Con toda la atención centrada en la batalla del coronavirus, se ha prestado una atención considerablemente menor a los cambios en el clima del planeta. Pero la crisis climática también es una amenaza existencial… y para ella no habrá vacuna
Por Robert Hamwey y Timothy Sullivan* / IPS
GINEBRA, SUIZA – Este año ha estado marcado por la amenaza de un nuevo coronavirus y los sacrificios de la sociedad para combatirlo, con una determinación y voluntad política que ha faltado en la lucha contra el cambio climático.
Aunque invisible, la covid-19 ha sido visto por la mayoría de las personas como un «peligro claro y presente» para toda la población mundial.
Nuestro fuerte instinto humano para la supervivencia y para proteger a nuestros seres queridos nos convenció a la mayoría de nosotros a adoptar de inmediato las precauciones necesarias. Así como aceptar medidas de bloqueo emitidas por el gobierno que requieren sacrificios personales y limitan las libertades individuales.
La implementación efectiva del distanciamiento social y otras medidas ha ayudado a aplanar la curva en muchos países. Sin embargo, ha impactado sustancialmente la actividad económica en todo el mundo.
Las fábricas, granjas, pesquerías, tiendas, restaurantes, camiones, barcos y aviones se detuvieron por más de tres meses, causando pérdidas de trabajo sin precedentes y una disminución dramática en la producción y el comercio.
La Organización Internacional del Trabajo predice que la pandemia podría costar el equivalente a 305 millones de empleos a tiempo completo, mientras que 1600 millones de trabajadores en la economía informal podrían sufrir «daños masivos» a sus medios de vida.
Según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad), los valores del comercio mundial cayeron 3 por ciento en el primer trimestre de 2020, y se espera que la disminución en el segundo trimestre alcance 27 por ciento.
Hoy en día, los gobiernos están tomando medidas para reiniciar las economías de sus países llevando a las personas a las fábricas, oficinas y escuelas con cautela y progresivamente, y, sin embargo, pidiendo a todos que permanezcan atentos contra una amenaza que todavía existe entre nosotros: una segunda ola de infecciones que sigue siendo muy probable.
Con toda nuestra atención centrada en la batalla del coronavirus, este año hemos prestado una atención considerablemente menor a los cambios en curso en el clima de nuestro planeta.
Al igual que la pandemia de coronavirus, la crisis climática es una amenaza existencial. Y al igual que el virus, los gases de efecto invernadero son invisibles y permanecen siempre presentes en nuestro entorno natural.
Sin embargo, a diferencia de covid-19, no podemos esperar encontrar una vacuna contra el cambio climático.
La pandemia de coronavirus ha demostrado que los países pueden adoptar una postura común frente a una amenaza para nuestro bienestar colectivo.
¿Por qué los líderes mundiales han estado menos decididos en la lucha contra el cambio climático? ¿Por qué los gobiernos no detallan en las reuniones de prensa de emergencia las acciones urgentes que están tomando para salvar el planeta?
La razón se debe a una diferencia fundamental: el coronavirus podría infectar inmediata y potencialmente matar a cualquier persona expuesta a él, mientras que los gases de efecto invernadero están destruyendo lentamente el planeta y amenazando gradualmente nuestra supervivencia durante décadas.
Mientras que la mayoría de nosotros estamos conscientes de los peligros que representa la covid-19 tan pronto como salimos por la puerta principal, pocos de nosotros hoy nos sentimos inmediatamente amenazados por el cambio climático. Cualesquiera que sean los impactos, dependiendo de dónde vivamos, solo pueden afectar marginalmente nuestra vida diaria.
En pocas palabras, el cambio climático no se ve como un «peligro claro y presente» sino como un «peligro difuso y futuro». Es una pitón que amenaza con estrangularnos lentamente, no una cobra que podría matar de un solo mordisco.
Tal percepción elimina el sentido personal de urgencia y nos asegura falsamente que el sacrificio y la acción decisiva pueden esperar hasta que la amenaza climática llame a nuestra puerta.
Desafortunadamente, una vez que eso suceda, ya habremos llegado a un punto de no retorno.
El impacto humano sobre el clima se acumula durante décadas y desentrañar el daño lleva el mismo tiempo. Podemos apagar el horno de inmediato, pero el calor acumulado continuará cocinándose durante horas.
Al igual que la pandemia de coronavirus, el cambio climático provocará grandes pérdidas de vidas, desempleo y una disminución sustancial del PIB.
Pero a diferencia de un virus, para el cual eventualmente desarrollaremos inmunidad, los impactos del cambio climático empeorarán con el tiempo.
Décadas de conversación, poco progreso
Ya hemos tenido casi tres décadas para frenar el cambio climático. Después de más de 25 años de negociaciones, marcos y acuerdos sobre el clima, solo hemos logrado un escaso progreso hacia este objetivo.
Como sociedad global, parecemos dispuestos a aceptar que luchar contra la crisis climática requiere demasiado sacrificio, a nivel global, local y personal. Con suerte, nuestra respuesta al coronavirus nos ha abierto los ojos a lo que es posible y a lo que realmente importa.
Tenemos mucho en qué reflexionar. Comprender nuestros éxitos en la lucha contra la pandemia de coronavirus puede proporcionar una idea de cómo podemos enfrentar no solo las amenazas a nuestra salud personal sino también los ataques a la salud de la Tierra, la fuente de toda vida.
Combatir la pandemia de coronavirus nos obligó a cada uno de nosotros a hacer nuestra parte, cambiar nuestros hábitos y rutinas diarias y hacer sacrificios personales.
Si podemos convencernos de hacer lo mismo en la lucha contra la crisis climática, finalmente lo haremos.
*Robert Hamwey es economista ambiental y Timothy Sullivan es oficial de comunicaciones, ambos de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo (Unctad).
Este artículo se publicó originalmente en IPS Noticias. Lo reproducimos con su autorización.
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