11 mayo, 2020
No es cierto que no haya más opción que la política neoliberal para la energía renovable y el regreso a ser un país petrolero. Es hora de apostar por esuqemas de energías renovables que favorezcan a los más pobres
Twitter: @eugeniofv
El 29 de abril pasado, el Centro Nacional de Control de Energía (Cenace) publicó un acuerdo que, entre otras cosas, suspende la entrada al sistema eléctrico nacional de nuevas plantas de energía eólica y solar . Mientras tanto, el país ha redoblado su apuesta por los combustibles fósiles, con la construcción de la nueva refinería de Dos Bocas y otras acciones. Con esto, termina de tomar forma una política energética que, justo como se ha hecho en los últimos cien años, subsidiará el acceso a la energía eléctrica a costa de la salud de todos, y permitirá iluminar el presente sacrificando el futuro.
En México, la transición para dejar atrás los combustibles fósiles y satisfacer la demanda de energía con fuentes renovables se ha llevado a cabo de muy mala manera. Los parques eólicos y las granjas solares se han instalado, en demasiadas ocasiones, despojando de su territorio a las comunidades locales, imponiendo tratos leoninos a los actores más pobres y abusando de condiciones muy favorables que ofrecieron las administraciones pasadas a los grandes corporativos que los construyeron.
En esto lo que ha pasado con la energía solar y la eólica no es distinto de lo que ha ocurrido con las instalaciones de Petróleos Mexicanos (Pemex) y de la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Los chantajes y la violencia ejercidas contra las comunidades que habitaban las zonas que se inundaron para hacer las grandes presas hidroelétricas, por ejemplo, marcan la historia de CFE, y la contaminación de Pemex, los despojos en los que se sustentó y la impunidad de sus derrames son innegables y han sido determinantes en su historia.
Así las cosas, hay varias opciones disponibles. Si pensamos que uno de los objetivos de la administración presente es fortalecer a las empresas públicas, una primera alternativa sería que la transición hacia energías renovables la liderara la propia Comisión Federal de Electricidad, encargando ella misma la construcción de nuevas plantas eólicas y solares y asegurándose de que se cumplan los estándares más altos en materia social y ambiental. Otra más -que no excluye la anterior- sería apostar por esquemas descentralizados de generación de energía, subsidiando, por ejemplo, la instalación de páneles solares en los hogares en vez de subsidiar el consumo de electricidad contaminante.
CFE no parece ni siquiera haber considerado esas opciones. De hecho, ha descartado de un plumazo la entrada al sistema eléctrico de las nuevas plantas renovables, sin presentar más alternativa para suplirlas que invertir más en combustibles fósiles. Argumentos en ese sentido hay varios, desde que el colapso de los precios del petróleo puede abaratar la energía obtenida de esta forma, hasta que eso es lo que sabe hacer CFE. Ninguno de ellos, sin embargo, toma en cuenta que ese camino no se puede sostener por mucho tiempo más.
Hay dos factores que hacen que la apuesta por los combustibles fósiles de la Secretaría de Energía esté ya caduca y que mantenerla nos haga daño a todos. El primero es que la crisis climática hará que nuestro país sea mucho más difícil de habitar. Se calcula que la temperatura en el norte de México aumentará entre 3 y 4 grados centígrados, y que esto hará mucho más difícil garantizar el abasto de agua potable para las ciudades y de riego para el campo, por lo que también está en riesgo el abasto de alimentos.
El segundo factor es que, al quemar combustibles fósiles para producir electricidad, las plantas de CFE contaminan la atmósfera, emitiendo, entre otros contaminantes muy dañinos, toneladas de partículas de muy pequeño diámetro como las que han provocado las últimas contingencias en la Ciudad de México. El impacto de esta contaminación en la salud es muy notable, y va desde aumentar con mucha fuerza la prevalencia y gravedad de las enfermedades respiratorias, hasta provocar un aumento en las muertes prematuras de quienes habitan la misma región que las plantas.
Así las cosas, urge que CFE y la Secretaría de Energía vean que no es cierto que no haya más opción que la política neoliberal para la energía renovable y el regreso al país petrolero que un día fuimos. Puede haber esquemas progresistas de generación eléctrica sustentable, que beneficien a los más pobres y que fortalezcan a las empresas públicas. Es hora de apostar por ellos y no por un pasado que ha costado mucho dejar atrás.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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