16 mayo, 2020
En esta escuela del Estado de México sólo 1 de cada tres alumnos ha podido conectarse adecuadamente a internet y continuar con su educación teledirigida. Muchos trabajan para ayudar a la economía familiar, otros piensan en no regresar. Pocos pueden «quedarse en casa”
Texto: Vania Pigeonutt
Foto: María Ruiz
La comunidad estudiantil de la preparatoria oficial General Francisco Villa, número 128, ubicada en Ecatepec, Estado de México, tiene complicaciones con sus clases a distancia por la covid–19 desde el 23 de marzo. En esta periferia hablar de igualdad de oportunidades de estudio es imposible: ni el 35 por ciento de los alumnos ha podido conectarse adecuadamente a internet y continuar con su educación teledirigida; muchos alumnos trabajan para ayudar a la economía familiar, otros piensan en no regresar. No pueden seguir el “Quédate en casa”.
Esta pandemia, opina el activista y profesor Manuel Amador –quien diseñó performances con sus alumnas de esta prepa para visibilizar la violencia feminicida– deja al descubierto que en el sistema moderno, neoliberal y tecnológico sigue existiendo una enorme brecha de desigualdad, no importa que Ecatepec esté a unos minutos de la Ciudad de México.
El profesor considera que la Secretaría de Educación Pública (SEP) no puede decir que con un mismo sistema podrán estudiar en las mismas condiciones niños de la Sierra, comunidades indígenas o municipios marginados como Ecatepec, el 90 por ciento de sus 2 millones de habitantes son pobres.
“Lo que estamos haciendo no es educación: la experiencia del salón de clases es una, es la academia, el lugar del aprendizaje. Educación no puede ser a partir de una computadora. Lo que revela la covid–19 es que la educación a distancia es una falacia, solamente es una entrega de trabajos y actividades. Entregó o no entregó y ya. El sistema de competencias que se había venido articulando desde hace muchos años se desvanece”, critica.
Manuel es un activista por los derechos de las mujeres y las comunidades vulnerables, pero esta vez, en el Día del Maestro, también fue portavoz de los docentes de la escuela preparatoria. En un comunicado explicaron que habrá consecuencias sociales en un núcleo violento y precarizado como Ecatepec, después de la covid–19, o la Jornada Nacional de Sana Distancia.
“En el aspecto económico se observa con preocupación y angustia el cierre de espacios laborales, afectando a los ciudadanos que menos ingresos tienen. En lo social, los servicios de salud muestran con mayor claridad el estado deplorable en que se encuentran. Nuestros estudiantes, la gran mayoría, son de bajos recursos económicos. Sus padres tienen que pagar la luz, el internet y el teléfono para seguir realizando sus actividades escolares. Muchos no tienen los medios económicos para pagar estos servicios porque sus tutores se han quedado sin trabajo”, denunciaron los docentes.
También lamentaron que como otros 120 mil maestros del Estado de México tienen que pagar de su bolsillo el internet para atender a sus estudiantes. Los tiempos de atención a los alumnos se han prolongado a partir de las posibilidades o tiempos de conectividad, lo cual aumenta estrés tanto en docentes como en los jóvenes.
Mientras que algunos profesores no reciben el pago de acuerdo con su preparación profesional, el departamento de Educación Media Superior no los ha recategorizado, no cuentan con la infraestructura adecuada ni recursos tecnológicos óptimo para las exigencias del sistema educativo. Lamentaron que en esta etapa, quienes siguen sosteniendo la educación son las familias y los docentes.
Aunado a ello, hasta este 15, no les habían depositado completo su bono del Día del Maestro que además de ser una lucha sindical ganada, explica Amador, debió llegarles el 13 de mayo. A todos les deben 3 mil 500 pesos.
A inicios de diciembre del año pasado, adolescentes vestidas de quinceañeras del taller: “Mujeres, arte y política” del profesor Manuel Amador, hicieron un performance donde representaban la violencia que viven en Ecatepec.
Fue parte de la jornada “Consonantes Mujeres Ecatepec”, de la iniciativa Spotlight de la ONU en México, en su campaña “16 días de activismo contra la violencia de género”, en la preparatoria conocida como Panchito.
“Yo soy Michel, Joseline Lupita, Daniela, Rosita, una niña de la orilla. Yo soy la embolsada, la violada y quemada, la niña arrojada al río de aguas negras…”, era parte del poema que escribió Amador. Este municipio es el que tiene mayor incidencia de violencia feminicida. Para exigir justicia por las niñas asesinadas hicieron el performance en la colonia donde se ubica la preparatoria, la Hank González.
Esta escuela ha pedido decenas de veces mejores instalaciones y la mayoría de los padres de familia subsisten de un empleo informal. La preparatoria tiene 12 aulas con una comunidad estudiantil de 600 integrantes, donde el 50 por ciento son mujeres. En la Hank González, contextualiza Amador, ya hay casos de covid–19, que en combinación con la violencia estructural y la pobreza, generarán más precariedad en los habitantes.
Dice que: “lo que estamos haciendo los maestros ante esos contextos de desigualdad, estamos buscando alternativas que alcancen al menos un contacto con los alumnos, ni siquiera educación: te espero a tal tiempo, entrega, para que podamos cumplir, rellenar formatos que nos están exigiendo”.
Muchos niños tienen que esperar a que llegue su mamá para subir la tarea por Whatsaap y tuvieron que comprar una ficha de internet para poderla mandar. En varios casos tienen también que trabajar o son estudiantes que ya no piensan en volver a la preparatoria, porque sus padres se quedaron sin empleos y tienen que contribuir con sus casas.
“¿Cómo entender los efectos de la pandemia en lugares precarizados, con pobreza desigualdad y violencia, en las vidas de las personas, cómo poder entender esos cuerpos después del covid, que vino a acentuar la idea de la persona que puede ser vista como persona o como no persona, y que cede sus derechos por un aturdimiento generado por lo que llamaría pandemico cuerpos, esos que padecen de tantos daños a sus cuerpos, históricamente desechados y puestos a la orilla”, reflexiona.
Son poblaciones doblemente precarizadas. Calcula que el 45 por cierto de los alumnos ha tenido que trabajar en estos dos meses. Lo que es una certeza, que en condiciones de emergencia, la gente no está preocupada por su educación, sino por su sobrevivencia.
En la postpandemia, Amador se imagina no regresar a lo mismo. “No podemos regresar a lo mismo. Tenemos que apuntar a otras formas de relacionarnos como lo comunitario… Tenemos que aprender las alternativas de ayudar, practicar lo comunitario, qué van a parecer como cuerpos violentados, desechados otra vez, allí debemos reaccionar, y fijar una postura ciudadana, tiene que ver con algo que acerque el tema de la dignidad de las personas”.
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