerato general, tecnológico o profesional técnico, con una tasa de deserción de cerca de 13%. 

El acceso y la permanencia de los jóvenes depende, en buena medida, del nivel de ingresos y el capital cultural de sus familias. Así, el incremento en la cobertura no es resultado de una redistribución de las oportunidades a favor de los jóvenes con menores ingresos, lo que se refleja en la brecha entre los jóvenes de las familias de los quintiles de ingreso superiores y los del primer quintil. Asimismo, los aprendizajes en la EMS han sido insatisfactorios. Han variado poco a lo largo de la década más reciente y los desempeños más bajos en las pruebas estandarizadas se concentran entre los jóvenes con mayores carencias.

Cualquier balance sobre los resultados de la educación de los adolescentes, en México y en otras latitudes, lleva a concluir que la educación que se ofrece al grupo de edad de 15 a 17 años, se encuentra en una profunda crisis. No logra retener, ya no digamos inspirar, a una proporción inaceptablemente alta de los adolescentes contemporáneos.

Las políticas educativas que pueden impulsar la transformación radical de la manera en que se enseña y se aprende en la EMS están bien documentadas. El problema es su implementación, en un contexto de enorme dispersión y fragmentación como el de México. Por ejemplo, la oferta educativa de la EMS comprende alrededor de 150 estructuras curriculares, lo que tiene un impacto en todos los aspectos organizativos, de contratación de profesores y de gestión escolar. A pesar de que subsistemas y modalidades de la EMS comparten los problemas de abandono, bajos aprendizajes, desafiliación escolar, entre otros, no es razonable perseverar en el diseño de políticas programas e intervenciones de observación general, descontextualizadas y lejanas a las comunidades escolares. Por eso, el concepto de una transformación profunda desde la escuela y para el bienestar de todos sus estudiantes es una ruta para dar bases firmes al cambio educativo que requiere la formación de los muy diversos y peculiares aprendices de la segunda década del S. XXI.

Una referencia a Conalep

En eso estábamos cuando se cerraron las escuelas, una referencia a Conalep: con distintos grados de avance, los planteles del Conalep en la Ciudad de México impulsaban, desde 2019, un proyecto de uso intensivo de herramientas tecnológicas para la mejora de los aprendizajes, bajo la premisa de que la tecnología es un factor de cambio educativo cuando los profesores se preparan, los directores asumen el liderazgo pedagógico y la comunidad –incluyendo a los padres de familia– se involucra en los proyectos académicos y el impulso a la vinculación con los sectores productivo y social. Esta orientación favoreció que los planteles continuaran con actividades escolares a la distancia y atendieran a la mayor parte de sus estudiantes. Pero no a todos ni con la misma intensidad.

Los estudios y análisis recientes empiezan a identificar los efectos del confinamiento en los jóvenes, los profesores y en todas las dimensiones de los sistemas educativos. Este periodo –durante el que se ha trabajado con un esquema de “escolaridad remota de baja intensidad”– brinda evidencias sobre impactos negativos en el bienestar socioemocional de los jóvenes, afectaciones en el aprendizaje, ampliación de las brechas de género y una alta probabilidad de deserción de los jóvenes con mayores dificultades socioeconómicas. 

Hay, sin embargo, aspectos alentadores cuando se registra la creatividad y resiliencia de las comunidades escolares. Estas disposiciones y las soluciones diseñadas por ellas permiten explorar nuevas formas de hacer escuela. Antes de planear el futuro próximo es preciso resolver el corto plazo. Esto significa entender cómo están viviendo el confinamiento estudiantes y profesores; en qué circunstancias se ha mantenido la continuidad de las actividades; qué efectos tiene un intenso ritmo de actividad escolar fuera de la escuela; qué se desaprendió y qué sí se aprendió, aunque no esté en los programas de estudio, y qué sentimientos predominan entre los estudiantes. Documentar estos aspectos ayuda a promover la flexibilidad y convoca a docentes y directivos a tomar decisiones sensibles y cercanas a todas y todos sus estudiantes con el interés básico de que regresen al siguiente ciclo motivados y seguros de que cuentan con el respaldo de su comunidad de referencia.

Un sondeo rápido que se aplicó a los estudiantes de los planteles del Conalep en la Ciudad de México revela algunos aspectos de la experiencia de aprendizaje a la distancia. Entre los resultados, destaca que cerca de una quinta parte de los jóvenes no había mantenido contacto con sus profesores. Alrededor de 40% reportaron tener comunicación diario o casi diario con los docentes. La gran mayoría usó un teléfono celular y Whatsapp para interactuar con los profesores. Una quinta parte no tiene acceso a una computadora y 15% carece de conectividad. Cerca del 90% de los jóvenes reportan que su principal actividad escolar ha sido la entrega de tareas escritas. Dos terceras partes afirman que han recibido materiales diseñados por los docentes que les han ayudado y una proporción similar afirma que ha logrado aprender. A pesar de lo anterior, cerca de la mitad se declara poco o nada satisfecho con su desempeño y sólo 15% declara no tener ninguna dificultad para realizar su trabajo a la distancia. En contraste, una tercera parte encontró difícil o muy difícil la comprensión de los contenidos.

Las preguntas relacionadas con sentimientos y percepciones revelan que casi dos quintas partes han tenido dificultades cotidianas para conciliar el sueño. Un 32% siente estrés y cerca de una quinta parte siente enojo o ansiedad. La discusión de los resultados de este sondeo con directores de los planteles y autoridades del subsistema llevó a acuerdos para la localizar a los estudiantes, de manera prioritaria y urgente; y para compartir la información con todos los docentes y orientar una valoración de los avances individuales de los estudiantes, con el propósito de ofrecer opciones personalizadas para fortalecer los aprendizajes fundamentales, el siguiente ciclo escolar. Por lo pronto, se trata de que todas y todos regresen, de restaurar el ánimo y la salud física y mental de comunidades que han sufrido pérdidas significativas.

Nota Final: Como en muchos aspectos de nuestras vidas, costumbres y culturas, en la educación no habremos de regresar al arreglo anterior. Es tiempo de acelerar los procesos de un cambio educativo que cierre brechas de desigualdad y distribuya las oportunidades con criterios de inclusión y equidad. Lo que aprendamos en y de la emergencia es clave. para que aquellas experiencias luminosas generadas en las comunidades puedan escalarse.

*La autora es integrante de MUxED. Doctora en Sociología por la Universidad de Texas, ha sido rectora de la UAM-Azcapotzalco y de la UPN, Subsecretaria de Servicios Educativos en el Distrito Federal y de Educación Media Superior. Actualmente es consultora de UNICEF y de UIL de UNESCO. Se desempeña como responsable de Proyectos Estratégicos en Conalep y es miembro del Consejo Ciudadano de Mejoredu.

El artículo fue publicado originalmente en Muxed. Aquí puedes ver la publicación

Referencias:

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