Desde hace unos años, personas cercanas a la agroecología y la permacultura han impulsado las cooperativas de consumidores, con el objetivo de “ganarle al sistema”. El problema es que estas iniciativas no se encuentran donde aportarían más beneficios
Twitter :@lydicar
Desde hace unos años, algunos estudiantes y académicos, así como personas cercanas a la agroecología y la permacultura, han impulsado las cooperativas de consumidores, con el objetivo de “ganarle al sistema”.
Se trata de generar una red de conocidos, personas cercanas geográficamente que hacen compras colectivas directamente a los productores de alimentos. De este modo consumidores y agricultores «burlan» el impuesto que genera el intermediario; y se ponen en movimiento productos que son despreciados por las grandes cadenas distribuidoras, los enormes almacenes, los supermercados de capital internacional. A final de cuentas, se trata de golpetear, aunque sea tímidamente, el sistema económico; el mismo que es profundamente benefactor de emporios y destructor de pequeños productores y empresas.
La semana pasada escribí sobre cómo esta emergencia ha abierto algunas ventanas para el consumo responsable, y para acercar productores de la zona a los consumidores de la ciudad.
Pero la realidad siempre se encarga de tirar mis lecturas idealistas.
S. vive en Ejidos de Tequisistlan, Tezoyuca, Estado de México. Es un asentamiento irregular, sin servicios básicos. En su momento, los ejidatarios vendieron a fraccionadores. Estos a su vez revendieron lotes entre los trabajadores más desprotegidos de la Ciudad de México. De nuevo, esa urbanización salvaje que traga y traga ejidos y cerros, para que los trabajadores más precarizados viajen entre una y dos horas a sus empleos en la Ciudad.
La joven, S., advierte que durante la última semana, la gente de Ejidos ya empezó a tener miedo por la enfermedad. Fue realmente hasta estas fechas que los comercios cerraron, y la gente usa tapabocas en la calle. Como muchos otros barrios populares, al inicio se pensaba que la pandemia era un invento del gobierno, o un complot de China, o algo no tan grave.
Pero las cosas ya cambiaron.
La recaudería de su esquina cerró. Ella y sus vecinos se quedaron sin poder comprar pollo, legumbres… Esto, a pesar de que la venta de alimentos es actividad esencial. El problema es que la dueña del local, que se abastece en la Central de Abasto de Ecatepec, cuando hizo su viaje a surtirse supo de un locatario fallecido. También vio que muchos locales cerraron. Lo mismo que ocurre en la Central de Abasto en Ciudad de México está pasando en la de Ecatepec.
La mujer tuvo miedo de contagiarse y de traer consigo la enfermedad a su colonia, un lugar donde sólo hay un centro de salud. Y cerró.
En ejidos de Tequisistlán, si bien alguna vez se trabajó la tierra, ahora es únicamente una ciudad dormitorio. Los vecinos, las ancianas, y mujeres que habían optado salir lo menos posible, organizan viajes al pueblo contiguo, Tepexpan, y comprar entre varias medio costal de arroz, de frijoles. Sin embargo, esta iniciativa no ha resultado tan fácil, sobre todo, porque falta mucha organización vecinal.
Quedan algunos negocios que ya lucran con el desabasto. Estas colonias han padecido durante muchos años la instigación de grupos vinculados a partidos políticos, que impiden una organización horizontal y benéfica como comunidad. Por eso los niveles de violencia, por eso, también, que sean lugares de voto duro para uno u otro partido.
De nuevo, los sectores más vulnerables llevan la carga económica y de muerte de esta pandemia.
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona