4 junio, 2020
Desde que comenzó la pandemia, creció el número de familias jornaleras que migraron a los campos del norte de México desde La Montaña de Guerrero, debido a los efectos económicos de la contingencia sanitaria. Ante la falta de medidas sanitarias suficientes, jornaleras se han contagiado de covid en los campos agrícolas
Texto: Isael Rosales y Lenin Mosso
Fotos: Lenin Mosso
GUERRERO.- En tiempos de la pandemia la diáspora de las y los jornaleros agrícolas aumentó.
“El mes de febrero a mayo han salido 2 mil 200 personas a los campos del norte del país. El año pasado en esta temporada, por mucho, habían salido mil 500 jornaleras y jornaleros”, señala Paulino Hernández Reyes, responsable del área de jornaleros del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan.
Las familias jornaleras migran porque se les han terminado los granos básicos de su comunidad, además de la falta de empleo que se ha suscitado en tiempos de pandemia. El aumento en los costos de productos de la canasta básica también ha repercutido en los gastos de las familia. Los programas gubernamentales no han llegado para esta población, por ellos deciden arriesgar su vida en esta contingencia de covid-19. Así lo advierte el director del Centro “Tlachinollan”, Abel Barrera.
En estos meses, además, las familias jornaleras de la Montaña en Guerrero han emigrado a los estados del norte a trabajar a los campos agrícolas sin contar siempre con medidas de protección ante la pandemia. Morir por covid-19 o de hambre es el dilema que afrontan las diferentes familias que deben marchar para sostener algún recurso económico.
Cada año, de acuerdo con Tlachinollan, salen cerca de 30 mil personas a los campos agrícolas del norte y del bajío de México.
Las mujeres son las más vulnerables. Muchas de ellas, como Guadalupe Basurto Bonilla, van de campo en campo para conseguir trabajo. Sólo regresan por dos o tres meses a sus comunidades de origen.
Mujeres que crecen entre los surcos. Guadalupe Basurto Bonilla acompañó desde pequeña a sus padres a los campos agrícolas de Sinaloa. No tuvo oportunidad de estudiar porque fue más urgente trabajar para comer.
La infancia de Guadalupe la pasó hacinada en las galeras de los campos agrícolas, con sus hermanos más pequeños bajo su cuidado. Aprendió a recolectar en cubetas el chile jalapeño. Su escuela fueron los campos agrícolas. Ahí aprendió los números y también el castellano. Los capataces y supervisoras fueron sus maestras.
Por la pandemia que azota el país, algunos campos agrícolas cerraron ante la presencia de casos de covid-19 o porque los patrones decidieron cerrar. Por ello, muchos jornaleros están regresando a sus comunidades de La Montaña, sin la garantía de salubridad ante su regreso. Así ocurrió con Guadalupe.
Embarazada de su tercer hijo, Guadalupe regresó de Villa Unión, Sinaloa, el pasado 10 marzo a la comunidad de Santa María Tonaya, municipio de Tlapa. Los planes cambiaron repentinamente ante la imposibilidad de sembrar maíz en esta temporada. Hace dos semanas salió de Tlapa rumbo a Zacatecas, llegó al campo agrícola Río Florido, para trabajar en el corte de chile.
El día sábado 16 de mayo, Guadalupe entró al hospital de Fresnillo. El domingo 17 se le complicó el parto y le tuvieron que realizar una cesárea. En el hospital tuvo un ataque de tos, le realizaron la prueba de covid-19 y dio positiva. Inmediatamente la internaron a un hospital para atender casos de covid 19, en el municipio de Guadalupe, Zacatecas.
A sus 25 años de edad, Guadalupe, madre de tres niños, gana como jornalera agrícola entre 100 y 150 pesos diarios. Sus dos pequeños hijos desconocen por qué los separaron de su mamá. Guadalue tampoco podrá amamantar a su hijo recién nacido. Su situación familiar, en medio de la pandemia, se ha complicado.
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